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08 noviembre 2010

Del asesinato considerado como una de las bellas artes


En el siglo XIX, Thomas de Quincey imaginó una Sociedad de Conocedores del Asesinato, cuyos miembros, “cada vez que en los anales de la Policía se produce un nuevo horror de esta clase se reúnen para criticarlo, como harían con un cuadro, una estatua u otra obra de arte”. El crimen, dicen, puede tratarse en su lado moral o bien en su lado estético, que es a lo que da primacía este club, al “buen gusto”. Afirman que una vez que el asesinato se ha cometido, una vez que ya no se puede hacer nada por evitarlo, hay que dejar a un lado la moral y considerarlo como un arte.

El libro está compuesto por tres artículos, que pasan por conferencias pronunciadas en las sesiones de este peculiar club. De ellos, el que me ha resultado más interesante es el primero, mientras que el último lo he leído un poco en vertical. Escritos en un tono erudito, con latinismos y citas tomadas de autores clásicos, los artículos disertan acerca de qué tipo de persona es más apropiada para ser asesinada, así como de los lugares y momentos más “artísticos” para cometerlo. También se remontan a Caín para confeccionar una historia del crimen desde los orígenes hasta la actualidad.

Se trata, como hizo Erasmo en el Elogio de la locura, de un ejercicio retórico, no exento en este caso de humor negro e ironía.

Así, tras explicar que casi todos los filósofos de una época han muerto asesinados o en circunstancias poco claras, cuenta que la mayor objeción a la filosofía de Locke es que muriese a los 72 años sin haber sufrido agresión alguna.

Sirva como muestra del humor del libro este fragmento:
“Hobbes no fue asesinado, nunca he logrado comprender por qué ni en virtud de qué principio. Ésta es una omisión capital de los profesionales del siglo XVII, pues a todas luces se trata de un espléndido sujeto para el asesinato, salvo por que era flaco y huesudo; por lo demás, puedo probar que tenía dinero y (lo cual es muy cómico) carecía de todo derecho a oponer la menor resistencia ya que, conforme a su propia tesis, el poder irresistible crea la más elevada especie de derecho, de modo que constituye rebelión, y de las peores, el resistirse a ser asesinado [….] No obstante, si bien no fue asesinado, me complace asegurarles que, según su propia cuenta, estuvo tres veces a punto de serlo, lo cual nos consuela.”

Un buen ejemplo de literatura lúdica, un libro que provoca la risa cómplice del lector.

2 comentarios:

  1. Encantada de haber dado con tu blog...
    Reconozco que no leí nada de De Quincey. Tengo en casa "Confessions of an English Opium Eater" pero aún está en la lista de pendientes...
    Un saludo,

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  2. Bienvenida, Carmen.

    No he leído el libro que mencionas, pero hay otro del autor que tengo anotado, "Suspiria de profundis".

    Saludos, voy a pasarme por tu blog.

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