Cuando en abril de este año la editorial Impedimenta anunció la publicación de Sinsonte, el nombre de Walter Tevis no me decía nada. Pero sí -y mucho- la sinopsis que hablaba de una novela distópica con ecos de Fahrenheit 451, Un mundo feliz y Blade Runner, por no mencionar el hermoso diseño de portada de Impedimenta. En la Librería Proteo de Málaga pude hacerme con la primera edición del libro (que ya va por la tercera) el mismo día en que presentábamos allí mi poemario Conticinio (ELVO Editorial, 2020). En la información biográfica de la solapa leí que Walter Tevis es el autor del relato corto en que se basó El buscavidas (1961) de Robert Rossen, la célebre película sesentera protagonizada por Paul Newman, además de otra obra en la que se basa la miniserie tan en boga no hace tanto, a vueltas con el mundo del ajedrez, titulada Gambito de dama(2020). Y, aunque esto la solapa no lo dice, otra de sus seis novelas publicadas es El color del dinero, secuela de El buscavidas que adaptaría al cine Martin Scorsese.
Sinsonte (Mockingbird en el original) fue publicada en 1980 y nos la trajo este año Impedimenta en traducción de Jon Bilbao. Según leo en internet, también va a ser adaptada al cine, y tras leerla no se entiende cómo esto no se hizo antes, pues se trata de una historia eminentemente cinematográfica. Sinsonte es una novela de ciencia ficción, una distopía que nos sitúa en los Estados Unidos del siglo XXV, cuando en las escuelas ya no se enseña a leer (una actividad tipificada como delito en el código penal), los robots conviven con unos seres humanos cuya población ha menguado mucho, a causa de que las drogas con que el sistema los tiene anestesiados contienen también anticonceptivos (se trata de un mundo sin niños, el ocaso del homo sapiens) y la Intimidad, uno de los mantras de esa modernidad sombría, ha llegado a hipertrofiarse de tal modo que se considera incorrecto o hasta delictivo hablar con otras personas o vivir en pareja. Este último punto (a diferencia del anterior, pues la superpoblación a día de hoy se impone, y hace pocos días hemos alcanzado la cifra de ocho mil millones de seres humanos sobre la Tierra) no deja de ser verosímil observado desde nuestro siglo XXI, que para algunos será el siglo de la soledad, y en el que la humanidad cada vez se halla más ensimismada, es más individualista, vive más aislada ("solitarios permanentemente conectados", nos llamó Zygmunt Bauman).
"Había oído hablar con frecuencia sobre la lectura cuando era joven, y sabía que se hallaba extinta desde hacía mucho tiempo. Había visto libros; objetos muy antiguos. Aún quedaban unos pocos sin destruir en la biblioteca de la universidad."
En Alabanza (Random House, 2014), Alberto Olmos se refería -además de vaticinar el Nobel a Bob Dylan- a una extinción mucho más próxima, similar pero no idéntica: la muerte de la literatura tal y como la conocemos. Lo que entendemos por alta literatura, o literatura de prestigio, es cada vez más un arte vetusto y exclusivo cuyas claves es capaz de interpretar un número cada vez más pequeño de personas.
La novela de Tevis se estructura a través de capítulos encabezados por el nombre de los tres personajes principales. Por un lado Spofforth, un robot máquina nueve, los más perfectos jamás creados, que tiene sentimientos y lo recuerda todo pero carece de la capacidad de suicidarse, y se presenta como un tipo torturado y cansado de vivir. Por otro Bentley, un hombre que ha aprendido a leer, esa actividad vetusta y proscrita en la sociedad actual. Y, en tercer lugar de esta enumeración, Mary Lou, una mujer rebelde, que se ha escapado de una de las residencias en las que se "educa" a la población, que ha dejado de drogarse y ha descubierto ciertas fisuras en ese sistema de un mundo decadente.
"...una ciudad aturdida y carente de propósito, una ciudad de personas sumidas en un sueño narcotizado y de robots sometidos a un obsceno simulacro de vida..."
El estilo destaca por su sencillez, en Sinsonte prima la trama por encima de la forma. En la contraportada, parte del libro a menudo mentirosa, se habla de ecos de Fahrenheit 451, Un mundo feliz o Blade Runner, y en este caso se trata de referencias que tras le lectura siguen pareciendo acertadas. La primera por ese ocaso de los libros y la lectura, la segunda por los "sopores" que toma la población, que difícilmente no nos recordarán al "soma" con el que se mantenían en la placidez los personajes de Aldous Huxley (analogía también rastreable en Kallocaína de Karin Boye, otra distopía farmacológica, publicada en España por Gallo Nero), y la tercera, sin ánimo de hacer spoiler, por concomitancias con la escena de Blade Runner en la que el replicante pronuncia el mítico sintagma de las lágrimas en la lluvia.
Además de una historia muy entretenida, con sorpresas y acción, Sinsonte funciona como una indiscutible oda a los libros y el hecho de leer:
"El océano [....] provoca que algo misterioso se abra dentro de mi cabeza, al igual que lo consiguen algunas cosas que leo en los libros, haciéndome sentir más vivo de lo que nunca pensé que podría sentirme, y más humano [....] Todos esos libros -incluidos los aburridos y los casi incomprensibles- me han hecho comprender más claramente lo que significa ser humano."
Ese mundo distópico que Tevis imaginó en 1980, al parecer inspirado por la progresiva decadencia que con los años observaba ya entonces en el nivel de sus alumnos, ese mundo distópico y de tanta soledad, decía, en el que las familias ya tampoco existen y todo el mundo vive solo, también lo vaticinó en parte Charles Bukowski, no sé si antes o después que Tevis (Bukowski murió en 1994), cuando escribió su poema sobre los ordenadores:
Muy disfrutable y recomendable novela, e indispensable para quienes gusten de la ciencia ficción distópica.