Publicada en 2008, Olive Kitteridge obtuvo el Premio
Pulitzer de novela. Puede que el nombre de su autora, Elizabeth Strout, no os
suene ni vagamente, pero resulta que El Aleph ya había publicado en España su
libro anterior. Bendito olfato: Olive
Kitteridge ha vendido, según reza la solapa del libro, un millón de
ejemplares en inglés y será -o ha sido ya- traducida a tropecientos idiomas. Y
aquí uno que se alegra, porque en mi opinión se trata de literatura de calidad.
El libro está compuesto por trece capítulos que funcionan a
modo de relatos breves, como historias independientes con el denominador común
de estar todas ellas ambientadas en el entorno del personaje de Olive, que en
mayor o menor grado está presente en todos los capítulos. Olive es una
profesora de matemáticas de un pequeño pueblo costero de Maine, en el noreste
de Estados Unidos. No es ni una persona ejemplar, intachable, ni tampoco un
monumento a la incorrección. Simplemente, una persona normal, esposa y madre de
un hijo, con sus aciertos y sus torpezas. Es grandota, calza un cuarenta y tres
y tiene carácter. Tiene sus defectos, como todos. La acompañan un elenco de personajes
que, como ella, son gente sencilla.
Se diría que la novela constituye un retrato de las luces y
sombras de la clase media norteamericana, una aguda disección de los entresijos
de la psicología familiar. Pero todo esto quizá sea sólo palabrería de mal
reseñista. La mirada de Elizabeth Strout resulta veraz y nada complaciente, y
el resultado acaba siendo en muchos momentos conmovedor, lleno de matices y de
complejidad. Nunca sé muy bien cómo explicar estas cosas con palabras, pero me
ha llegado esta novela. Ha sido un disfrute.