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28 abril 2011

Of Monsters and Men-Little Talks


“Los islandeses no dejan de sorprender por la diversidad de sonidos que predominan en su escena musical. El nuevo grupo de la cosecha es un cuarteto que practica un folk lleno de color. Se hacen llamar Of Monsters and Men y empiezan a llamar la atención tras ganar el Músiktilraunir, una especie de batalla de bandas celebrada en su país natal.
Si te gusta ese folk moderno y alegre a la Edward Shape & Magnetic Zeros, esto te va a gustar. Eso sí, habrá que esperar porque de momento no tienen programado su debut discográfico. Tranquilos, ya fueron fichados por una discográfica y llevan en el estudio desde hace unas semanas.” Fuente: Radio 3.


Más canciones del grupo aquí.

25 abril 2011

Franny y Zooey


Salinger, junto a Rulfo y Juan de la Cruz, es uno de esos autores con una obra tan admirada como escasa. Si no me equivoco, son sólo cinco los libros que conforman la totalidad de su producción: El guardián entre el centeno, Franny y Zooey, Nueve cuentos, Seymour: una introducción y Levantad, carpinteros, la viga del tejado. Desde que hace unos años leí El guardián… no había vuelto a asomarme a un libro de este longevo autor estadounidense, fallecido el año pasado a los 91 años, pero, tras disfrutar con Franny y Zooey, he tomado la firme de decisión de leer toda su obra.

Sin ser un thriller frenético ni contar nada extraordinario, Franny y Zooey (1955) me ha atrapado desde el inicio. Se nos muestra a algunos miembros de la familia Glass, que residen en un edificio de Manhattan: Franny, de veinte años, es la hija menor de los Glass, mientras que Zooey, de veinticinco, es el segundo del total de siete hermanos que componen la familia.

El relato se estructura en dos partes. Como puede adivinarse por el título, una corresponde a Franny y otra a Zooey. Hay que decir que Franny aparece también en la parte de Zooey, es ella quien adquiere mayor protagonismo. El segundo relato complementa al primero y completa su sentido. La primera parte nos sitúa en un ambiente universitario, y gira en torno a una conversación entre Franny y su novio durante una comida. El diálogo resulta muy natural, suena sincero, rico en matices y muestra a unos personajes complejos, creíbles. Franny se muestra insatisfecha, desencantada, y critica la artificialidad del ambiente académico en el que se mueve. Entre otras cosas, dice estar “harta de ego”, “harta de pedantes y engreídos”. Últimamente está rara, parece al borde del derrumbamiento íntimo. Pasa por una pequeña crisis, una crisis con la que también tiene que ver un libro, El peregrino ruso, que Franny dice haber sacado de la biblioteca. Se siente fascinada por el aire espiritual, y hasta místico, que desprende el libro. Salinger se muestra aquí buen conocedor de conceptos propios de la espiritualidad oriental.

Zooey intentará con sus palabras ayudar a Franny en esa crisis por la que pasa. La novela avanza de una forma muy fluida, como un soplo de aire. Encontramos una trama sencilla, con mucho diálogo y poca acción, casi como si de escenas teatrales se tratase.

Me parece un libro que quizá no guste a todos (puede no colmar las expectativas de algunos, dar impresión de ligereza), pero si uno simpatiza un poco con la pequeña de los Glass la lectura corre el riesgo de convertirse en una delicia. Nos tocará o no la fibra dependiendo del tipo de lector que seamos. Esto es casi como no decir nada, pero es así. A mí me ha gustado, eso también lo digo. Y me ha quedado claro que hay Salinger más allá de El guardián entre el centeno, así que lo seguiré leyendo.

18 abril 2011

La aurora


La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Federico García Lorca, Poeta en Nueva York.


Propuesta de comentario

"La aurora" es uno de los poemas más emblemáticos de Poeta en Nueva York, un libro en el que Lorca recibe la influencia del surrealismo. El autor se desplaza a Nueva York en 1929 (el año de la gran crisis, del crack de Wall Street, de los suicidios). Procedente de una pequeña ciudad, como era Granada por entonces, Lorca se siente admirado por las edificaciones de la gran urbe (Harlem le impresionó, en especial el jazz), pero al mismo tiempo va a criticar el materialismo, el sistema económico capitalista, la esclavitud del hombre en esa ciudad, la explotación, el racismo. En Los dueños del vacío, Luis García Montero escribe que Poeta en Nueva York “envenena por dentro todos los símbolos de la esperanza”. Es lo que observamos en este poema, una descripción del amanecer neoyorquino que no se presenta como algo hermoso: ese crepúsculo matutino ya está infectado en su centro. En el poema el autor expresa mediante esa descripción su horror ante la crueldad y asfixia de un modo de vida que anula al ser humano, expresa el desconcierto existencial, el desarraigo de los habitantes de la ciudad cuando comienza el día. No hay división en estrofas, pero se pueden diferenciar distintas partes. Los versos 1-8 son como dos estrofas encabezadas por “la aurora” que describen ese amanecer. En el verso 9 se introduce ya a los habitantes de la ciudad, que protagonizan el resto de versos, excepto el 17-18. Escribe García Montero que “la vertiginosa corriente de imágenes nos provoca un sentimiento negativo desolado”. El poema nos contagia un sentimiento: si analizamos el léxico (cieno, huracán, negras, podridas, gime, angustia, nadie, furiosos, taladran, devoran, abandonados…) y las partículas (sin, des, ni, in), que suelen negar conceptos de connotaciones positivas, observamos que todo va en una misma dirección. Los símbolos de la esperanza aparecen destruidos. Esas columnas de cieno aluden a la arquitectura de la ciudad, a sus rascacielos. Las palomas (símbolo de la paz, el Espíritu Santo en la religión cristiana) forman aquí un huracán destructor y son de color negro, quizá por el humo. El agua, elemento purificador, está podrida, estancada. Aquí no es símbolo de la vida sino todo lo contrario. A continuación se personifica a la aurora, que “gime” buscando “nardos”, un elemento natural. Esa búsqueda se sospecha infructuosa en una ciudad que vive de espaldas a lo natural. Cuando leemos “nadie la recibe en su boca”, puede que se esté aludiendo, aunque hay distintas interpretaciones, a la hostia consagrada, que tiene la misma forma circular de ese sol que sale. Y, como nadie la recibe, allí no hay esperanza, no hay paraíso, se trata de un auténtico un infierno. Los niños, que representan la esperanza en el futuro, tienen el corazón taladrado, son devorados por el mercantilismo, por esas monedas que parecen abejas metálicas. Más adelante se habla del “cieno de números y leyes”. En relación con esto, en otro poema del libro leemos que “debajo de las multiplicaciones / hay una gota de sangre de pato” (de nuevo la lucha entre lo natural y lo artificial, la civilización que aniquila la naturaleza). El autor retrata un mundo en el que el trabajo no permite recoger los frutos. La luz, otro símbolo positivo, (el triunfo de la Razón en el XVIII, el siglo de las luces) aparece aquí sepultada, y la ciencia ha perdido sus raíces. “No se niega la ciencia, sino la que carece de raíces” (García-Posada). La ciencia ha perdido su enlace con la naturaleza y ha destruido la armonía natural del hombre con el mundo. Se señala a un culpable de esta degradación: el dinero, el mercantilismo desaforado. Y finalmente está esa imagen demoledora de la gente caminando insomne (una ciudad sin sueño y sin sueños), alienada, “como recién salidos de un naufragio de sangre”. Se trata como hemos visto de un poema muy visual, una denuncia del lado oscuro del capitalismo y el mundo industrial, del progreso científico que olvida el progreso humano.

14 abril 2011

Desaforado


-No es necesario, ni siquiera conveniente, que respetes a todos, pero sí que lo aparentes.

-Di la verdad como si mintieras y nadie dudará de tus mentiras.

-No vayas a todos los sitios que podrías ir, ni aceptes todas las invitaciones que recibas. Piensa que el omnipresente está siempre a un paso del olvido. Porque has de tener siempre presente que en la cosa social se impone sobre el que siembra de continuo el que domina con precisión el arte del barbecho.

-El que a buen árbol se arrima debe tener cuidado con los vertidos de los pájaros que anidan en sus ramas.

-Un buen regalador debe (…) elegir objetos que, no ofendiendo el gusto propio, satisfagan el del destinatario, que constituye su esfuerzo principal. Y si no fuera esto posible, por ser ambos de gustos contrapuestos, deberá plegarse al del regalando, que prevalece siempre salvo cuando la incompatibilidad es de tal grado que es preferible no regalar nada y cambiar de amigo.

-Si ya has visto que te han visto, no mires si te miran.

-Nunca es el silencio la mejor respuesta, porque los que están en contra creerán que otorgas y los que están a favor desconfiarán de tu tibieza. Sólo es elocuente el silencio en el desprecio, porque, como dice Plutarco, responder a todos es rasgo de servilismo y falta de dignidad.
-La peor crítica: recela siempre de los que sólo dicen de tu libro que está bien escrito.

-La buena educación es un catálogo de pautas para no resultar desagradable; una educación completa incluye, además, saber serlo en el momento oportuno.

-Sólo debes escribir como hablas si hablas bien. De lo contrario, ni hables ni escribas.

-Si de ordinario tienes el gesto torcido, exíliate en Pisa.

-Cuando vayas a expresar una opinión extrema deja siempre la puerta abierta a una interpretación en broma.

-Despégate de los que confunden la lucidez con el lucimiento.

-Hay en las personas bondadosas arrebatos súbitos y poco frecuentes de cólera, malicia o mezquindad que, quizá por su rareza, no son nunca perdonados. Sin embargo, los destellos de piedad en los criminales, el chispazo oportunista e inconsciente del mediocre, los redimen en la opinión ajena de todo el mal que hayan causado.

-Qué pena sería, tras haber leído todos los libros, darse cuenta de que la carne no era tan triste. [En alusión al conocido verso de Mallarmé: “la carne es triste, ¡ay!, y yo he leído ya todos los libros.”].

-Creía Nietzsche que si la vida humana fuese más larga el número de individuos maduros sería mayor. El tiempo lo ha desmentido porque el aumento de la esperanza de vida se ha hecho, en la mayoría de los casos, mediante el incremento de las etapas de la infancia y la senilidad.

-No quiso hacer nada que pudiera ser malinterpretado: no hizo nada.

-Porque suele decirse, de un modo un tanto superficial, que una prueba de la veracidad de la fe cristiana es que ha sobrevivido pese a los desmanes y los crímenes de la Iglesia, pero, por un razonamiento similar también podría decirse que ha sobrevivido gracias a ellos.

-El que trabaja en ayuda de los oprimidos en lugar de luchar contra la opresión tal vez sólo busque conservar su empleo.


-Snob: no digas que conoces a quien no te reconoce.

-Te pierden las formas, no porque tu fondo sea bueno, sino porque con mejores formas, podrías ocultarlo más fácilmente.


Juan Varo Zafra, Desaforado (Alhulia, 2002).

10 abril 2011

Un hombre que duerme



Lees a un autor que te resulta interesante, ese autor menciona a otro autor que a él le interesa y piensas que ese segundo autor también puede interesarte a ti. Y, en efecto, así ocurre. Ya ves, el mundo, después de todo, no está tan mal hecho.

Es ni más ni menos lo que me ha ocurrido con Georges Perec. Teniendo en cuenta las opiniones entusiastas hacia su obra de Enrique Vila-Matas y Roberto Bolaño, dos autores que me resultan bastante estimulantes, se podría decir que ha pasado demasiado tiempo hasta que no me he asomado a uno de los libros del francés. Dejando para más adelante La vida, instrucciones de uso, realizo una primera incursión en la narrativa de este singular autor con Un hombre que duerme (1967), una de las novelas de Perec que ha tenido a bien rescatar la editorial Impedimenta.

El libro se abre con una cita de Kafka que no me parece inútil reproducir aquí: “No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies.” Unas líneas que nos dan una pista de por dónde van los tiros en esta novela. Su protagonista es un estudiante de veinticinco años que, secundando el “preferiría no hacerlo” del mítico personaje de Melville, decide, sin premeditarlo, no levantarse de la cama el día de su examen de Sociología. Sin ganas de continuar, deja de ir a clase, de ver a sus amigos y se dedica a la vida contemplativa. Se recluye en su buhardilla, lee, duerme, lava su ropa, mira las grietas del techo, escucha los ruidos del piso vecino.

Expresa así sus intenciones: “Salir de todo proyecto, de toda impaciencia. Estar sin deseo, sin despecho, sin rebeldía. Aparecerá ante ti, al hilo del tiempo, una vida inmóvil, sin crisis, sin desorden: ninguna aspereza, ningún desequilibrio. Minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día, estación tras estación, algo que nunca tendrá fin va a comenzar: tu vida vegetal, tu vida anulada.” Inicia de este modo una especie de vida inerte, invisible. Frente a la idea de triunfo imperante, frente a los grandes proyectos, se dedica a vivir sin muchas aspiraciones. Recorre como un sonámbulo, mayormente de noche, las calles de París, va al cine, resuelve los pasatiempos del periódico, juega solo a las cartas, va a la biblioteca…

“…te vas desprendiendo de todo, desvinculando de todo. Descubres, a veces casi con una especie de embriaguez, que eres libre, que nada te pesa, ni te gusta ni te disgusta (…) Experimentas un reposo total, estás, en cada momento, resguardado, protegido. Vives en un paréntesis venturoso, en un vacío lleno de promesas del que no esperas nada. Eres invisible, límpido, transparente. Ya no existes…”

Distanciamiento, desapego… Como habréis observado, el libro está narrado en segunda persona, algo se podría decir original, cuanto menos poco usual, que favorece el desdoblamiento. Abundan en la novela las enumeraciones, uno de los elementos que dota de ritmo a la narración.

Este modo de vida del protagonista, cuyo nombre desconocemos, se revela finalmente insatisfactorio, fallido. Leemos, así, que la indiferencia no enseña nada, que no ha aprendido nada. “El mundo no se ha movido y tú no has cambiado”, dice.

Crónica de lo insucedido, Un hombre que duerme no ha sido exactamente lo que me esperaba, pero me parece una propuesta interesante para aquellos que busquen libros diferentes al resto. Seguiremos leyendo a Perec.


La adaptación cinematográfica de la novela, de título homónimo, cuenta con el guión del propio Perec. Un fragmento de la película pinchando aquí.


Antes he aludido a Bartleby, el escribiente. En la novela, Perec se refiere al célebre personaje creado por Herman Melville, aunque no lo nombre:


"Hace un tiempo, en Nueva York, a algunos centenares de metros de los malecones donde baten las últimas olas del Atlántico, un hombre se dejó morir. Trabajaba como escribiente para un jurista. Escondido tras un biombo, permanecía sentado en su escritorio y nunca se movía. Se alimentaba de galletas de jengibre. Miraba por la ventana un muro de ladrillos ennegrecidos que casi habría podido tocar con la mano. Era inútil pedirle lo que fuese, que releyese un texto o fuese a correos. Ni las amenazas ni los ruegos ejercían poder sobre él. Al final, se quedó casi ciego. Hubo que cazarle. Se instaló en las escaleras del edificio. Entonces lo encerraron, pero se sentó en el patio de la cárcel y se negó a alimentarse."

¿Está claro, no?

07 abril 2011

Agnes Obel-Philharmonics


Título del álbum: Philharmonics

Artista: Agnes Obel

Año de publicación: 2010

País: Dinamarca.

Género: Folk/Indie.

Títulos del disco: 01 Falling, Catching, 02 Riverside, 03 Brother Sparrow, 04 Just So, 05 Beast, 06 Louretta, 07 Avenue, 08 Philharmonics, 09 Close Watch, 10 Wallflower, 11 Over The Hill, 12 On Powdered Ground.

Duración: unos 39 minutos.

04 abril 2011

En la ciudad de Sylvia



En la ciudad de Sylvia (2007) es el quinto largometraje del cineasta español José Luis Guerín. Presentada en el festival de Venecia, esta película experimental se centra en la historia de un joven dibujante, que pasea por las calles de Estrasburgo observando en plan contemplativo. En ese recorrido encontrará a Sylvia, una mujer de la que se enamoró hace un tiempo.


Se trata de una película lenta, de silencios (en este sentido me recordó a la coreana Hierro 3, en la que las primeras palabras de la película se dicen más bien al final, si no recuerdo mal), con mucho plano fijo (apenas hay movimiento de cámara) y poca acción (se podría decir que en todo el metraje no pasa casi nada). Un tono abstraído, ensimismado, lo empapa todo. Constituye un retrato poético del día a día de la urbe, de los pequeños gestos que no vemos, acelerados como vamos siempre. Uno se deja llevar por el ritmo hipnótico de la cinta, en esa búsqueda obsesiva del protagonista.

Me parece una propuesta cuanto menos interesante. Hay que agradecerle a Guerín el intento de hacer algo distinto al resto, fuera de los convencionalismos, pero también es cierto que a mucha gente le puede aburrir.

Lo mejor: el baile lento que propone, su aire evocador. Lo peor: puede hacerse repetitiva y quizá no deje un gran poso. También se ha dicho que el protagonista es un poco ingenuo.