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26 noviembre 2023

"La condición urbana", "Serie B" y "Ola de frío", de Karmelo C. Iribarren

 

Aprovechando que se encontraban en la biblioteca donde trabajo, he leído de forma consecutiva tres libros de poemas de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) publicados por Renacimiento. Se trata de La condición urbana (1995), Serie B (1998) y Ola de frío (2007). Hace unos años que Iribarren se mudó a la editorial Visor, donde ahora estos libros aparecen incluidos en su poesía completa.

 

La de Iribarren es una poesía clara, directa, minimalista, sí, pero no llegaría a decir antirretórica (utiliza bastantes comparaciones, polisíndetos, encabalgamientos, algunas metáforas, anáforas...). En un poema de La condición urbana emplea un recurso retórico, la tmesis, que ya emplearon Quevedo o Fray Luis, en este caso para crear un doble sentido crítico y humorístico cuando habla de un simposio y de "eminencias con- / trastadas / en el manejo de las lenguas". Lo que sí exhalan los versos del donostiarra es cierto desdén hacia la poesía más académica o vacuamente ornamental, como en este "Fax a los poetas":

 

"No se preocupen.

Ustedes sigan

adornando

sus jodidos arbolitos

de Navidad.


Yo haré

el trabajo

sucio."


Recuerda uno, en este sentido, un poema muy similar de Roger Wolfe, poeta al que Iribarren cita en La condición urbana. La obra de ambos guarda ciertas concomitancias y se suele enclavar en el realismo sucio. Es perceptible la visión irónica y pesimista de la vida que trasminan los poemas de Iribarren, donde casi siempre -y es de agradecer- está presente la hondura. Destacaría también del autor la habilidad para insuflar a lo que quiere contar toda la fuerza posible que pueda caber en la página, utilizando para ello recursos como los espacios en blanco, la acotación, el paréntesis, con finales a menudo potentes.

 


 

Se trata de un autor con mucha calle, que trabajó de camarero, que consiguió dejar el alcohol, y en sus poemas son frecuentes las escenas callejeras de la ciudad, que el poeta vive u observa: miradas que se cruzan en los bares, trayectos en autobús, reflexiones sobre el hecho de estar vivo en este perro mundo, momentos cotidianos significativos (los músicos callejeros, los mendigos sin techo, las bandas urbanas, los jóvenes que esperan el transporte, los viejos que avanzan por el paso de peatones, ingredientes en definitiva de todo el ecosistema urbano). Como puede verse en el poema anterior, no elude los coloquialismos y los disfemismos ("no te jode", "a ver qué hostias haces"). En el siguiente poema, incluido en Serie B, se observa una aguda crítica social, al tiempo que una gran concisión:


"Los dos

bajaban

por la calle

cubiertos

de sangre.

Nadie

les prestaba

atención.

Así era

la ciudad."


Este tipo de poesía donde abundan las frases cortadas y se abusa del intro hay cierto tipo de lector y de escritor que la desdeñan y ni siquiera la consideran como tal: ya he dicho en anteriores ocasiones que a mí me gustan diferentes tipos de poesía, y la de Iribarren, por supuesto, no es una excepción. Normalmente no hay rima, aunque a veces aparecen algunas asonancias. La C. del nombre del autor es de su primer apellido, Caballero, por lo que sus forofos pueden hacer la rima fácil:


"Poderoso Caballero

es don Karmelo."


La de Iribarren es una voz poética con personalidad y un estilo definido desde sus inicios. No escapa tampoco de cierto componente sentimental (en el buen sentido). Lo único que echa un poco para atrás es que se sucedan y proliferen las reediciones de sus libros, las segundas y terceras ediciones aumentadas, las antologías, las poesías completas que se amplían cada dos años, hecho ante el cual el lector que espera tener un libro definitivo entre las manos acaso sienta cierta frustración, y que no invita demasiado a la fidelidad. Dejo para terminar un último poema, incluido en Serie B, titulado "Ritual sangriento":


"Dejo el periódico sobre

la barra. Enciendo

un cigarrillo. Tomo

el primer trago de café. Otra

calada, y después otra más

fuerte. Ya está. Ya estoy

en marcha, me digo. Ya puedo

hacerle frente a esta locura.

Ahora, a ver si hay suerte,

y algo me llega al corazón."

 


19 noviembre 2023

"El año del desierto", de Pedro Mairal

 

 

Descubrí a Pedro Mairal cuando lo empezó a publicar Libros del Asteroide en 2017. Disfruté de La uruguaya y, más aún, de Una noche con Sabrina Love, que ya había publicado Anagrama en su momento. Sabía por el blog Desde la ciudad sin cines que David Pérez Vega conocía con anterioridad a Mairal y destacaba El año del desierto como un gran libro. En España lo había publicado Salto de Página pero creo que se encontraba descatalogado (esta editorial, además, tengo entendido que ya ha desaparecido). Así que cuando esta primavera Libros del Asteroide reeditó la novela no dudé en hacerme con ella en la Feria del Libro de Málaga.

 

El año del desierto, publicada por primera vez en Argentina en 2005, se nos presenta como una distopía, género que suelo disfrutar y del que ya comenté aquí no hace mucho una novela de Walter Tevis, Sinsonte, publicada por Impedimenta

 

La narradora tiene 23 años, novio, vive con su padre y trabaja en un importante edificio de oficinas de la capital. Desde el principio se nos habla de que los ordenadores han dejado de funcionar, y poco después se alude a la intemperie, un fenómeno algo indeterminado y destructor que avanza por la ciudad de Buenos Aires convirtiendo los edificios en páramos, en descampados, y que obliga a la gente a mudarse. El autobús de línea, por ejemplo, ve alterado su recorrido:

 

"Tuve que ir a Beccar al día siguiente a cobrar el alquiler de la casa. Cuando pedí el boleto, el colectivero me advirtió que el recorrido ya no llegaba hasta Tigre. Le pregunté por qué y me dijo:

-Porque no hay nada."

 

Esto me llevó a pensar, como referentes, en otros textos latinoamericanos como Casa tomada de Julio Cortázar o ese cuento de Mario Levrero titulado Gelatina. Más adelante se refieren a esa intemperie como el "desierto", entroncando con el título del libro. Pero luego la acción va tomando otros derroteros, y el lector observa que el país parece haber ingresado en un proceso irreversible y vertiginoso de involución, en medio del cual la protagonista tratará de luchar por su supervivencia en trabajos cada vez más precarios e indignos, hasta el punto de volver los tiempos de los gauchos y de la colonia española. La novela fue escrita más o menos tras la época de la grave crisis nacional que llevó al corralito de 2001. En un momento dado, la protagonista describe así su desarraigo, su desamparo, su crisis de identidad:


"Creo que, ese año, (...) me había alejado de mí hacia zonas desconocidas. Ahora, tierra adentro, estaba terminando de alejarme, de deshacerme. Sentía que me atravesaba el viento."

 

Al comenzar la lectura me molestaron un poco ciertas repeticiones en la prosa que al autor no parecían importarle, así como alguna concordancia ad sensum ("gente que saludaban"). La buena prosa, cabe apuntar, acaso sea un estándar que cambia según el país. Así, tengo entendido que en las grandes obras maestras de Tolstói, por ejemplo, abundan las repeticiones hasta niveles que harían poner el grito en el cielo a cualquier corrector literario español. 

 

Pronto, no obstante, me fue ganando el interés de la historia, la minuciosa inventiva de Mairal, la acción trepidante de la novela. Se trata de una propuesta singular y estimulante, de un derroche de talento por parte del autor, de una novela sobresaliente.

 

Como curiosidad, creo que es el primer libro donde veo utilizada la palabra amigovio. El tiempo de la novela es lineal, salvo por el primer capítulo, posterior a todo lo que se nos contará después (posterior al "año del desierto"), en el que vemos que la protagonista trabaja en la biblioteca de un país extranjero.

 

Seguiremos leyendo a Pedro Mairal, sin duda uno de los grandes autores latinoamericanos de nuestro tiempo, que en El año del desierto da bastantes muestras de su maestría.