Christian Bobin va a cumplir sesenta y cinco años. Vive en el sitio donde nació. No le gusta viajar. Apenas concede entrevistas, no da conferencias. Ha publicado más de medio centenar de obras. Pocas se han traducido al castellano. Aquí en España Árdora ha publicado Autorretrato con radiador (2006) y Un simple vestido de fiesta (2011). Sibirana Las ruinas del cielo (2012). Libros Canto y Cuento la novela La más que viva (2016). Thassàlia El bajísimo. San Francisco de Asís (1997). Se le conoce poco por estos pagos aunque, me parece, tiene un minoritario y fiel grupo de seguidores que, admirando sus libros, demandan más traducciones. La aureola de autor de culto parece ajustarse bien a su figura.
Autorretrato con radiador fue publicado en Francia en 1997 por la prestigiosa Gallimard. El libro tiene forma de diario, que abarca casi un año, escrito poco después del fallecimiento de la esposa del autor. La frase que sigue da una pista de su reacción en este libro a ese funesto acontecimiento:
"...pero no: en pleno centro del desastre, uno se para, enciende un cigarrillo y habla de la luz de los cerezos en flor".
Su mirada (honda, reflexiva, lúcida) se centra a menudo en lo humilde, el amor, la naturaleza. Llega a caer, por momentos, para mi gusto, en lo cursi, como cuando escribe: "Diez rosas en la cocina, diez rosas en el despacho, veinte cartas de amor".
He de confesar que la lectura me ha despertado sensaciones encontradas, afinidades y desacuerdos. He realizado un esfuerzo de empatía, pero la visión de Bobin acerca de algunas cosas esenciales, sobre las que vuelve, entran en mi sangre -con perdón- como el aceite al contactar con el agua. Si uno es ateo (como es el caso, a día de hoy, de este que escribe), quedan lejanas declaraciones de este tipo: "Creo en la resurrección de los cuerpos y de las almas. Esta creencia está en mí como el aire en los pulmones". O esta otra, que parece de catecismo: "Los locos, los leprosos, los histéricos, los ciegos, los mudos, los paralíticos: Cristo socorre a todos". Por lo que imagino que cierta vena religiosa (aunque Bobin dice preferir el término "espiritual") ayuda a disfrutar en mayor medida el libro.
Por otra parte, como digo, Bobin es certero y lúcido y no deja de soltar perlas:
"El arte de la conversación es el arte mayor. Los que gustan brillar en él no entienden nada. Hablar de verdad, es amar, y amar de verdad, no es brillar, es arder."
"Durante tres días, analfabeto: nada como una preocupación para hacer ilegible el mundo".
"Hacer al menos una vez lo que nunca se hace. Seguir, aunque sólo sea un día, una hora, un camino distinto que aquel en el que el carácter nos puso."
"Me hice escritor o más exactamente me dejé hacer escritor para disponer de un tiempo puro, desprovisto de cualquier ocupación seria".
El imperio de lo útil, lo práctico, que a veces a algunos nos ahoga, se cuestiona. Se reivindican actividades más contemplativas. Bobin atiende a lo íntimo y a lo sencillo, al pájaro que se asienta en la rama, a la vida de las flores. Además de la parte espiritual, la reflexión sobre el hecho de escribir se encuentra bastante presente. Algunos fragmentos se instalan en el género del aforismo.
El título me parece muy bueno.
Sobre la traducción, algunos detalles hacen pensar que no está muy cuidada. El uso de los guiones no se ajusta a lo preceptivo en castellano, y hay tildes ausentes o mal colocadas.
Aún siendo como tú, ateo, me ha convencido esta alabanza del amor, de enfrentarse a la muerte agarrándose a la luz de la vida.
ResponderEliminarSin duda es un autor muy interesante, espero volver a sus libros. Saludos.
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