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04 agosto 2011

La fórmula preferida del profesor


Cuando leemos que un libro reciente ha vendido dos millones de ejemplares, son varios los pensamientos que nos pueden cruzar la cabeza. Podemos suponer que algo tendrá el libro cuando ha concitado la atención de tanta gente, pero también, sobre todo si somos reacios a dejarnos llevar por fulgurantes fenómenos editoriales, albergar cierta cautela, o pensar que no se acercará a nuestra sensibilidad. La lectura puede ratificar nuestras reticencias iniciales, pero también puede ocurrir que al terminar La fórmula preferida del profesor acabemos convenciéndonos de que no es el típico superventas al que estamos acostumbrados. Algo así ha acabado concluyendo el que escribe estas líneas.

La historia está narrada por una asistenta que entra a cuidar a un anciano, un viejo profesor de matemáticas que en 1975 (la novela transcurre en el 92) tuvo un accidente de coche y, tras golpearse en la cabeza, es incapaz de almacenar nuevos recuerdos. Su trastorno recuerda al de alguno de los personajes de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks. Para recordar las cosas indispensables, el profesor lleva, unidos con imperdibles a la tela de su traje, una serie de papelitos con anotaciones. Uno de ellos dice: “Mi memoria sólo dura ochenta minutos.”

Sus recuerdos se detienen en el año de 1975, y desde entonces su memoria es como una cinta de vídeo que únicamente graba los últimos ochenta minutos. Aquí el lector se acordará de otras historias a vueltas con las pérdidas de memoria (véanse Memento o Dark City, por poner dos ejemplos). Un total de nueve asistentas se han sucedido sin que se hayan podido adaptar a las peculiaridades del profesor. La historia es el relato de la décima, que triunfará en su cometido: el profesor se encariñará con ella y con su hijo de diez años, un aficionado al béisbol al que apodará Root (raíz cuadrada). Y es que la gran pasión del profesor son las matemáticas, que constituyen uno de los ingredientes del libro. Uno de los méritos de la autora consiste en conseguir integrar en la historia algo de antemano tan frío como los números, y que el lector acabe viéndolos, al igual que la narradora, como algo hermoso.

La fórmula preferida del profesor es una historia entrañable, sencilla y entretenida. Desprende una belleza, una suerte de pureza que la emparenta con el haiku, como apuntan en la contraportada. Belleza, hermosura… Estoy empleando palabras que pueden sonar ñoñas pero que me parece que describen el efecto que produce el libro de Yoko Ogawa. La edición de Funambulista contribuye en buena medida a que esta lectura sea una muy grata experiencia.

El hecho de que se trate de una novela de aprendizaje, de iniciación se diría, nos lleva a acordarnos de la película Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera del coreano Kim-Ki Duk. La fórmula preferida del profesor no es un libro denso, ni el libro más complejo que vayamos a leer en nuestras vidas, pero, como decimos, no es el típico best séller. Estamos ante una novela agradable, delicada, tejida con pocos elementos, que consigue reconciliarnos con el mundo y nos recuerda la importancia de cosas tan esenciales como la generosidad o la amistad. Una novela para el gran público que seguirá encontrando muchos lectores.

9 comentarios:

  1. Ayyy qué ganas me han entrado de leerlo!! Seguro que no tardo, porque acabo de leer el último que ha publicado la autora y me ha encantado también: me quedó la misma sensación que describes de reconciliación con la humanidad :)

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  2. Qué ganas de leerlo!!!
    No lo conocía, pero me ha encantado la reseña, me lo apunto =)

    Besotes

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  3. Isi: Pues casi seguro que este también te gusta. Yo con este libro estaba peor que un niño: era el primer libro de Funambulista que leía y me gustó mucho la edición y demás. No me despegaba de él. Quería aprovechar para desearte un buen verano. Un abrazo, Isi.

    Shorby: Me alegro! Espero que te guste. Besos y gracias por comentar.

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  4. Sólo leyendo tú reseña ya ha despertado en mi esos sentimientos "ñoños"... lo leeré

    Besos
    Lourdes.

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  5. Me alegro de que te interese. La verdad es que lo que cada uno considera ñoño es tan diferente que a lo mejor no se puede orientar uno mucho por eso. Si al final te decides a leerlo, ya nos contarás qué te ha parecido.

    Un saludo.

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  6. Tengo muchas ganas de leer este libro del que he oído hablar muy bien, de Ogawa leí el embarazo de mi hermana que me sorprendió muchísimo, y tengo en casa La niña que iba en hipopótamo a la escuela, que cogeré en breve. Un abrazo

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  7. Casi seguro que te gusta, Carol. Ya leeremos tu opinión.

    Qué difícil es que se te escape algún autor japonés...

    Un abrazo.

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  8. Me gustó mucho este libro. Espero este año retomar a esta escritora que ya hay varios libros donde elegir.

    Un saludo!

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  9. Entonces coincidimos... La verdad es que yo no sé muy bien por dónde seguir con la autora, pero este me ha gustado bastante, incluida la edición de Funambulista. Un saludo.

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