25 diciembre 2023

"Tea rooms. Mujeres obreras", de Luisa Carnés

 

Contaba Andrés Trapiello que los escritores de la izquierda perdieron la Guerra Civil y ganaron los manuales de literatura. No es desde luego el caso de Luisa Carnés (1905-1964), que siendo una autora conocida durante los años previos a la guerra, ya en el exilio cayó en el olvido hasta que, no hace ni diez años, ha sido rescatada al calor del marbete de Las Sinsombrero, denominación con la que se reivindica a una nómina de autoras de la Generación del 27. Algunos de los que se muestran críticos con este término advierten de que engloba a autoras muy diversas, de distintas disciplinas artísticas (Rosa Chacel, María Zambrano, Margarita Manso, Ernestina de Champourcín, Maruja Mallo, Concha Méndez, María Teresa León, Josefina de la Torre) y que en documentos de la época no aparecía. Difícilmente podrá pensarse en María Zambrano, que obtuvo en vida el mayor reconocimiento de las letras hispánicas, el Premio Cervantes, como autora silenciada. 

 

El término Las Sinsombrero hace alusión a un acto, se dice que irreverente, en el que participaron Salvador Dalí, García Lorca, Maruja Mallo y Margarita Manso en la Puerta del Sol de Madrid. En los años veinte, durante la dictadura de Primo de Rivera, se quitaron el sombrero descubriéndose la cabeza. Contaba Maruja Mallo: "Un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas. Nos apedrearon llamándonos de todo". Parece ser que Borges escribió un artículo a propósito de esta idea, titulado "Los intelectuales son contrarios a la costumbre de usar sombrero".

 

El libro que nos ocupa, Tea Rooms. Mujeres obreras, se publicó en 1934, cuando Luisa Carnés tenía 29 años, y ha servido a La 1 para basar en él su teleserie Salón de té La Moderna, estrenada este otoño. Tras muchas décadas olvidada (hace apenas diez años no la conocía casi nadie), el nombre de Luisa Carnés ha recobrado su pujanza desde 2015 o así, y ya algunos centros la incluyen como lectura obligatoria de Bachillerato. Carnés nació en Madrid en el seno de una familia humilde y tuvo que empezar a trabajar a la edad de 11 años. En el terreno literario es autodidacta. Militante del PCE, fue asidua colaboradora en la prensa de izquierdas. Se exilió con la guerra, y en México murió a los 59 años a causa de un accidente de tráfico. Tea rooms, publicado por Hoja de Lata, lleva un epílogo de Antonio Plaza, uno de los principales adalides de la recuperación de la obra de Carnés.

 

La novela narra la historia de las trabajadoras de un salón de té en el Madrid de los años treinta, durante la II República. La propia Carnés tuvo este trabajo, y se basó un poco en sus experiencias a la hora de levantar esta novela social, y a ratos también política, en la que se critican las condiciones laborales de estas obreras. Como dato, trabajaban 65 horas semanales, diez cada día salvo los domingos, que echaban cinco. Cada jornada cobraban 3 pesetas (21 semanales, por lo que no es ocioso comentar que trabajaban por cuatro duros). Tea rooms funciona como novela coral en la que, no obstante, la protagonista es Matilde, una joven de familia humilde con conciencia de clase y ciertas ideas políticas (contempla la Rusia que ya comandaba Stalin como un sitio idílico que debería marcar el rumbo a los obreros de los demás países). En la novela parecen criticarse más las diferencias entre ricos y pobres, entre privilegiados y oprimidos, que entre hombres y mujeres.

 

"Su definición de la sociedad: "los que suben en ascensor y los que utilizan la escalera interior", se ha consolidado". 


Aunque este último componente feminista, por supuesto, no está ausente. Así, se quejan con razón de que los maridos consideran que las tareas del hogar no son trabajo, o de que a las empleadas del salón no se les permite estar casadas (mientras que a los camareros sí).

 

"El marido piensa que las cosas de la casa se hacen por sí mismas y no le da importancia alguna al trabajo de su mujer, al embrutecedor trabajo doméstico".

 

Es un poco triste que, cuando piensan en unirse para protestar, casi todas piensan que en el trabajo después de todo no se está tan mal, allí se distraen, se olvidan de sus hogares problemáticos y precarios. Al jefe las empleadas lo apodan "el ogro". No obstante, no se trata de una novela maniquea. El ogro tiene una buena acción y contrata a una joven pobre y desesperada, que luego traiciona su confianza sisando alguna que otra peseta de la caja. De ella se dice: "Parece encontrar en su origen miserable, en su vida de privaciones, un motivo de vanidad: el mismo que suscita en otros la opulencia". De modo que, en este caso, la oprimida queda mal y "el ogro" bien. Sobre la dificultad de la solidaridad o la fraternidad (ni rastro aún del término sororidad) en el trabajo, cuando las circunstancias aprietan, leemos:

 

"Hay que comer, por el medio que sea. Para el estómago todos los medios son lícitos y admisibles. Es sobradamente sabido que el estómago es amoral."

 

La novela empieza floja, con una prosa como de telegrama y mucha frase nominal, pero va creciendo conforme avanzan las páginas hasta conformarse como un todo digno. Con todo, como novelista de esta generación creo que prefiero a Rosa Chacel. Se tratan además temas como el matrimonio, el aborto, la prostitución o el derecho a huelga. Tiene un final no sé si decir "de tesis", que aboga por la lucha de clases como solución a los problemas de la sociedad, un mensaje político muy definido que acaso lastre un poco el conjunto.

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