De joven, Peter Handke escribió teatro experimental (como
“provocadora” es calificada su Insulto al
público). También ha escrito poesía, pero si lo conocemos puede que se deba
principalmente a sus obras narrativas. En su faceta de guionista, cabe
mencionar sus colaboraciones con Wim Wenders, que llevó al cine el año 72 la opera prima de Handke, El miedo del portero al penalty, una
también muy breve novela en la que asistimos a la existencia errática del
protagonista por una ciudad en un ambiente de aislamiento y un entorno a menudo
hostil. La incomunicación y la soledad acaban arrastrándolo al crimen. La mujer zurda, publicada pocos años
después, también está adaptada al celuloide (de ello se encargó el propio
Handke), y puede que sea una de sus obras más apreciadas.
En la novela conocemos la historia de Marianne, la mujer del
título, a la que con frecuencia no se menciona por su nombre sino, simplemente,
como “la mujer”, y su marido, que acaba de regresar del extranjero tras un
viaje de trabajo. El reencuentro se celebra con una cena. Todo parece marchar
con normalidad, pero poco después ella le pide a su marido que se marche, que
la deje sola, idea que ha recibido, dice Marianne, como una “iluminación”. La
soledad es uno de los temas de la novela: “la soledad es causa del más gélido,
del más repugnante de los sufrimientos: el de la inesencialidad. Después uno
necesita gente que le enseñe que todavía no está del todo degenerado”. Soledad
elegida por Marianne, que transmite cierta abulia, la apatía del hombre
posmoderno de la que hablaba Gilles Lipovetsky en La era del vacío.
La mujer zurda es un
libro intimista, sobrio, introspectivo, que emana una delicadeza reposada y puede
llegar a conmover. Desde el principio se nos narran algunos detalles tiernos,
escenas familiares que desprenden autenticidad. Al leer La mujer zurda uno piensa en esas películas propias del cine
independiente en las que parece no ocurrir nada realmente significativo,
películas llenas de silencios que transmiten al espectador sensaciones que
acaban calando. Si El miedo del portero…
se me hizo muy monótono, La mujer zurda
me parece más interesante, aunque tampoco me acabe de maravillar.