A veces ni siquiera necesitamos empezar a leer un libro para darnos cuenta de que es diferente. Buscamos la biografía del autor en las solapas y -sorpresa- vemos que sólo ocupa dos líneas, dos líneas escritas además de una forma bastante vaga: “Alberto Olmos nació en Segovia en 1975. Actualmente reside en Madrid, donde le han dado un título.” Se acabó. Nada de “se licenció en Equis por la Universidad de Equis”, no: "le han dado un título". Ya está. Ningún elogio de algún diario o suplemento literario, ni tampoco del típico crítico de postín, ni siquiera esa frase que nunca habréis leído: “uno de los más destacados representantes de su generación”. Nada de nada. Curioso. Y no es que el libro no merezca nada de esto. Todo lo contrario. Sin ir más lejos Olmos fue seleccionado en la famosa lista de la revista anglosajona Granta como una de las voces más prometedoras de las letras hispánicas (bien es cierto que eso ocurrió después de la publicación de este libro). Por no mencionar que su blog es uno de los de obligada referencia en el panorama literario. Uno puede preguntarse cuál era la intención al colocar esa escueta nota. ¿Distanciarse del tono encomiástico, casi se diría que hagiográfico, que suele encontrarse en estos casos? Quién sabe (y este que escribe desde luego que poco sabe). Lo cierto es que, desde antes de empezar, el libro ya está desmarcándose del resto, dando muestras de desparpajo. Pero a lo que íbamos.
Qué decir de esta novela. Que, utilizando el símil pugilístico, no vence por K.O. pero gana todos los asaltos a los puntos. Que el placer no estriba en el transcurrir de la trama, sino en paladear cada frase, sentir la cadencia, impregnarse del tono del libro. Será un gusto leerlo para aquellos que prefieren, más que llegar a un lugar sorprendente, disfrutar al máximo del camino. El protagonista es o se considera un fracasado, por lo que es palpable el aire de derrota y desengaño. Tiene veintidós años y vino a la ciudad a estudiar en la universidad. Sigue con desapego las clases, es introvertido y se sienta en las últimas filas. Para bien o para mal, no es uno más. No sé si queda fuera de lugar decir que tiene carencias afectivas, pero sí que está más bien solo. En un momento dado, entra a comprar una palmera de chocolate a una pastelería y, al pagar, la mano de la vendedora se encuentra fugazmente con la suya. Comenta que es lo más tierno que le ha pasado en todo el día. ¿Triste?
En la novela hay referencias a Taxi Driver, Pessoa, Milan Kundera o Woody Allen. Se trata de un libro intenso (que no tenga un solo punto y aparte, como Corrección de Thomas Bernhard, es tal vez anecdótico), que entretiene y hace pensar. Llaman la atención los hallazgos expresivos de esa voz que habla (en segunda persona, por cierto), no cabe duda de que Olmos se maneja muy bien con las palabras y es un placer leerle. Desde ahora le seguiré la pista, así que os animo a que os acerquéis a él.