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14 enero 2016

Los hermanos Tanner



Caminante infatigable, de forma lógica podría Walser haberse llamado Robert Walker,de parecerse el mundo, claro, a una novela galdosiana, donde, se diría que siguiendo el dictamen latino in nomen omen, nos hemos habituado a los nombres parlantes, de modo que una mujer benemérita no puede sino llamarse Benigna y si de alguien se pretendiera señalar su inmunidad a la retención de líquidos -o todo lo contrario- habría de bautizarse, imagino, Ptolomeo.

Pasan los años y no nos deja de resultar hermosa, aunque suene a lugar común de erudito a la violeta, la muerte de Walser, caído sobre la nieve durante un largo paseo, para colmo, el día de Navidad, tras más de dos decenios en el psiquiátrico de Herisau. En Los hermanos Tanner, por uno de esos caprichos de la vida, premonitorios en este caso, se relata el fallecimiento de un personaje a quien Simon, uno de los hermanos, se halla tirado sobre la nieve. “Yacer y congelarse (…) sobre la nieve: ¡qué espléndido reposo!”, escribe Walser glosando, se diría, su futura muerte. “Es lo mejor que pudiste hacer. (…) Tu muerte bajo este cielo constelado es muy hermosa y no podré olvidarla en mucho tiempo”. Aunque a veces nos resulte un tanto ingenuo, qué universo más personal el de Walser, qué auténtico, cercano, tierno. Qué bello, humilde e insobornable. Y qué despilfarro adjetival, el mío.

Novela de juventud, escrita antes de que comenzaran sus problemas de salud mental, como ahora dicen, en Los hermanos Tanner predomina, en una trama más bien difusa, el tono reflexivo, poético. Al leerlo pensamos en Thoreau, en La montaña mágica de Thomas Mann, en el tono reposado y entrañable de algunos capítulos de Doctor en Alaska. Se pueden rastrear en el libro ciertos paralelismos con la vida de Walser (1878-1956), que publicó la novela antes de cumplir los treinta: la lírica, o la épica, o la actitud vital del caminar, del paseo, del ser errante; los diferentes trabajos por los que el autor pasó en su juventud; el hecho de tener un hermano pintor.

De la obra de Walser, fecunda en reflexiones sobre la vida, puede extraerse cierta ética. Algunos la han llamado "la ética del empequeñecimiento".

Algunos fragmentos:

"¿De qué sirve poner cara seria, pienso, si el destino nos ha asignado, casi diría que seleccionándonos previamente, el papel de bufones?"

"Tengo que buscarme otra vida, una nueva, aunque mi vida entera deba consistir en la simple búsqueda de esa vida."

"Los indefensos estimulan con excesiva facilidad en los fuertes el deseo de hacerles daño. Alégrate de poder sentirte fuerte y deja en paz a los débiles. Abusar de tu fuerza para vejar a los débiles arroja una mala sombra sobre ella."

"Pues ¿qué era un muerto? Oh, una incitación a la vida. Nada más."

Más Walser en este blog:
-Jakob von Gunten
-El paseo


Calle Robert Walser en Zürich

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