28 enero 2024

La policía filosófica

 


Anoche, de regreso al pueblo para el fin de semana, me paró la policía. Control de documentación. El agente también me formuló un par de preguntas que encontré filosóficas, al interrogarme por el inicio y fin del trayecto, es decir, de dónde venimos y adónde vamos. Me pidió el carné de conducir y dirigió el foco inspector de su linterna a los asientos traseros, antes de invitarme proseguir viaje. Como anda uno viendo capítulos de El circo volador de Monty Python, me he entretenido pensando en una escena titulada “La policía filosófica”. En esa situación ficticia y pretendidamente cómica, el policía preguntaría al conductor “¿de dónde vienes?”, y a la respuesta “de Málaga” replicaría: “oye, ¿no ves mi uniforme? Que soy de la filosófica, sé un poco más abstracto, más conceptual, filosófame un poco que yo vea cómo disertas. ¿Qué opinas de la ontología del ser? Nómbrame a tres presocráticos. Ah, ¿que no? Pues baja del vehículo y quédate ahí reflexionando mientras vas y vienes por el arcén, dando paseítos como buen peripatético. Y cuidado con que no te chive ese cuatroojos que medita su respuesta mesándose la barba, que os veo venir. Si pasado un cuarto de hora no tengo una respuesta aceptable, te multaremos con tres semanas de estudio en biblioteca de los Diálogos de Platón, con preferencia por la Apología de Sócrates, o bien con la entrega de un resumen crítico del Discurso del método de Descartes”.

 


 

21 enero 2024

"Oblómov", de Iván Goncharov

 

 

Iván Aleksándrovich Goncharov nació en 1812. Huérfano de padre a los siete años, pasó un tiempo en un internado. Tuvo estudios universitarios y se estableció en San Petersburgo como funcionario, en el Ministerio de Hacienda. Allí comenzaría a escribir, y debutó en la literatura con Una historia corriente (1844). Según leemos en las solapas de la estupenda edición de Alba, su vida tuvo un final un poco triste, ya que "empezó a manifestar síntomas de enfermedad mental ya en la época de publicación de Oblómov, y pasaría los últimos años de su vida encerrado en su piso de San Petersburgo. En 1860 acusó a Turguénev de robarle argumentos, y más tarde de capitanear una conspiración contra él. Esta idea le persiguió hasta su muerte, en 1891. No había vuelto a escribir una línea en veintidós años".

 

Oblómov se publicó en 1859, seis años después que el relato de Herman Melville Bartleby, el escribiente. Este que escribe desconoce si Iván Goncharov leyó, antes de escribir esta gran novela, la célebre historia de Melville, pero no cabe duda de que Oblómov pertenece de pleno a lo que algunos han venido a denominar "literatura Bartleby", un subgénero difuso en el que también cabe encuadrar Un hombre que duerme de Georges Perec. Si el oficinista neoyorquino del autor de Moby Dick respondía "preferiría no hacerlo" a todas las peticiones de su jefe, el protagonista del libro de Perec es un estudiante que no se levanta de la cama el día de un examen y pasa a recluirse en su buhardilla y a dedicarse a la vida contemplativa (ya comenté esta lectura en el blog, en 2011, aquí). Oblómov, el personaje que da título a esta novela de Goncharov, permanece una gran parte del día tumbado en la cama o echado en el diván, magnetizado por la pereza. No le gustan los cambios, preferiría no salir apenas a la calle, y entona un "¡que viajen ellos!" que se antoja un anticipo de ese otro grito unamuniano. Oblómov tiene asumido el "quédate en casa" que tanto se repetía durante la pandemia del coronavirus, por voluntad propia y se diría que para toda la vida, pese a los estragos que la molicie pueda ocasionar en su salud. Además de estos rasgos, pronto conocemos que Oblómov es un tipo de una nobleza por encima de la media.

 

"...había en el propio carácter de Oblómov algo puro y bondadoso, lleno de profunda simpatía por todo cuanto era noble, por todo cuanto se abría y respondía a la llamada de ese corazón sencillo, ingenuo y siempre confiado."

 

La novela, de más de seiscientas páginas, se estructura en cuatro partes. Oblómov es un noble que siempre ha delegado las tareas más básicas, como ponerse las medias, en su criado. Oblómov, como el Harry Haller de El lobo estepario, es uno de esos personajes que han vivido de espaldas a la vida durante bastante tiempo. 

 

"-¿Y qué vida te gusta? -preguntó Stholz.

-Una distinta.

-¿Se puede saber qué es precisamente lo que tanto te disgusta de esta?

-Pues todo, el constante correr de un lado para otro, el eterno juego d elas pasiones más viles; en particular, la avaricia, las zancadillas de unos y otros para abrirse camino, l,os chismes, la maledicencia, las faenas recíprocas, el mirarle a uno de pies a cabeza..."

  

Se trata de un treintañero terrateniente, circunstancia que permite su vida apática y al margen. Al contrario de lo que podría imaginarse de todo esto, la novela no es monótona ni aburrida, y se lee casi todo el tiempo con mucho interés. Contiene multitud de diálogos, que abundan incluso en la primera parte, en la que el personaje está mayormente tumbado. Las conversaciones con su criado Zajar son ágiles y a menudo cómicas. En la vida de Oblómov, después de todo, hará acto de presencia el amor. Uno se pregunta mientras lee, entonces, si será capaz esta fuerza que todo lo mueve de hacer cambiar de vida al bueno de Oblómov, de terremotar su existencia.

 

Oblómov es una de las novelas rusas del siglo XIX que más he disfrutado. A ello ha contribuido la magnífica edición de Alba. Aunque estamos en enero, a buen seguro estará en mi lista decembrina de mejores lecturas del año.

 

Dejo un último fragmento:

"...tiene una cualidad que vale más que toda inteligencia: ¡un corazón honrado y fiel! Ha conservado esos dones naturales a lo largo de toda su vida. Sufrió toda clase de golpes que le hicieron caer, perder las ilusiones, permanecer inactivo y, al fin, desencantado de todo y sin ganas de vivir, se refugió en el sueño, pero conservó su honradez y su bondad. Ni una sola nota falsa brotó de su corazón, ni se manchó de lodo. Nunca se dejará seducir por una mentira engalanada ni nada le hará seguir un camino falso. Aunque se agite a su alrededor todo un océano de maldad y vileza, aunque todo el mundo esté envenenado y gire al revés, Oblómov jamás rendirá culto al ídolo de la hipocresía. Su alma seguirá siendo pura, honesta y clara... transparente como el cristal. Hay pocas personas como él, son tan escasas como perlas en medio de una muchedumbre. Su corazón es insobornable, se puede confiar en él siempre y en todo." Traducción de Lydia Kúper de Velasco.

 


 

31 diciembre 2023

Lo mejor de 2023

 -Los documentos de Aspern, de Henry James (Penguin).


-El año del desierto, de Pedro Mairal (Libros del Asteroide).


-El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince (Alfaguara).

 

-Aniquilación, de Michel Houellebecq (Anagrama).

 

-El hereje, de Miguel Delibes -relectura- (Círculo de Lectores).

 

-La transformación, de Franz Kafka -relectura- (Círculo de Lectores).

 

-El ala derecha, de Mircea Cartarescu.

 

-La figura de la alfombra, de Henry James (Impedimenta).

 

-Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor (Penguin Random House).

 

-Poeta chileno, de Alejandro Zambra (Anagrama).


 *

-Tres caras (2018), de Jafar Panahi. 


-La peor persona del mundo (2021), de Joachim Trier.


-As bestas (2022), de Rodrigo Sorogoyen.


-La doncella (2016), de Park Chan-wook.


-Las acacias (2011), de Pablo Giorgelli (vista por segunda vez).


-El leopardo de las nieves (2021), de Marie Amiguet.

 

-El Crack Dos (1983), de José Luis Garci.

 

-Salvar al soldado Ryan (1998), de Steven Spielberg.

 

-El ángel azul (1930), de Josef von Sternberg.

 

-Interstellar (2014), de Christopher Nolan.


  

29 diciembre 2023

Lecturas de 2023


Libros leídos en 2023:

-Las malas, de Camila Sosa Villada (Tusquets)

-El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince (Booket)

-Aniquilación, de Michel Houellebecq (Anagrama)

-Arrancad las semillas, fusilad a los niños, de Kenzaburo Oé (Anagrama)

-Sumisión, de Michel Houellebecq (Anagrama)

-Diarios. A ratos perdidos 1 y 2, de Rafael Chirbes (Anagrama)

-Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini (Salamandra)

-Primer viaje andaluz, de Camilo José Cela (Noguer)

-Un mundo para Julius, de Alfredo Bryce Echenique (Anagrama)

10-Los mundos y los días. Poesía 1970-2009, de Luis Alberto de Cuenca

-Todo cuanto es verdad, de Diego Medina Poveda (Rialp)

-Amar es dónde, de Joan Margarit (Visor)

-El hereje, de Miguel Delibes -relectura- (Círculo de Lectores)

-Los días eternos, de María Elena Higueruelo (Rialp) 

-Los planetas fantasma, de Rosa Berbel (Tusquets) 

-Montevideo, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)

-El arte de la ficción, de James Salter (Salamandra) 

-Cegador, I: El ala izquierda, de Mircea Cartarescu -relectura- (Impedimenta)

-Ariel, de Sylvia Plath (Nórdica)

20-Cegador, II: El cuerpo, de Mircea Cartarescu (Impedimenta) 

-La pasión según G. H., de Clarice Lispector (Siruela)

-Éramos otros, de Andrés Trapiello (Ediciones del Arrabal)

-Cegador, III: El ala derecha, de Mircea Cartarescu (Impedimenta) 

-El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers (Planeta) 

-Eugénie Grandet, de Honoré de Balzac (El Mundo) 

-Los documentos de Aspern, de Henry James (Penguin Random House)

-En tierras de Goliat, de David González (Baile del Sol) 

-Que me maten si…, de Rodrigo Rey Rosa (Seix Barral) 

-Calendario sin fechas, de Josep Pla (Destino) 

30-La felicidad conyugal, de Lev Tolstói (Acantilado) 

-La gran musaraña, de José Antonio Muñoz Rojas (Pre-Textos)

-La figura de la alfombra, de Henry James (Impedimenta) 

-La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza (Seix Barral) 

-Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor (Random House) 

-El malogrado, de Thomas Bernhard (Alfaguara) 

-Soñar con bicicletas, de Ángeles Mora (Tusquets)

-Malaventura, de Fernando Navarro (Impedimenta)

-Demian, de Hermann Hesse (Alianza) 

-El año del desierto, de Pedro Mairal (Libros del Asteroide) 

40-La condición urbana, de Karmelo C. Iribarren (Renacimiento) 

-Serie B, de Karmelo C. Iribarren (Renacimiento) 

-Ola de frío, de Karmelo C. Iribarren (Renacimiento) 

-La transformación, de Franz Kafka -relectura- (Círculo de Lectores) 

-Tea Rooms. Mujeres obreras, de Luisa Carnés (Hoja de Lata) 

-La familia nórdica, de José Luis Cano (Visor)

-El ruletista, de Mircea Cartarescu -relectura- (Impedimenta) 

-Un día en la vida de Iván Denísovich, de Alexander Solzhenitsyn (Tusquets) 

-El príncipe, de Nicolás Maquiavelo 

 

Audiolibros escuchados en 2023:

-Poeta chileno, de Alejandro Zambra (Anagrama)

-El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero (Seix Barral) 

 

25 diciembre 2023

"Tea rooms. Mujeres obreras", de Luisa Carnés

 

Contaba Andrés Trapiello que los escritores de la izquierda perdieron la Guerra Civil y ganaron los manuales de literatura. No es desde luego el caso de Luisa Carnés (1905-1964), que siendo una autora conocida durante los años previos a la guerra, ya en el exilio cayó en el olvido hasta que, no hace ni diez años, ha sido rescatada al calor del marbete de Las Sinsombrero, denominación con la que se reivindica a una nómina de autoras de la Generación del 27. Algunos de los que se muestran críticos con este término advierten de que engloba a autoras muy diversas, de distintas disciplinas artísticas (Rosa Chacel, María Zambrano, Margarita Manso, Ernestina de Champourcín, Maruja Mallo, Concha Méndez, María Teresa León, Josefina de la Torre) y que en documentos de la época no aparecía. Difícilmente podrá pensarse en María Zambrano, que obtuvo en vida el mayor reconocimiento de las letras hispánicas, el Premio Cervantes, como autora silenciada. 

 

El término Las Sinsombrero hace alusión a un acto, se dice que irreverente, en el que participaron Salvador Dalí, García Lorca, Maruja Mallo y Margarita Manso en la Puerta del Sol de Madrid. En los años veinte, durante la dictadura de Primo de Rivera, se quitaron el sombrero descubriéndose la cabeza. Contaba Maruja Mallo: "Un día se nos ocurrió a Federico, a Dalí, a Margarita Manso y a mí quitarnos el sombrero porque decíamos que parecía que estábamos congestionando las ideas. Nos apedrearon llamándonos de todo". Parece ser que Borges escribió un artículo a propósito de esta idea, titulado "Los intelectuales son contrarios a la costumbre de usar sombrero".

 

El libro que nos ocupa, Tea Rooms. Mujeres obreras, se publicó en 1934, cuando Luisa Carnés tenía 29 años, y ha servido a La 1 para basar en él su teleserie Salón de té La Moderna, estrenada este otoño. Tras muchas décadas olvidada (hace apenas diez años no la conocía casi nadie), el nombre de Luisa Carnés ha recobrado su pujanza desde 2015 o así, y ya algunos centros la incluyen como lectura obligatoria de Bachillerato. Carnés nació en Madrid en el seno de una familia humilde y tuvo que empezar a trabajar a la edad de 11 años. En el terreno literario es autodidacta. Militante del PCE, fue asidua colaboradora en la prensa de izquierdas. Se exilió con la guerra, y en México murió a los 59 años a causa de un accidente de tráfico. Tea rooms, publicado por Hoja de Lata, lleva un epílogo de Antonio Plaza, uno de los principales adalides de la recuperación de la obra de Carnés.

 

La novela narra la historia de las trabajadoras de un salón de té en el Madrid de los años treinta, durante la II República. La propia Carnés tuvo este trabajo, y se basó un poco en sus experiencias a la hora de levantar esta novela social, y a ratos también política, en la que se critican las condiciones laborales de estas obreras. Como dato, trabajaban 65 horas semanales, diez cada día salvo los domingos, que echaban cinco. Cada jornada cobraban 3 pesetas (21 semanales, por lo que no es ocioso comentar que trabajaban por cuatro duros). Tea rooms funciona como novela coral en la que, no obstante, la protagonista es Matilde, una joven de familia humilde con conciencia de clase y ciertas ideas políticas (contempla la Rusia que ya comandaba Stalin como un sitio idílico que debería marcar el rumbo a los obreros de los demás países). En la novela parecen criticarse más las diferencias entre ricos y pobres, entre privilegiados y oprimidos, que entre hombres y mujeres.

 

"Su definición de la sociedad: "los que suben en ascensor y los que utilizan la escalera interior", se ha consolidado". 


Aunque este último componente feminista, por supuesto, no está ausente. Así, se quejan con razón de que los maridos consideran que las tareas del hogar no son trabajo, o de que a las empleadas del salón no se les permite estar casadas (mientras que a los camareros sí).

 

"El marido piensa que las cosas de la casa se hacen por sí mismas y no le da importancia alguna al trabajo de su mujer, al embrutecedor trabajo doméstico".

 

Es un poco triste que, cuando piensan en unirse para protestar, casi todas piensan que en el trabajo después de todo no se está tan mal, allí se distraen, se olvidan de sus hogares problemáticos y precarios. Al jefe las empleadas lo apodan "el ogro". No obstante, no se trata de una novela maniquea. El ogro tiene una buena acción y contrata a una joven pobre y desesperada, que luego traiciona su confianza sisando alguna que otra peseta de la caja. De ella se dice: "Parece encontrar en su origen miserable, en su vida de privaciones, un motivo de vanidad: el mismo que suscita en otros la opulencia". De modo que, en este caso, la oprimida queda mal y "el ogro" bien. Sobre la dificultad de la solidaridad o la fraternidad (ni rastro aún del término sororidad) en el trabajo, cuando las circunstancias aprietan, leemos:

 

"Hay que comer, por el medio que sea. Para el estómago todos los medios son lícitos y admisibles. Es sobradamente sabido que el estómago es amoral."

 

La novela empieza floja, con una prosa como de telegrama y mucha frase nominal, pero va creciendo conforme avanzan las páginas hasta conformarse como un todo digno. Con todo, como novelista de esta generación creo que prefiero a Rosa Chacel. Se tratan además temas como el matrimonio, el aborto, la prostitución o el derecho a huelga. Tiene un final no sé si decir "de tesis", que aboga por la lucha de clases como solución a los problemas de la sociedad, un mensaje político muy definido que acaso lastre un poco el conjunto.

26 noviembre 2023

"La condición urbana", "Serie B" y "Ola de frío", de Karmelo C. Iribarren

 

Aprovechando que se encontraban en la biblioteca donde trabajo, he leído de forma consecutiva tres libros de poemas de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) publicados por Renacimiento. Se trata de La condición urbana (1995), Serie B (1998) y Ola de frío (2007). Hace unos años que Iribarren se mudó a la editorial Visor, donde ahora estos libros aparecen incluidos en su poesía completa.

 

La de Iribarren es una poesía clara, directa, minimalista, sí, pero no llegaría a decir antirretórica (utiliza bastantes comparaciones, polisíndetos, encabalgamientos, algunas metáforas, anáforas...). En un poema de La condición urbana emplea un recurso retórico, la tmesis, que ya emplearon Quevedo o Fray Luis, en este caso para crear un doble sentido crítico y humorístico cuando habla de un simposio y de "eminencias con- / trastadas / en el manejo de las lenguas". Lo que sí exhalan los versos del donostiarra es cierto desdén hacia la poesía más académica o vacuamente ornamental, como en este "Fax a los poetas":

 

"No se preocupen.

Ustedes sigan

adornando

sus jodidos arbolitos

de Navidad.


Yo haré

el trabajo

sucio."


Recuerda uno, en este sentido, un poema muy similar de Roger Wolfe, poeta al que Iribarren cita en La condición urbana. La obra de ambos guarda ciertas concomitancias y se suele enclavar en el realismo sucio. Es perceptible la visión irónica y pesimista de la vida que trasminan los poemas de Iribarren, donde casi siempre -y es de agradecer- está presente la hondura. Destacaría también del autor la habilidad para insuflar a lo que quiere contar toda la fuerza posible que pueda caber en la página, utilizando para ello recursos como los espacios en blanco, la acotación, el paréntesis, con finales a menudo potentes.

 


 

Se trata de un autor con mucha calle, que trabajó de camarero, que consiguió dejar el alcohol, y en sus poemas son frecuentes las escenas callejeras de la ciudad, que el poeta vive u observa: miradas que se cruzan en los bares, trayectos en autobús, reflexiones sobre el hecho de estar vivo en este perro mundo, momentos cotidianos significativos (los músicos callejeros, los mendigos sin techo, las bandas urbanas, los jóvenes que esperan el transporte, los viejos que avanzan por el paso de peatones, ingredientes en definitiva de todo el ecosistema urbano). Como puede verse en el poema anterior, no elude los coloquialismos y los disfemismos ("no te jode", "a ver qué hostias haces"). En el siguiente poema, incluido en Serie B, se observa una aguda crítica social, al tiempo que una gran concisión:


"Los dos

bajaban

por la calle

cubiertos

de sangre.

Nadie

les prestaba

atención.

Así era

la ciudad."


Este tipo de poesía donde abundan las frases cortadas y se abusa del intro hay cierto tipo de lector y de escritor que la desdeñan y ni siquiera la consideran como tal: ya he dicho en anteriores ocasiones que a mí me gustan diferentes tipos de poesía, y la de Iribarren, por supuesto, no es una excepción. Normalmente no hay rima, aunque a veces aparecen algunas asonancias. La C. del nombre del autor es de su primer apellido, Caballero, por lo que sus forofos pueden hacer la rima fácil:


"Poderoso Caballero

es don Karmelo."


La de Iribarren es una voz poética con personalidad y un estilo definido desde sus inicios. No escapa tampoco de cierto componente sentimental (en el buen sentido). Lo único que echa un poco para atrás es que se sucedan y proliferen las reediciones de sus libros, las segundas y terceras ediciones aumentadas, las antologías, las poesías completas que se amplían cada dos años, hecho ante el cual el lector que espera tener un libro definitivo entre las manos acaso sienta cierta frustración, y que no invita demasiado a la fidelidad. Dejo para terminar un último poema, incluido en Serie B, titulado "Ritual sangriento":


"Dejo el periódico sobre

la barra. Enciendo

un cigarrillo. Tomo

el primer trago de café. Otra

calada, y después otra más

fuerte. Ya está. Ya estoy

en marcha, me digo. Ya puedo

hacerle frente a esta locura.

Ahora, a ver si hay suerte,

y algo me llega al corazón."

 


19 noviembre 2023

"El año del desierto", de Pedro Mairal

 

 

Descubrí a Pedro Mairal cuando lo empezó a publicar Libros del Asteroide en 2017. Disfruté de La uruguaya y, más aún, de Una noche con Sabrina Love, que ya había publicado Anagrama en su momento. Sabía por el blog Desde la ciudad sin cines que David Pérez Vega conocía con anterioridad a Mairal y destacaba El año del desierto como un gran libro. En España lo había publicado Salto de Página pero creo que se encontraba descatalogado (esta editorial, además, tengo entendido que ya ha desaparecido). Así que cuando esta primavera Libros del Asteroide reeditó la novela no dudé en hacerme con ella en la Feria del Libro de Málaga.

 

El año del desierto, publicada por primera vez en Argentina en 2005, se nos presenta como una distopía, género que suelo disfrutar y del que ya comenté aquí no hace mucho una novela de Walter Tevis, Sinsonte, publicada por Impedimenta

 

La narradora tiene 23 años, novio, vive con su padre y trabaja en un importante edificio de oficinas de la capital. Desde el principio se nos habla de que los ordenadores han dejado de funcionar, y poco después se alude a la intemperie, un fenómeno algo indeterminado y destructor que avanza por la ciudad de Buenos Aires convirtiendo los edificios en páramos, en descampados, y que obliga a la gente a mudarse. El autobús de línea, por ejemplo, ve alterado su recorrido:

 

"Tuve que ir a Beccar al día siguiente a cobrar el alquiler de la casa. Cuando pedí el boleto, el colectivero me advirtió que el recorrido ya no llegaba hasta Tigre. Le pregunté por qué y me dijo:

-Porque no hay nada."

 

Esto me llevó a pensar, como referentes, en otros textos latinoamericanos como Casa tomada de Julio Cortázar o ese cuento de Mario Levrero titulado Gelatina. Más adelante se refieren a esa intemperie como el "desierto", entroncando con el título del libro. Pero luego la acción va tomando otros derroteros, y el lector observa que el país parece haber ingresado en un proceso irreversible y vertiginoso de involución, en medio del cual la protagonista tratará de luchar por su supervivencia en trabajos cada vez más precarios e indignos, hasta el punto de volver los tiempos de los gauchos y de la colonia española. La novela fue escrita más o menos tras la época de la grave crisis nacional que llevó al corralito de 2001. En un momento dado, la protagonista describe así su desarraigo, su desamparo, su crisis de identidad:


"Creo que, ese año, (...) me había alejado de mí hacia zonas desconocidas. Ahora, tierra adentro, estaba terminando de alejarme, de deshacerme. Sentía que me atravesaba el viento."

 

Al comenzar la lectura me molestaron un poco ciertas repeticiones en la prosa que al autor no parecían importarle, así como alguna concordancia ad sensum ("gente que saludaban"). La buena prosa, cabe apuntar, acaso sea un estándar que cambia según el país. Así, tengo entendido que en las grandes obras maestras de Tolstói, por ejemplo, abundan las repeticiones hasta niveles que harían poner el grito en el cielo a cualquier corrector literario español. 

 

Pronto, no obstante, me fue ganando el interés de la historia, la minuciosa inventiva de Mairal, la acción trepidante de la novela. Se trata de una propuesta singular y estimulante, de un derroche de talento por parte del autor, de una novela sobresaliente.

 

Como curiosidad, creo que es el primer libro donde veo utilizada la palabra amigovio. El tiempo de la novela es lineal, salvo por el primer capítulo, posterior a todo lo que se nos contará después (posterior al "año del desierto"), en el que vemos que la protagonista trabaja en la biblioteca de un país extranjero.

 

Seguiremos leyendo a Pedro Mairal, sin duda uno de los grandes autores latinoamericanos de nuestro tiempo, que en El año del desierto da bastantes muestras de su maestría.

11 septiembre 2023

"En tierras de Goliat", de David González

 

 

En tierras de Goliat vio la luz en 2008 en la editorial tinerfeña Baile del Sol. Esta imagen de portada corresponde a la segunda edición, de 2018, que es la que yo he comprado y leído. Se trata de un título un tanto polimórfico, pues en la misma solapa (y en la portada de la primera edición) se refieren a él como En las tierras de Goliat. Ese artículo que funciona un poco como el gato de Schrödinger ya existía en aquel título de Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, que a poco que no prestemos atención recordaremos de manera errada como El jardín de los senderos que se bifurcan.

 

David González nació en San Andrés de los Tacones, Gijón, en 1964. Según he leído, en su juventud tuvo una etapa de yonqui y participó en un atraco a mano armada que lo llevó a una condena de varios años en la cárcel (estuvo allí tres, creo), donde encontró su vocación poética. Luego pasaría unos años, casi diez, trabajando en una empresa de la industria metalúrgica, oficio que dejaría, después de que le diagnosticaran una diabetes insulinodependiente, para centrarse en la tarea de escribir, tarea que no le permitía la independencia económica y que lo condenaba a la precariedad. Murió en febrero de 2023, a los cincuentainueve años, a causa de un cáncer de laringe. El documental Vocación de perdedor, que puede verse en YouTube, es bastante recomendable para conocer su figura.


Ha tenido que morirse para que yo lo lea. A veces los lectores funcionamos así, qué se le va a hacer, y aunque había oído elogios dirigidos a su obra poética y me había gustado alguno de los poemas suyos leídos en internet, no ha sido hasta después de su muerte cuando me he decidido a acercarme a uno de sus libros. 

 

Me gustan diversos tipos de poesía, desde un florilegio de sonetos a libros de verso libre. A David González se le suele encuadrar en la literatura del realismo sucio. Eran referentes suyos autores de la generación beat (Kerouac, Burroughs), Céline, Bukowski, Rimbaud y, dentro de la contemporaneidad y del territorio patrio, Antonio Gamoneda. El autor se refiere a su producción como poesía de no ficción.

 

Los poemas tienden a no ser muy breves. Contienen experiencias y mucha calle, profundidad y desolación. Alguna fotografía o dibujo aparecen intercalados. Un rasgo tipográfico de su estilo, conocido por todo aquel que se haya asomado a sus páginas, son esas conjunciones "y" y "o" que aparecen en el margen izquierdo, extramuros del cuerpo del verso, como para recordarnos el lugar marginal de su estampa. 

 

En el índice se destacan en negrita tres secciones: "No hay nada que un hombre no pueda hacerle a otro" (que me parece un título más potente para el libro), "La caza espiritual" y "Exit". En la segunda de ellas los poemas están compuestos, a modo de uno de los experimentos del OuLiPo, de forma juguetona, a raíz de textos ajenos en los que el autor ha suprimido cierta cantidad de palabras para "esculpir" o "descubrir" un poema oculto.

 

"Drogas, prostitución, alcohol, sexo, lenguaje malsonante, delincuencia, navajas y odio a la clase media", podría advertirnos, de tratarse esto de una película, uno de los rótulos puritanos y biempensantes que suele utilizar Amazon Prime Video. Encabezan los textos bastantes citas de otros autores. En los poemas, algunos nombres propios los escribe el autor en minúsculas y otros en mayúscula, ignoro por qué. A veces pone las comas, a veces no, diferencia de criterio rastreable en ocasiones en un mismo poema. De cuando en cuando, el lector se topa con unas cuantas páginas en prosa, diez o doce, donde se suceden relatos de tinte experiencial, y también de ese mundo, o ese submundo, que podría llamarse el lumpen.


He disfrutado bastante de la lectura, imagino que leeré más libros de David González.

 

"AMPUTACIONES

el hombre

era manco

pero durante un instante

mientras me pegaba

un buen corte de mangas

pude verle claramente el brazo,

el corazón" 

 

02 septiembre 2023

No hay tanta gente viva en este mundo

 

 

Declara Umberto Eco: “...sin duda, hay más lectores ahora. Y permanece la gran mayoría que no lee, porque no tienen curiosidad intelectual. Ser curioso significa estar vivo. Pero, créeme, no hay tanta gente viva en este mundo”. Me gusta y al mismo tiempo no me gusta el argumento, como esa calle de Lucena que es Alta y Baja. ¿No estamos reduciendo el amplio espectro de la curiosidad a la intelectual? Quiero decir que, en esta vida, se puede tener curiosidad por la mecánica, el bricolaje, la repostería, por muchas cosas. De modo que se puede estar vivo por caminos muy diversos. 

 

Oímos estas palabras del autor italiano en Umberto Eco: la biblioteca del mundo (2022), documental de Davide Ferrario que puede verse en Filmin. Ahí asistimos también a un paseo del erudito por su biblioteca doméstica, que contaba con unos treinta mil volúmenes, paseo que despierta la envidia (si es que se es susceptible de ella) de los aficionados a los libros.