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15 marzo 2018

El arte y el imperio de la ley


Charles Baudelaire

   Los artistas y la ley a menudo se han llevado como el ratón y el gato. Ya Platón dejaba a los poetas fuera de la república. En el siglo XIX Baudelaire fue procesado por Las flores del mal, Flaubert por Madame Bovary, y a Oscar Wilde lo encarcelaron por inmoralidad. Hace unas semanas, en España, fue un rapero el condenado a tres años y medio de prisión por una de sus canciones. Tema peliagudo, el de la libertad de expresión cuando colisiona con derechos individuales como el del honor (uno confiesa que a veces, cuando oye hablar del derecho al honor, por otra parte recogido en nuestra Constitución, le vienen a la memoria los duelos de hace unos siglos, la capa y la espada, Calderón de la Barca, las manchas en la honra que se lavan con sangre). Desde luego, no todo vale, y no es de recibo soltar una barbaridad detrás de otra a lo largo de dos o tres minutos de canción, pero se antoja excesivo privar de libertad por eso a una persona, y más aún durante varios años.
   Por otra parte, en esta sociedad censurar algo casi vale por una catapulta a la fama, y retirar un libro del mercado aviva, per se, el deseo de muchos por leerlo. Algo tendrá el agua cuando la prohíben, parece que pensamos. En ese caso, se observa una degeneración en el hecho de que hoy se condene a troveros de segunda fila y en otros tiempos a tipos de la talla de Oscar Wilde o Baudelaire. Se diría, no sé, que la justicia decimonónica nos recomendaba a autores más valiosos.
   A título anecdótico, esta tensión -no siempre resuelta- entre creadores y agentes de la ley y el orden se evidencia en el que probablemente sea el número musical más legendario de la historia del cine, el de Gene Kelly cantando y bailando bajo la lluvia en la película de Stanley Donen. Un momento mágico que zanja -recordemos- la presencia represora de un policía.

08 marzo 2018

Cine: "Verano 1993"



Tenía ganas de ver esta película desde que supe de ella gracias al Festival de Málaga, en el que resultó triunfadora. Antes de eso había pasado por la Berlinale, donde fue premiada como mejor ópera prima. Fui a verla hace meses, en la primera semana de su estreno, en unas fechas veraniegas en las que aquellos que no comulgamos con la lógica del blockbuster agradecemos mucho títulos como este en cartelera. 

Al terminar el pase, tuvo lugar un coloquio con la directora, Carla Simón, en cuya experiencia personal se basa la película. Le preguntaron entonces por referentes cinematográficos de Estiu 1993 y, aparte de cintas españolas como El espíritu de la colmena o Cría cuervos, Carla Simón apuntó a títulos como El país de las maravillas, de Alice Rohrwacher, Aquel querido mes de agosto o trabajos de la directora argentina Lucrecia Martel. Desde julio hasta ahora he podido ver El país de las maravillas (2014), Aquel querido mes de agosto (2008) y La ciénaga (2001), de Lucrecia Martel, y todas ellas me han parecido muy buenas películas, cuyo descubrimiento agradezco.

Rodada en catalán, Verano 1993 (2017) nos acerca a la vida de Frida, una niña que tras la muerte de sus padres (aunque no se dan detalles, al recoger el Goya la directora habló de SIDA) es adoptada por sus tíos, que viven en el campo. En ese entorno rural, en contacto con la naturaleza, transcurre esta película de ritmo pausado, con muy buenas interpretaciones infantiles. Delicada y sutil, la cinta tiene un desarrollo muy inteligente y trata el tema de la niñez de forma compleja, sin eludir los problemas y complicaciones que caben en casos dolorosos como el que retrata la película, pero siempre desde la perspectiva de la protagonista.

Como apuntaba Óscar Esquivias, a modo de única pega mencionaremos que en el título se diría que falta una coma, una preposición, algo. En cualquier caso, una película sencilla, tierna, honda y natural, que nos lleva a esperar más dosis de buen cine en futuros proyectos de su joven directora, Carla Simón, que obtuvo el Goya a mejor dirección novel el pasado mes de febrero. También fueron premiados por la Academia los actores Bruna Cusí y David Verdaguer



02 marzo 2018

Anecdotario: Neruda, Lorca y la secreta


Se cuenta que en una ocasión Neruda y Lorca fueron a dar una conferencia a un pueblo. En la estación de trenes nadie los recibió. Cuando llegaron al local les dijeron que habían ido a buscarlos a la estación, pero que no los habían reconocido porque esperaban que fueran vestidos como poetas. Lorca declaró: "Es que somos de la poesía secreta". 


Fuente: Neruda. El príncipe de los poetas: la biografía (Ediciones B), de Mario Amorós.