"-Pasear
-respondí yo- me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto
con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni
producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi
profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. (…) En un bello y
dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en
casa, me arruinaría y secaría miserablemente. Para mí pasear no sólo es sano y
bello, sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y
a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y
alegra, es para mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me
excita y acicatea a seguir creando, en tanto que me ofrece como material
numerosos objetos pequeños y grandes que después, en casa, elaboro con celo y
diligencia. (…) Sin el paseo y sin la contemplación de la Naturaleza a él
vinculada, sin esa indagación tan agradable como llena de advertencias, me
siento como perdido y lo estoy de hecho. Con supremo cariño y atención ha de
estudiar y contemplar el que pasea la más pequeña de las cosas vivas, ya sea un
niño, un perro, un mosquito, una mariposa, un gorrión, un gusano, una flor, un
hombre, una casa, un árbol, un arbusto, un caracol, un ratón, una nube, una
montaña, una hoja o tan sólo un pobre y desechado trozo de papel de escribir,
en el que quizá un buen escolar ha escrito sus primeras e inconexas letras."
El paseo (1917), de Robert Walser. Traducción de Carlos Fortea.
Se cuenta que Robert Walser murió durante un paseo solitario. Encontraron su cuerpo sin vida sobre la nieve.