31 marzo 2015

La tumba de Jim Morrison en París



LA TUMBA DE JIM MORRISON EN PARÍS

"Estás de suerte, viejo borracho, farsante
y mal poeta: decenas de jovencitas se atrincheran
en tu tumba. Fuman marihuana a tu salud,
y te ofrecen, como si fueras un dios,
su alma virginal e imagino que también su cuerpo,
siendo éste, de estar tú vivo, la mejor ofrenda.
Allá lejos, Balzac se pudre, Proust es inencontrable,
y de Nerval ya nadie se acuerda.
Sólo tú pareces vivo en esta tarde de agosto, 
y para llegar hasta tu lápida he tenido que abrirme
paso entre italianas, francesas y americanas
-y hasta alguna rusa- que me miraban desdeñosas,
como si yo quisiera robarles, con mi aspecto
de burgués indeseable, el trofeo de tu sombra." 

Manuel Vilas, Amor. Poesía reunida, 1988-2010 (Visor, 2010).

23 marzo 2015

El impostor



El pasado noviembre, Javier Cercas publicaba su novela El impostor, a vueltas con la historia de Enric Marco, un señor de más de noventa años que, entre otras cosas, presidió la Amical de Mauthausen, asociación en pro de la memoria del horror de los campos nazis, y pronunció numerosas conferencias y discursos (incluido uno en el Congreso de los Diputados, que conmovió a algunos de los allí presentes) hasta que el historiador Benito Bermejo lo desenmascaró y descubrió que Marco jamás había estado en un campo de concentración. 

Quedarse sólo con esta explicación resultaría, por lo demás, un tanto simple, cuando, según opinión de Cercas, "el deber del arte (o del pensamiento) consiste en mostrarnos la complejidad de la existencia, a fin de volvernos más complejos, en analizar cómo funciona el mal, para poder evitarlo, e incluso el bien, quizá para poder aprenderlo".

En el libro, el autor extrapola la historia real de Marco a la, a su juicio, acomodaticia posición de la mayoría de los españoles en momentos clave del siglo XX (la mayoría que dice SÍ frente a la minoría rebelde de valientes que dice NO, a quienes homenajea).

Siguen, para completar esta entrada, una serie de argumentos a favor y en contra del libro, cuya lectura, como digo al término, me ha resultado interesante.

A favor:

El personaje de Marco da literariamente mucho juego y el autor le saca todo el jugo. Le sirve a Cercas para dar un repaso por bastantes hitos de la historia española del siglo XX, hecho que satisfará a los curiosos con ciertas inquietudes.

Lejos de ser monolítica, la novela funciona como híbrido entre ficción, crónica, biografía, ensayo, auto-ficción, etc. Esta variedad de ingredientes, me parece, contribuye a su lectura ágil.

Frases como “si la literatura sirve para salvar a un hombre, honor a la literatura; si la literatura sólo sirve de adorno, a la mierda con la literatura” o "lo primero que hay que hacer al leer una novela es desconfiar del narrador".

El intento de entender (que no justificar) sin cargar las tintas. Cierto sentido del humor.

La referencia (cuya ausencia, por otra parte, hubiera resultado deshonesta) a Soldados de Salamina cuando se habla del inicio del boom de la memoria histórica.

Las referencias culturales e históricas (Ovidio, Platón, Montaigne, Kant) que enriquecen el libro. El atrevimiento de ponerse a investigar y a separar el grano de la paja conversando con un mentiroso redomado a quien se describe como un pícaro, un liante único.


En contra:

La excesiva identificación con don Quijote. Recordamos con tintes más nobles al personaje de Cervantes, que llegaba a perder el juicio y se creía su ficción, mientras que Marco elabora conscientemente una mentira para engañar a la gente y satisfacer su mediopatía o deseo desenfrenado de salir en la foto. Que a lo largo de equis páginas se nos diga que Marco era como don Quijote o incluso mejor parece ciertamente osado, cuando no desproporcionado y temerario.

La prosa no es lo más destacable del libro, que por momentos parece terminado con algo de precipitación, o al menos sin el cuidado en el repaso esperable de alguien como Cercas. Lo digo por repeticiones cercanas como “mientras organizaba desde la clandestinidad la lucha clandestina” o el uso de verbos genéricos o comodín como en “de esos años es un documento insólito”, en lugar de “data”, por ejemplo. También puedo estar pecando de quisquilloso, es cierto.

La extensión del libro resulta un poco excesiva e inflada a base de repeticiones (las citas de Primo Levi, la de Faulkner sobre el pasado, lo de “la ficción salva, la realidad mata”, así como la repetición de ciertos argumentos que llegan a resultar cansinos).

Las conversaciones de Cercas con su hijo y, concretamente, los párrafos finales.

Que en la contraportada se hable de “un libro asombroso que, con una audacia inédita, ensancha los límites del género novelesco y explora las últimas fronteras de nuestra humanidad”, no es, por acostumbrado método de marketing, menos llamativo e hiperbólico.

A pesar de todo esto, diré par terminar que la novela, la historia de Enric Marco, ha satisfecho mi curiosidad, como advertí al principio, y me ha hecho pasar un buen rato leyéndola. Casi indispensable cierta inquietud por la España del siglo XX para adentrarse en ella, me parece.


Valoración: 3’5/5.

20 marzo 2015

Helado de lengua


   Llegando a Málaga, mi madre, mi hermana y yo hacemos una paradinha para almorzar. Nos atiende un camarero al borde de la jubilación con aire de llevar trabajando en aquel restaurante toda la vida. Su compañero, bastante más joven, camina con diligencia. Él, muy al contrario, algo parsimonioso. Su acento es malagueño típico, y todo él parece el clásico tipo popular, de la calle, sin contaminación en el habla por excesivos viajes, formación superior o influencia de los medios. Tiene un gracejo adusto, sobrio, no buscado, de lo más entrañable.

   Entre unas cosas y otras, llegamos al postre de nuestro menú, que él nos recita con el tono monótono de quien hace lo mismo cincuenta veces al día: natillas, arroz con leche, tarta de chocolate, manzana, mandarinas o helado de lengua. M. pregunta: helado ¿de? Helado de lengua, vuelve a decir él, impávido, sin mayor explicación. Incapaz de adivinar de qué se trata, le pregunto qué es el misterioso helado de lengua. Tras el bloqueo inicial, remiso a considerar la posibilidad de que pueda existir alguien en el mundo que no sepa qué es un helado de lengua, me dice: ¿tú un helado de palo con qué te lo comes? Ah, con la lengua, respondo, cayendo en la evidencia.

   De modo que allí ni carta de helados ni nada: siendo helado de lengua, los tenían todos. Si había que usar cuchara ya era otro cantar…

© Jesús Artacho, 2014.

17 marzo 2015

Quisiera estar en otra parte



Otras veces
"Quisiera estar en otra parte,
mejor en otra piel,
y averiguar si desde allí la vida,
por las ventanas de otros ojos,
se ve así de grotesca algunas tardes.

Me gustaría mucho conocer
el efecto abrasivo del tiempo en otras vísceras,
comprobar si el pasado
impregna los tejidos del mismo zumo acre,
si todos los recuerdos en todas las memorias
desprenden este olor
a fruta madura mustia y a jazmín podrido.

Desearía mirarme
con las pupilas duras de aquel que más me odia,
para que así el desprecio
destruya los despojos
de todo lo que nunca enterrará el olvido."


Ángel González (1925-2008).