11 septiembre 2023

"En tierras de Goliat", de David González

 

 

En tierras de Goliat vio la luz en 2008 en la editorial tinerfeña Baile del Sol. Esta imagen de portada corresponde a la segunda edición, de 2018, que es la que yo he comprado y leído. Se trata de un título un tanto polimórfico, pues en la misma solapa (y en la portada de la primera edición) se refieren a él como En las tierras de Goliat. Ese artículo que funciona un poco como el gato de Schrödinger ya existía en aquel título de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, que a poco que no prestemos atención recordaremos de manera errada como El jardín de los senderos que se bifurcan.

 

David González nació en San Andrés de los Tacones, Gijón, en 1964. Según he leído, en su juventud tuvo una etapa de yonqui y participó en un atraco a mano armada que lo llevó a una condena de varios años en la cárcel (estuvo allí tres, creo), donde encontró su vocación poética. Luego pasaría unos años, casi diez, trabajando en una empresa de la industria metalúrgica, oficio que dejaría, después de que le diagnosticaran una diabetes insulinodependiente, para centrarse en la tarea de escribir, tarea que no le permitía la independencia económica y que lo condenaba a la precariedad. Murió en febrero de 2023, a los cincuentainueve años, a causa de un cáncer de laringe. El documental Vocación de perdedor, que puede verse en YouTube, es bastante recomendable para conocer su figura.


Ha tenido que morirse para que yo lo lea. A veces los lectores funcionamos así, qué se le va a hacer, y aunque había oído elogios dirigidos a su obra poética y me había gustado alguno de los poemas suyos leídos en internet, no ha sido hasta después de su muerte cuando me he decidido a acercarme a uno de sus libros. 

 

Me gustan diversos tipos de poesía, desde un florilegio de sonetos a libros de verso libre. A David González se le suele encuadrar en la literatura del realismo sucio. Eran referentes suyos autores de la generación beat (Kerouac, Burroughs), Céline, Bukowski, Rimbaud y, dentro de la contemporaneidad y del territorio patrio, Antonio Gamoneda. El autor se refiere a su producción como poesía de no ficción.

 

Los poemas tienden a no ser muy breves. Contienen experiencias y mucha calle, profundidad y desolación. Alguna fotografía o dibujo aparecen intercalados. Un rasgo tipográfico de su estilo, conocido por todo aquel que se haya asomado a sus páginas, son esas conjunciones "y" y "o" que aparecen en el margen izquierdo, extramuros del cuerpo del verso, como para recordarnos el lugar marginal de su estampa. 

 

En el índice se destacan en negrita tres secciones: "No hay nada que un hombre no pueda hacerle a otro" (que me parece un título más potente para el libro), "La caza espiritual" y "Exit". En la segunda de ellas los poemas están compuestos, a modo de uno de los experimentos del OuLiPo, de forma juguetona, a raíz de textos ajenos en los que el autor ha suprimido cierta cantidad de palabras para "esculpir" o "descubrir" un poema oculto.

 

"Drogas, prostitución, alcohol, sexo, lenguaje malsonante, delincuencia, navajas y odio a la clase media", podría advertirnos, de tratarse esto de una película, uno de los rótulos puritanos y biempensantes que suele utilizar Amazon Prime Video. Encabezan los textos bastantes citas de otros autores. En los poemas, algunos nombres propios los escribe el autor en minúsculas y otros en mayúscula, ignoro por qué. A veces pone las comas, a veces no, diferencia de criterio rastreable en ocasiones en un mismo poema. De cuando en cuando, el lector se topa con unas cuantas páginas en prosa, diez o doce, donde se suceden relatos de tinte experiencial, y también de ese mundo, o ese submundo, que podría llamarse el lumpen.


He disfrutado bastante de la lectura, imagino que leeré más libros de David González.

 

"AMPUTACIONES

el hombre

era manco

pero durante un instante

mientras me pegaba

un buen corte de mangas

pude verle claramente el brazo,

el corazón" 

 

02 septiembre 2023

No hay tanta gente viva en este mundo

 

 

Declara Umberto Eco: “...sin duda, hay más lectores ahora. Y permanece la gran mayoría que no lee, porque no tienen curiosidad intelectual. Ser curioso significa estar vivo. Pero, créeme, no hay tanta gente viva en este mundo”. Me gusta y al mismo tiempo no me gusta el argumento, como esa calle de Lucena que es Alta y Baja. ¿No estamos reduciendo el amplio espectro de la curiosidad a la intelectual? Quiero decir que, en esta vida, se puede tener curiosidad por la mecánica, el bricolaje, la repostería, por muchas cosas. De modo que se puede estar vivo por caminos muy diversos. 

 

Oímos estas palabras del autor italiano en Umberto Eco: la biblioteca del mundo (2022), documental de Davide Ferrario que puede verse en Filmin. Ahí asistimos también a un paseo del erudito por su biblioteca doméstica, que contaba con unos treinta mil volúmenes, paseo que despierta la envidia (si es que se es susceptible de ella) de los aficionados a los libros.