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08 mayo 2015

Premios paripé

Fotografía de Pierpaolo Mittica


He empezado a catalogar, para mis adentros, como Premios Paripé a todos esos concursos literarios (que generalmente coinciden con los de mayor dotación económica) en los que no hay tal competencia, sino elección a dedo.

De un tiempo a esta parte, la gente se viene callando menos (también en los premios de poesía, cuyos chanchullos denuncian algunos espacios -véase Patrulla de salvación-) y la práctica se ha convertido en un secreto a voces. Así, los propios editores hablan en términos de “no me sale rentable darle el premio a Fulano”, y existen autores que declaran que le han ofrecido tal o cual premio (por encargo, antes incluso de haber puesto el primer punto y la primera palabra de la novela), pero que lo rechazaron, o bien dicen no tener claro qué harían si se lo ofreciesen.

No critico, claro está, que estos premios se concedan. Lo que me parece grave es que se disfracen de concurso, con todas las connotaciones corruptas que eso acarrea. Quizá no esté de más recordar la dinámica de los más conocidos. Cada año se publican, antes de emitir el jurado su veredicto, las cifras de participación. Alto grado de ingenuidad, piensa uno viendo los números. Luego, para continuar con la farsa, conocemos la lista de ocho o diez finalistas, y se hacen públicos los seudónimos de los autores, que garantizan en apariencia la limpieza del certamen. Finalmente se celebra una gala de entrega con un jurado de reconocidos escritores que se prestan al paripé de salir en la foto aplaudiendo y sonriendo y en la que se abre un secretísimo sobre con el nombre del ganador, que demuestra sus dotes de actor tratando inexorablemente de parecer sorprendido.

La pantomima, siguiendo la terminología puesta en boga por los políticos emergentes de Podemos, desprende un palpable tufo a casta (con perdón). Uno, igual evidenciando una visión demasiado pura del cotarro literario, no sabe qué pensar cuando encuentra, entre los miembros fotografiados del jurado, a un autor que le interesa y que creía al margen de todos estos tejemanejes. ¿Se puede ser un escritor serio y prestarse a este tipo de corruptelas? Una reciente biografía sobre Juan Marsé dejaba claro que, en su caso, no, pero imagino que, desde un punto de vista más pragmático, resulta una táctica (tan comprensible o tan desesperada como otra cualquiera) para centrar en su persona los focos, con el fin de iluminar su obra al gran público, una obra construida de forma honesta, sin concesiones a un tiránico mercado al que ahora, saliendo en la foto del jurado (no hablo ya del hecho de aceptar uno de estos premios, que no convierten de antemano a un libro en un mal libro), al menos momentáneamente, se hace un descarado guiño.

6 comentarios:

  1. Esto es más grave para la literatura que la piratería, sin más. Buen artículo.

    Un saludo, Jesús.

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  2. Gracias por la lectura atenta, Rafael. Un saludo.

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  3. Me ha gustado mucho esta entrada, Jesús. Comparto tu opinión. Ciertamente decepcionado con Marsé...saludos desde Jaén.

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  4. Creo que me he explicado mal, Ramón. La conducta de Marsé me parece intachable en este sentido: entró un año de jurado en el Planeta, se quejó y al ver que la cosa seguía igual se marchó (si pinchas en el enlace lo podrás leer con pelos y señales). Por lo demás, gracias. Un saludo.

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