10 septiembre 2017

Cartas de lejos



En calidad de periodista, viajó bastante Josep Pla (1897-1981) por Europa. Trabajó como corresponsal en países como Francia, Portugal, Italia, Alemania... Cartas de lejos (1947) nos ofrece estampas líricas, reposadas, poéticas, de sus observaciones viajeras en Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia... La palabra "cartas" en el título puede llevar a equívoco, de modo que aclararemos que no se trata de una obra epistolar tipo Cartas marruecas, sino de fragmentos breves, impresiones, postales verbales de los lugares por donde el autor va pasando, y de lo que va viendo. Su literatura es una literatura, más que de imaginación, de observación. A propósito de esto último, su primer libro lo tituló, de forma lógica, Cosas vistas (1925).

Habla Pla de pintores como Memling, Lucas Cranach, Rembrandt, Vermeer, David Teniers. También de la literatura sueca y noruega y, tras mencionar a Hamsun y Lagerlöff, concluye que desde nuestro punto de vista latino "tan frío, prosaico, estrecho y agotado", "tan poco humorístico, tan pobre de imaginación y tan falto de fantasía, la literatura de estos pueblos del norte se nos antoja una locura delirante y desenfrenada". A uno le choca cómo atribuye a los latinos calificativos que nosotros, los latinos, asociamos más bien, precisamente, a las naciones escandinavas. A propósito de eso de "tan poco humorístico", sin ir más lejos ayer escuchaba uno una entrevista a Antonio Orejudo en la que venía a afirmar casi lo contrario, que grandes clásicos de nuestro país (el Quijote, el Lazarillo...) destacaban por su vena humorística. También escribe Pla: "es positivamente agradable". Cuesta imaginar algo agradable que no lo sea de forma positiva. Emplea el autor catalán -o su traductor, en este caso Josep Daurella- alguna que otra palabra que llama la atención, por expresiva. Por ejemplo, azotacalles: 'persona ociosa que anda continuamente callejeando' (voz coloquial y en desuso).

Si uno se adentra en Cartas de lejos con ánimo de encontrar el mismo grado de maestría que en El cuaderno gris, que me pareció maravilloso, probablemente salga decepcionado, pero si se acomete con otro talante ofrece ratos -al igual que Viaje en autobús- de disfrute paladeable, de reposado placer. Ese, al menos, ha sido mi caso. Me sienta bien la prosa de Pla. Lo seguiremos leyendo.

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