Un reseñista definió a Iñaki Uriarte (Nueva York, 1946) como "un tipo que no se dedica a escribir y que escribe lo que le da la gana". Ni a escribir ni a otra cosa en particular: el autor carece de pensión y afirma que a lo largo de su vida "ha hecho cosas" (colaboraciones culturales en diarios, por ejemplo), pero que nunca ha trabajado sensu strictu, nunca ha estado "en nómina". A veces comenta que se levanta tarde, sin tapujos, sin temor a la superioridad moral que a menudo enarbolan los que madrugan.
Tipo culto y con sentido del humor, Uriarte escribe estos diarios sin afectación. A veces cuenta lo que da el día y otras rememora hechos del pasado. Más que las vivencias, brillan los comentarios de lecturas que hace, la habilidad para citar a éste, al otro, poner un poco de reflexión de su cosecha, sazonarlo con humor y servirlo sin rimbombancias. Uriarte es un tipo capaz de colmar sus textos de citas sin resultar pedante. Un tipo muy leído y que tiene la virtud de caer bien. "Ahora, en general, me pasan pocas cosas [....] Lo más interesante que me suele ocurrir es la lectura de libros".
Los diarios arrancan en 1999 y concluyen en 2010, aunque el epílogo que los acompaña recoge anotaciones de años posteriores. En un principio, fueron escritos sin pensar en la publicación. No es hasta 2008 cuando Uriarte se los enseña al escritor y crítico José Luis García Martín, que los lee con gusto y publica una selección en la revista Clarín. La editorial Pepitas de calabaza los publicó en primer lugar en tres volúmenes (de 1999 a 2003, de 2004 a 2007 y de 2008 a 2010) y luego, en 2019, en esta hermosa edición completa -en tapa dura- que me he comprado, a la que acompaña el susodicho epílogo, también publicado de manera independiente.
El tercero de esos volúmenes se diría que pierde un poco de interés en comparación con el placer que suponen los dos primeros. Tal vez eso añada interés (disculpen la redundancia) al fenómeno Uriarte, interesante escritor cuando desarrolló su actividad en soledad, y semi-bartleby de pronto cuando los focos se posan sobre él. "Es absurdo el miedo que le he tomado a escribir", llega a decir en 2010, cuando el primer volumen ya ha visto la luz y tiene lectores. Sus textos han sido traducidos al francés por Carlos Pardo, y publicados con el título de Bostezar ante Dios.
Estos diarios vienen con contraportada potente que recoge elogios de Muñoz Molina o Vila-Matas. Con Trapiello hubo cierta polémica o malentendido. Uriarte le envió el primero de sus libros, Trapiello le respondió en privado con unas palabras elogiosas, que el vasco pidió permiso para incluir en el siguiente volumen y que se acabaron incluyendo, aunque se han retirado de sucesivas ediciones. El autor del Salón de pasos perdidos escribió en 2011 esta entrada en su blog, donde se recoge un texto de Míriam Moreno, la esposa de Trapiello (con un currículum y un bagaje intelectual, dicho sea de paso, que da un poco de cosa calificarla de "esposa de"), que critica el segundo volumen de los diarios de Uriarte y y tacha de decepcionante, entre otras cosas. Como pega, por momentos he sentido que en la lectura me faltaba algo, tal vez un poco de poesía, mayor evocación (creo recordar una anotación de Uriarte en el epílogo reconociendo sus limitaciones en este campo).
Pero son numerosísimos los pasajes y fragmentos que he destacado en el libro con una marca a lápiz en el margen. Me da que volveré a sus páginas -en tardes grises, abriéndolo al azar- en más de una ocasión. Otra virtud del libro es que lleva a otros muchos -y buenos- libros.
A mi lista de lo mejor del año.
"No sólo tiene los pies en la tierra, sino todo el cuerpo, como las serpientes."
"Dentro de mil años, el sistema social de hoy será considerado como una variante más del esclavismo."
"Hay escritores que son como esos chicos que patinan en los parques. No van a ningún lado, pero da gusto ver lo ágiles que se mueven."
"Todos mis antepasados tuvieron hijos. No deja de asombrarme que yo vaya a ser el último de esa larguísima fila que comenzó en algún lugar de África hace muchos miles de años. Y de asustarme. Da la impresión de que uno no tiene derecho a volver la mirada hacia atrás y decir: "Hasta aquí hemos llegado".
"He estado en la cárcel, he hecho una huelga de hambre, he sufrido un divorcio, he asistido a un moribundo. Una vez fabriqué una bomba. Negocié con drogas. Me dejó una mujer, dejé a otra. Un día se incendió mi casa, me han robado, he padecido una inundación y una sequía, me he estrellado en un coche. Fui amigo de alguien que murió asesinado y fue enterrado por los asesinos en su propio jardín. También conocí a un hombre que mató a otro hombre, y a uno que se ahorcó. Sólo es cuestión de edad. Todo esto me ha sucedido en una vida en general muy tranquila, pacífica, sin grandes sobresaltos."
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