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29 abril 2020

"Ventajas de viajar en tren", de Antonio Orejudo


Con motivo del estreno de la película, ya no tan reciente, he aprovechado para releer Ventajas de viajar en tren (Alfaguara, 2000), segunda novela de Antonio Orejudo. La imagen de portada que encabeza estas líneas corresponde a la primera edición (ahora toda la obra del autor está reunida en Tusquets), la misma que me prestaron y leí por primera vez allá por 2008 -año crítico- y que no hace mucho pude adquirir en una librería de segunda mano. Esta lectura supuso mi descubrimiento de Orejudo, cuya obra completa luego he ido leyendo, a excepción del último, Grandes éxitos (Tusquets, 2018), que aún tengo pendiente. Diría, si la obra de este autor no fuese desacralizadora y desmitificadora, que este libro que hoy nos ocupa constituye el segundo vértice de la Santísima Trinidad Orejudiana (ténganme un poco de paciencia), que se completa con Reconstrucción y Fabulosas narraciones por historias, de las que ya se habló aquí en otro momento.

Se compone esta novela, breve y absorbente, de un conglomerado de historias que demuestra una poderosa inventiva. Algunos adjetivos que me vienen a la cabeza para describirlas: sorprendente, delirante, divertido, imaginativo, bizarro. Alguno de esos relatos hablan del ciudadano de a pie que descubre las turbiedades del poder y es castigado sin clemencia antes de que pueda tirar del hilo, algo que dejaba intuir, por ejemplo, la película de Kubrick Eyes wide shut. Otro da cuenta de una paranoia distópica según la cual extraen un montón de datos de la gente a raíz del análisis de residuos, de la basura que tiramos. Paranoia que veinte años después, en este 2020 -año pandémico, crítico como el 2008-, resulta naíf porque el poder consigue esto y más sin necesidad de mancharse las manos con nuestras mierdas. En otro se habla de la supuesta secta de los anagramáticos, de la que grandes escritores han sido miembros y que se dedicaban a dejar mensajes subliminales esparcidos por sus magistrales obras. En otro se satiriza a los críticos literarios.

"Además, la verosimilitud me aburre. ¿Para qué tanto esfuerzo en parecer real si todo el mundo sabe que no es más que un libro?"

Estas palabras que pronuncia un personaje parecen toda una declaración de intenciones por parte del autor, condensan una poética. Se cuentan historias dentro de historias dentro de historias, en un recurso, el de las muñecas rusas, que se diría que también se extiende a las identidades de cierto personaje, como parece sugerir el cartel de la adaptación al celuloide, a cargo de Aritz Moreno, que data de 2019 y tengo ganas de ver. 


En otro momento parecen hablarnos de la importancia de las relaciones sociales y los contactos, en detrimento de las horas de esfuerzo literario, en lo que al éxito se refiere en el terreno éste de la escritura:

"Durante lustros, Ander Alkarria sería llamado de todos los lugares imaginables para hablar de su novela. Su fama empezó a decaer hasta ser completamente olvidado cuando, hastiado de comparecencias públicas, cócteles y universidades de verano, se dedicó en serio a escribir".

Los viajes en tren, la psiquiatría y el mundo editorial son algunos de los elementos más evidentes en un libro que puede espantar al lector mojigato desde su primera frase:

"Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda."

A veces, las relecturas pueden traer decepciones, derrumbamiento de mitos, grandes chascos. No ha sido el caso: doce años después, Ventajas de viajar en tren me sigue pareciendo un festín literario.


Otros libros de Antonio Orejudo comentados en el blog:
Un momento de descanso
Fabulosas narraciones por historias
Reconstrucción

18 abril 2020

"Antología del microrrelato español (1906-2011)"


Si el relato corto ya carece de la cantidad de lectores de la novela, y se trata de un género que algunos cuestionan, el microrrelato, más aún, es de plano fácilmente ninguneable. A uno le interesa como lector, y también como aficionado a juntar palabras. No obstante, aunque lo aprecio por las joyas que ha dado, también encuentro muchas de sus manifestaciones francamente prescindibles (si echamos un ojo a instagram, se diría que a cualquier frase que a uno se le ocurra se le puede llamar microcuento). Me apetecía, eso sí, acercarme a esta antología del microrrelato español (no incluye, de forma lógica, autores hispanoamericanos, con la excepción de Andrés Neuman, que tiene la doble nacionalidad) a cargo de Irene Andres-Suárez y publicada por Cátedra en 2012.

Precede a la selección de textos, como es habitual en Cátedra, una introducción teórica. La encargada de la edición, catedrática de Literatura, acota qué entendemos por microrrelato. Aquí Andres-Suárez habla del requisito de la narratividad, distanciando su concepción del género (como luego se ve reflejado en los textos que selecciona) de las estampas costumbristas, los aforismos, o los chistecillos de una frase, a rebufo del legendario "El dinosaurio" de Augusto Monterroso ("Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"), que cierta ministra de cultura española, en una anécdota que quizá esté de más recordar, declaró ante la pregunta del autor que lo estaba leyendo y que iba por la mitad. También habla de un doble origen del género: como aumento de la narratividad del poema en prosa, y como compresión del cuento breve. En lengua española tiene lugar su nacimiento en el seno del movimiento literario del Modernismo.

Recoge, si no he contado mal, un total de 215 textos. Los autores antologados son setenta y tres. Entre ellos, siete mujeres, cifra que hará poner el grito en el cielo a los defensores de la paridad (la selección, eso sí, corre a cargo de una fémina). Se ordenan por orden cronológico de publicación (que no de nacimiento de los autores) desde Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna o Pío Baroja hasta el presente, pasando por García Lorca, Ana María Matute, Max Aub, José Antonio Muñoz Rojas, José María Merino, Fernando Quiñones, Tomás Borrás, Ignacio Aldecoa, Hipólito G. Navarro, Millás...

Interesante compilación.

07 abril 2020

"El amor del revés", de Luisgé Martín



   La homosexualidad fue considerada por la OMS como enfermedad mental hasta 1990. Luisgé Martín nació en 1962 y narra en El amor del revés (Anagrama, 2016) la historia autobiográfica de su sexualidad; desde el descubrimiento, en una época oscura, hasta su boda en 2006. Desde su infancia en un colegio religioso, los intentos de "curarse" con terapias conductistas, con todo el sufrimiento que conlleva, hasta la aceptación de la homosexualidad y el relato de múltiples historias de amor y sordidez. Unas memorias que dan cuenta también de la evolución que ha sufrido nuestra sociedad en estas décadas, en las que la historia del autor acaba en la estabilidad, tiene un final feliz, pero donde otros muchos se quedaron en el camino (ya por el sida, ya por suicidios...).

   El autor es licenciado en Filología Hispánica y el texto abunda en referencias literarias (Dostoievski, Cortázar, Camus, La Rochefoucauld...). En un momento dado, cuando cita a Michel Leiris, trata un asunto que a uno se le antoja crucial si nos disponemos a escribir sobre nosotros mismos. Leiris concibe la literatura como tauromaquia. Para lograr la plenitud vital literaria, cuenta Martín al hablar de él, el escritor debe comportarse como el torero en la lidia: corriendo el riesgo de que el lector encuentre en él lo vergonzoso o lo infame. Lo verdaderamente humano. Ha de actuar como "el matador que aprovecha el peligro que corre para ser más brillante que nunca y muestra toda la calidad de su estilo en el momento en que está más amenazado".

   Un momento llamativo, como señala en su blog el escritor David Pérez Vega, es cuando se habla de la movida madrileña de los años ochenta y se cuenta que ni siquiera personajes como Pedro Almodóvar se atrevían a reconocer abiertamente y en público su homosexualidad, aduciendo que se trataba de una pose provocadora más que de una realidad. Eso da cuenta de dónde venimos, y aquilata el valor testimonial de este libro, El amor del revés.

   Luisgé Martín llega a concluir que la sexualidad "representa la piedra angular del edificio de la personalidad". Relata su historia y la cuenta bien, con corrección e inteligencia, con una prosa sencilla, quizá sin muchos recursos expresivos. Aunque con partes para mi gusto algo prescindibles (algunas cartas de amantes que conserva y transcribe, por ejemplo), se trata de un libro interesante que, por cierto, he comprado de segunda mano en la Librería La Subterránea de Madrid, que a través de su cuenta en Instagram hace envíos a toda España.