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05 agosto 2010

La ofensa


Este libro me ha despertado sensaciones contradictorias. A ratos me ha gustado mucho, pero en otros momentos me ha llegado a desesperar. A lo largo de esta reseña intentaré explicar por qué.
La historia que cuenta es la de Kurt Crüwell, un joven sastre alemán que es llamado a filas en el momento en que estalla la II Guerra Mundial. Su novia es judía, así que, como comprenderéis, a ella le va algo peor. En el frente, ante una masacre que le toca presenciar, Kurt cae enfermo de forma extraña. Su cuerpo reacciona ante todo el horror dejando de sentir, así que queda insensibilizado. Esta afección del protagonista me recordó a la de El insensible de Andrew Miller. Hasta aquí la primera parte de las tres de que se compone el libro. En la segunda el narrador omnisciente pasa a contar la vida de Kurt en el hospital, y cómo conoce a una enfermera de la que se enamorará. Luego la acción da otro giro, pero quizás esté de más contarlo aquí. El caso es que, terminada la guerra, Kurt acaba en Londres como vigilante de un cementerio, y, por determinadas circunstancias tendrá que volver a revivir aquel suceso traumático que lo dejó insensibilizado.
Hasta aquí la historia que cuenta la novela, pero el quid de la cuestión radica en el estilo, en cómo está el libro escrito. Y está escrito en una prosa distanciada diría yo, objetiva, como de informe clínico. Al menos da esa sensación al principio. Llama la atención la longitud de algunas frases, por lo que a veces uno tiene que releer más de una. Es una sintaxis un poco barroca y, si bien el autor consigue hallazgos expresivos muy buenos, en ocasiones cae en cierta oscuridad. Por eso se me ocurre decir que la misma brillantez del libro se vuelve a ratos contra él. A veces resulta brillante y otras parece que infla demasiado las frases (o a lo mejor son limitaciones que uno tiene como lector). No cabe duda de que, a pesar de su extensión (unas ciento cuarenta páginas), escribir este libro requiere un gran esfuerzo.
Dejo algunos fragmentos y para terminar un ejemplo de frase enrevesada para que cada cual juzgue por sí mismo.
“Al fin y al cabo, hasta la más pedestre filosofía enseña que la vida se parece más a un cuadro de El Bosco que a un bucólico desayuno sobre la hierba.”
“…comprendió que el asombro, al fin y al cabo, es una categoría de lo cotidiano, y que sólo hay un dios, el azar, y que sólo existe una religión, la casualidad, y que cualquier otra interpretación de la vida y de sus accidentes no sólo está abocada al fracaso, sino que condena a la más absoluta ceguera.”
Y ahí va la frase o más bien una parte de la frase, porque entera ocupa una página del libro:
“Y si en la ira del Hauptsturmführer Löwitsch ante un calvario de piedra halló Kurt el milagro de una juventud implacable, en la negligencia del doctor Lasalle al permitir que sus enfermos fueran conducidos al campo de fútbol y ajusticiados allí mismo sin una sola palabra, casi sin dolor, bajo las ráfagas de ametralladora que sonaban igual que zapatos de claqué sobre un escenario, como si los soldados supieran que debían de morir de ese modo (sin suplicar) y los asesinos supieran que debían matar de ese otro (sin regodearse en la muerte), en esa sorda indiferencia de Lasalle, que entre el crepitar de los cuerpos talados continuaba hierático en el centro de la carnicería, con los brazos cruzados a la espalda, semejante a un funcionario que vigila a unos opositores durante la realización de un examen o a un profesor de anatomía que observa sin pestañear la vivisección de un hígado adulto,…”
¿Soy yo, o esta frase es perfecta para torturar al alumnado en un examen de análisis sintáctico?

6 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Cuando leí esta novela, que me gustó bastante (además, fue un bello regalo transocéanico), cada respiro que me permitía el narrador lo dedicaba a pensar en la profesión del autor: Licenciado en Filosofía, y en cómo estos estudios pudo haber influido en la calidad de su prosa, en su elaborado estilo y en las ideas que nos quería transmitir.
    Buscaré la película que mencionas.
    Saludos,
    R.

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  2. Hola, R.
    Supongo que es lo más normal pensar en cómo se reflejan los estudios de Menéndez Salmón en su estilo tan elaborado, como comentas. Me acordé de ello especialmente leyendo las páginas de reflexiones situadas antes de la pérdida de sensibilidad del protagonista.
    Ah, y la película no es una película, sino una novela :) "El insensible", de Andrew Miller. No la he leído, simplemente me pareció que los argumentos de ambos libros estaban algo relacionados.
    Saludos y gracias por pasarte.

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  3. Anónimo6/8/10 18:19

    Vaya... cualquiera suspendería si en lengua le pusieran una pedazo frase como esa... (sinceramente, no la he entendido, y más según iba bajando con el ratón y veía que no se acababa...).

    No he leído nada del autor así que poco puedo aportar. Ahora a leer algo facilito (frase punto frase punto, a poder ser sin oraciones subordinadas!)

    Saludos.

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  4. Eso, que el calor afecta a las neuronas.

    La verdad es que el autor es en mi opinión bastante bueno, lo único que a veces alarga y retuerce un poco las frases, pero por lo demás bien.

    Saludos.

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  5. El párrafo inicial me lo tuve que leer un par de veces, me cogió un poco de sorpresa;aún así me gustó mucho, como sabes. Te quedas casi sin aliento en algún caso pero, en un libro con esta temática, me parece un recurso de estilo bien utilizado.
    Besos,

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  6. Creo que coincidimos en que nos gustó, pero a ti te entusiasma algo más y a mí me da por pensar que riza un poco el rizo. Pero ya digo, me parece sin duda literatura de la buena. Un beso.

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