Hace ya unos años que tenía intención de leer a José María Fonollosa, autor nacido en Barcelona en 1921 y muerto en esa misma ciudad en 1991, con sesenta y nueve años. Cuando, en su comentario de mi libro de poemas Aproximación a la herida (Baile del Sol, 2016), David Pérez Vega aludió a Fonollosa por el parecido temático (la soledad del ser humano en las ciudades, el fracaso, el yo herido), me dije que debía decidirme a leer de una vez a este escritor, del que sólo conocía poemas sueltos vistos en la Red. Pero han pasado unos años hasta que he comprado Ciudad del hombre (Edhasa, 2016), que reúne por primera vez de forma completa, en edición a cargo de José Ángel Cilleruelo, este extenso libro de poemas en el que Fonollosa trabajó durante décadas.
El caso de José María Fonollosa no es del todo habitual. Sufrió recurrentes rechazos por parte de las editoriales, a las que llegó a llamar "fortalezas inexpugnables", y no fue agraciado con ninguno de los premios a los que se presentaba. Sólo un año antes de su muerte, en 1990, vio publicada de forma parcial este libro, con el título de Ciudad del hombre: New York. Ese aislamiento editorial queda reflejado en uno de los poemas: "Son los mismos. Están aún los mismos / que me dijeron "No" ya hace veinte años..." Vivió, además de en la ciudad condal, en Nueva York y La Habana.
En un principio este libro se iba a llamar Los pies sobre la tierra. Cilleruelo cuenta en el prólogo cómo, al ver en un escaparate la Ciudad de Dios de San Agustín, Fonollosa pensó que a él le interesaba la ciudad del hombre, no la de Dios, y eso dio lugar al cambio de título. El libro está planteado como un itinerario por una ciudad, Barcelona, y sus distintos barrios y calles a lo largo de una tarde noche. Las secciones son "Poble Sec", "Raval", "Aglomeració urbana", "Casc Antic" y "Eixample". Los poemas van titulados con el nombre de calles de estas zonas barcelonesas.
El libro está escrito casi en su totalidad en endecasílabos, por lo general sin rima, salvo alguna puntual asonancia. Arranca ortográficamente muy mal, con una coma entre sujeto y predicado que nos salta a la cara en el primer verso. También se observa que el autor no se priva de colocar acentos internos en las sílabas quinta y séptima, como tengo entendido que es preceptivo a efectos rítmicos del endecasílabo, por lo cual los más puristas acaso vean en ellos algunos "errores". "Te pierdes lo bueno buscando el error, te pierdes lo mejor", dice una canción de Kase.O.
Y es que el libro tiene poemas buenísimos. Dentro de la variedad temática que existe, los mejores me han parecido los referidos a la soledad del ser humano contemporáneo en las grandes ciudades, el fracaso y las heridas interiores. También hay un soneto que me ha gustado mucho en el que Fonollosa explica, precisamente, por qué no le gusta escribir sonetos. Se trata de una poesía bastante narrativa (en esta línea, el autor llegó a escribir una novela en verso).
No obstante, el libro me deja sensaciones encontradas. Alguna respuesta a mi desconcierto la he encontrado leyendo el prólogo (después del libro), en el que José Ángel Cilleruelo refiere que el autor no habla desde una única voz, desde su yo poético, sino que, llevando al extremo el juego con los heterónimos de Fernando Pessoa, pretendía dar voz a una multiplicidad de seres, habitantes de esa ciudad del siglo XX por la que nos invita a dar un paseo, en el que nos encontramos voces de asesinos ("es hermoso matar"), machistas inconfundibles ("es la hembra de la especie. La de todos. / Y ha de entregarse a aquel que la apetezca"), proxenetas, violadores ("Por tanto, aunque te tome por la fuerza, / es mi derecho usar lo que es de todos"), atentados varios contra el Código Penal.
Por otra parte, en este juego de voces no dejan de aparecer discursos opuestos, y en otro poema se lee: "Debiera liberarse a la mujer / de la opresión en que la tiene el hombre". Estos poemas "inmorales", aunque encajan con el plan general del autor, siento que como lector me aportan poco y hacen que se resienta el conjunto. No quisiera que se entienda esto como una muestra de puritanismo (en general suelo estar en contra de la cultura de la cancelación que parece imponerse en estos días, con el caso célebre de la momentánea censura de Lo que el viento se llevó, por ejemplo), pero no me apetece tanto escuchar en este libro a un asesino (salvo que los hallazgos expresivos levanten un poema meritorio, y como ejemplo sirvan las magníficas flores del mal de Baudelaire) como escuchar la voz interior del propio Fonollosa. Pero hay un puñado de poemas que me han gustado mucho.
Bonita edición de Edhasa, por otra parte.
"Y aquí entre tanta gente, en la ciudad, siente uno que no importa nada a nadie".
"Me duelen las heridas que he sufrido como si fueran hechas de inmediato. Una por una están. Apretujadas, muy juntas, asustadas, en mi mente."
"Voy por la calle solo y sé que soy un cuerpo que camina como un perro perdido, como un perro".
"Tal vez encontraría en otro sitio, en otra casa, en otra gente, en otra ciudad, el mismo o peor desasosiego."
precioso
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