28 enero 2024

La policía filosófica

 


Anoche, de regreso al pueblo para el fin de semana, me paró la policía. Control de documentación. El agente también me formuló un par de preguntas que encontré filosóficas, al interrogarme por el inicio y fin del trayecto, es decir, de dónde venimos y adónde vamos. Me pidió el carné de conducir y dirigió el foco inspector de su linterna a los asientos traseros, antes de invitarme proseguir viaje. Como anda uno viendo capítulos de El circo volador de Monty Python, me he entretenido pensando en una escena titulada “La policía filosófica”. En esa situación ficticia y pretendidamente cómica, el policía preguntaría al conductor “¿de dónde vienes?”, y a la respuesta “de Málaga” replicaría: “oye, ¿no ves mi uniforme? Que soy de la filosófica, sé un poco más abstracto, más conceptual, filosófame un poco que yo vea cómo disertas. ¿Qué opinas de la ontología del ser? Nómbrame a tres presocráticos. Ah, ¿que no? Pues baja del vehículo y quédate ahí reflexionando mientras vas y vienes por el arcén, dando paseítos como buen peripatético. Y cuidado con que no te chive ese cuatroojos que medita su respuesta mesándose la barba, que os veo venir. Si pasado un cuarto de hora no tengo una respuesta aceptable, te multaremos con tres semanas de estudio en biblioteca de los Diálogos de Platón, con preferencia por la Apología de Sócrates, o bien con la entrega de un resumen crítico del Discurso del método de Descartes”.

 


 

21 enero 2024

"Oblómov", de Iván Goncharov

 

 

Iván Aleksándrovich Goncharov nació en 1812. Huérfano de padre a los siete años, pasó un tiempo en un internado. Tuvo estudios universitarios y se estableció en San Petersburgo como funcionario, en el Ministerio de Hacienda. Allí comenzaría a escribir, y debutó en la literatura con Una historia corriente (1844). Según leemos en las solapas de la estupenda edición de Alba, su vida tuvo un final un poco triste, ya que "empezó a manifestar síntomas de enfermedad mental ya en la época de publicación de Oblómov, y pasaría los últimos años de su vida encerrado en su piso de San Petersburgo. En 1860 acusó a Turguénev de robarle argumentos, y más tarde de capitanear una conspiración contra él. Esta idea le persiguió hasta su muerte, en 1891. No había vuelto a escribir una línea en veintidós años".

 

Oblómov se publicó en 1859, seis años después que el relato de Herman Melville Bartleby, el escribiente. Este que escribe desconoce si Iván Goncharov leyó, antes de escribir esta gran novela, la célebre historia de Melville, pero no cabe duda de que Oblómov pertenece de pleno a lo que algunos han venido a denominar "literatura Bartleby", un subgénero difuso en el que también cabe encuadrar Un hombre que duerme de Georges Perec. Si el oficinista neoyorquino del autor de Moby Dick respondía "preferiría no hacerlo" a todas las peticiones de su jefe, el protagonista del libro de Perec es un estudiante que no se levanta de la cama el día de un examen y pasa a recluirse en su buhardilla y a dedicarse a la vida contemplativa (ya comenté esta lectura en el blog, en 2011, aquí). Oblómov, el personaje que da título a esta novela de Goncharov, permanece una gran parte del día tumbado en la cama o echado en el diván, magnetizado por la pereza. No le gustan los cambios, preferiría no salir apenas a la calle, y entona un "¡que viajen ellos!" que se antoja un anticipo de ese otro grito unamuniano. Oblómov tiene asumido el "quédate en casa" que tanto se repetía durante la pandemia del coronavirus, por voluntad propia y se diría que para toda la vida, pese a los estragos que la molicie pueda ocasionar en su salud. Además de estos rasgos, pronto conocemos que Oblómov es un tipo de una nobleza por encima de la media.

 

"...había en el propio carácter de Oblómov algo puro y bondadoso, lleno de profunda simpatía por todo cuanto era noble, por todo cuanto se abría y respondía a la llamada de ese corazón sencillo, ingenuo y siempre confiado."

 

La novela, de más de seiscientas páginas, se estructura en cuatro partes. Oblómov es un noble que siempre ha delegado las tareas más básicas, como ponerse las medias, en su criado. Oblómov, como el Harry Haller de El lobo estepario, es uno de esos personajes que han vivido de espaldas a la vida durante bastante tiempo. 

 

"-¿Y qué vida te gusta? -preguntó Stholz.

-Una distinta.

-¿Se puede saber qué es precisamente lo que tanto te disgusta de esta?

-Pues todo, el constante correr de un lado para otro, el eterno juego d elas pasiones más viles; en particular, la avaricia, las zancadillas de unos y otros para abrirse camino, l,os chismes, la maledicencia, las faenas recíprocas, el mirarle a uno de pies a cabeza..."

  

Se trata de un treintañero terrateniente, circunstancia que permite su vida apática y al margen. Al contrario de lo que podría imaginarse de todo esto, la novela no es monótona ni aburrida, y se lee casi todo el tiempo con mucho interés. Contiene multitud de diálogos, que abundan incluso en la primera parte, en la que el personaje está mayormente tumbado. Las conversaciones con su criado Zajar son ágiles y a menudo cómicas. En la vida de Oblómov, después de todo, hará acto de presencia el amor. Uno se pregunta mientras lee, entonces, si será capaz esta fuerza que todo lo mueve de hacer cambiar de vida al bueno de Oblómov, de terremotar su existencia.

 

Oblómov es una de las novelas rusas del siglo XIX que más he disfrutado. A ello ha contribuido la magnífica edición de Alba. Aunque estamos en enero, a buen seguro estará en mi lista decembrina de mejores lecturas del año.

 

Dejo un último fragmento:

"...tiene una cualidad que vale más que toda inteligencia: ¡un corazón honrado y fiel! Ha conservado esos dones naturales a lo largo de toda su vida. Sufrió toda clase de golpes que le hicieron caer, perder las ilusiones, permanecer inactivo y, al fin, desencantado de todo y sin ganas de vivir, se refugió en el sueño, pero conservó su honradez y su bondad. Ni una sola nota falsa brotó de su corazón, ni se manchó de lodo. Nunca se dejará seducir por una mentira engalanada ni nada le hará seguir un camino falso. Aunque se agite a su alrededor todo un océano de maldad y vileza, aunque todo el mundo esté envenenado y gire al revés, Oblómov jamás rendirá culto al ídolo de la hipocresía. Su alma seguirá siendo pura, honesta y clara... transparente como el cristal. Hay pocas personas como él, son tan escasas como perlas en medio de una muchedumbre. Su corazón es insobornable, se puede confiar en él siempre y en todo." Traducción de Lydia Kúper de Velasco.