En 2021, en Estados Unidos, un profesor universitario fue apartado de su puesto por unas imparables acusaciones de racismo tras poner a sus alumnos una adaptación en blanco y negro de Otelo, de 1965, en la que el personaje era interpretado por un actor blanco (Laurence Olivier) con la cara pintada de negro. La mancha humana, novela de Philip Roth publicada el año 2000, tercera entrega de la conocida como Trilogía americana, que inicia Pastoral americana (1997) y continúa Me casé con un comunista (1998), parece anticiparse a este estado de cosas que se ha ido agudizando en lustros posteriores. El protagonista, Coleman Silk, es un profesor universitario que acaba dimitiendo, si bien en un momento en que la presión sobre su persona ya parecía declinar, tras un incidente en clase tras el cual fue acusado de racista. Mientras pasaba lista, refiriéndose a dos alumnos a los que no había visto aún por clase, y que aunque él lo ignoraba resultaron ser de raza negra, preguntó a los presentes: "¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han hecho negro humo?".
En el recomendable ensayo La transformación de la mente moderna, publicado por Deusto en 2019, los autores analizan ciertos fenómenos actuales en los campus estadounidenses, donde se vetan conferencias o contenidos (tanto por parte de la derecha como de la izquierda políticas) que hacen "sentir incómodos" a ciertos alumnos. El propósito de la educación superior, creo recordar que venían a decir los autores, no debería ser hacernos sentir cómodos sino hacernos pensar. En este sentido, asistimos a otra escena similar en la película American fiction, basada en una novela de Percival Everett, cuando un profesor universitario (por otra parte negro) es invitado a tomarse un descanso tras haber hecho sentir incómoda a una alumna por escribir en la pizarra el título de un relato de Flannery O'Connor en el que aparecía la palabra nigger. En otro momento de La mancha humana, una alumna considera las obras de Eurípides (Coleman es profesor de clásicas) degradantes para las mujeres. "¿Eliminamos a Eurípides de la lista de lecturas?", pregunta Coleman.
La mancha humana plantea cuestiones muy interesantes y presenta un tapiz de las relaciones humanas en la sociedad estadounidense de segunda mitad del siglo XX, pero si estamos acostumbrados a los superventas de digestión rápida puede suceder que se nos haga bola. En su presente narrativo tiene lugar el caso Lewinsky, que el narrador, el Zuckerman de otras novelas de Philip Roth, relaciona con "la tiranía del decoro", lo que en Europa se suele tildar de puritanismo estadounidense. También usa las palabras "éxtasis de la mojigatería", a propósito del episodio de Bill Clinton.
El caso es que Coleman Silk es (y esto no se nos revela hasta pasadas las cien páginas del libro) una persona de raza negra, un mulato de piel clara hasta el punto de que su raza pasa desapercibida y puede ser ocultada. Este es otro de los secretos de Coleman, que a sus 71 años, siendo viudo, mantiene una relación con una mujer de 34. He aquí otro potencial escándalo.
La novela plantea el conflicto en las cien primeras páginas y luego retrocede en la vida de Coleman (analepsis) para hablarnos de su juventud. También hay después páginas de desarrollo de personajes, por lo que se diría que de la cien a la trescientas no hay un avance real en la acción, que en las últimas cien páginas se retoma. En la página 68, no obstante, hay un flash-forward o prolepsis y se nos comunica, a poco que estemos atentos, el final de Coleman y su amante. El estilo de Roth incluye palabras malsonantes, es algo descarnado y desesperado en el primer tramo del libro, y por momentos he pensado en ecos de Thomas Bernhard, también en algunas repeticiones de sintagmas, como sucede en el estilo machacón del genial austríaco, o en la misantropía que muestra Zuckerman: "me parecía que lo último que podría soportar de nuevo sería la compañía constante de otra persona".
Entre los personajes principales del libro encontramos también a un veterano de Vietnam torturado por la experiencia de la guerra o a una profesora francesa que se la tiene jurada a Coleman. A propósito del tema racial, y de su ocultación por parte del protagonista, se alude a la película Pinky (1949) de Elia Kazan. Valga decir, para terminar, que el título del libro se explica con una alusión a las criaturas inequívocamente manchadas que somos como seres humanos.
Una lectura muy estimulante, un libro sin duda meritorio.