29 noviembre 2014

El fanal hialino



El fanal hialino (2002) es el undécimo de los dieciocho tomos hasta ahora publicados de los diarios de Andrés Trapiello, esa mastodóntica obra en marcha que lleva por título general Salón de pasos perdidos. El presente volumen corresponde al año 1997, y con él se ha iniciado uno como lector de la serie. Espero tener ocasión de continuar.

Aparte de a un dominador del lenguaje, con una prosa precisa y pulcra, rica y azoriniana, según han notado los críticos, reconocemos en Trapiello a un fino observador del entorno. A veces recurre a sinónimos cultos, y dice giróvagos en lugar de vagabundos, o dice, sin ir más lejos, hialino en lugar de diáfano.

Como diario de escritor que es, abundan en él los comentarios sobre el gremio (si bien los nombres aparecen más o menos velados, al indicarse sólo las iniciales), cotilleos de actos o jugosas anécdotas literarias. Véase un ejemplo, en forma de reflexión:

"Convencerle a alguien que vende un millón de ejemplares de su libro de que además puede ser un completo imbécil, es difícil. Aunque igual de difícil es convencerle de lo mismo a otro que vende trescientos."

Según recorremos las páginas, vamos asistiendo a un viaje a París, otro por Italia (incluida la ciudad natal de Leopardi, a quien Trapiello admira), comentarios sobre arte (pintura abstracta, música minimalista), sobre noticias de prensa (el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la muerte de Lady Di), sucesivos paseos por el rastro o la historia de cómo acabó conociendo -curioso caso- a un lector que le envió una carta con erratas que había detectado en uno de sus libros. 

Tras iniciarme en el autor con Los amigos del crimen perfecto, y aunque tenía buenas referencias, ha sido una grata sorpresa descubrir a este Trapiello más íntimo y quizá también más entregado, más pleno, ávido de crear vida, en un intento por apresar detalles y pequeñas vivencias que se intentan rescatar temporalmente de un, a fin de cuentas, implacable olvido. A este respecto, escribe: 

"Me apenaría que muchas de las historias que suceden a nuestro lado se deshilacharan definitivamente como esas borrascas atlánticas que se disipan al llegar a la meseta."

Vivencias, claro está, pasadas por el filtro de la mirada del autor, que crea con cierta ironía (en bastantes momentos me ha asaltado una sonrisa) y no desprovisto de chispa. También se recogen críticas a tomos anteriores del diario y, en definitiva, todo aquello que, en el susodicho año, el autor consideró de interés rescatar. 

Un momento que llama la atención: cuando informa de que es la primera tarde en muchos meses en la que ¿puede? dedicar tiempo al placer de leer.

Continúo de esta forma, otra vez placentera, con mis incursiones en el género diarístico, que suelo frecuentar desde hace un tiempo (Josep Pla, John Cheever, Chantal Maillard, Pessoa...). Con cien páginas, comenté en Goodreads, di el libro por amortizado. Quedaban otras quinientas para disfrutar.  

Valoración: 4/5.

22 noviembre 2014

Javier Cercas en Málaga

Por este teatro,
de fachada colorida,
pasó ayer un soldado
de Salamina.


El pasado viernes tuvo lugar, en el Teatro Cánovas de Málaga, un encuentro de clubes de lectura de bibliotecas rurales de la provincia (entre ellas la de mi pueblo, Cuevas Bajas) con el autor Javier Cercas, que presentó su nueva novela, El impostor, y al que tuve ocasión de asistir. Cercas resultó afable y dialogante. En su intervención comenzó presentando al protagonista de su libro, Enric Marco, un personaje real (aún vivo, con 95 años, y que esa misma mañana había estado hablando en la SER) que se hizo pasar, de la forma más convincente, por víctima de los campos de concentración nazis, llegando a pronunciar múltiples conferencias, a conceder entrevistas y a intervenir incluso en el Congreso de los Diputados, como representante de la asociación de víctimas que presidía, con un vibrante discurso que emocionó, entre otros, a la ministra Carmen Chacón. Hasta que, dos meses después, fue desenmascarado por el historiador Benito Bermejo y se descubrió que nunca había estado en un campo de concentración (aunque sí en Alemania, sí en la cárcel).

La novela, en la línea marca de la casa, funciona como un producto híbrido mezcla de crónica, biografía, novela, autoficción, historia... En ella, según oímos, como ocurría en Soldados de Salamina, de forma metaliteraria, se refleja el propio proceso de construcción del libro. Se habló de este tipo de obra, que Cercas emparentó con la novela cervantina (empleó la metáfora culinaria del banquete con muchos platos), en comparación con el tipo decimonónico (más centrado quizá en la peripecia: fulanita conoce a mengano, se gustan, se casan, tienen hijos, se separan...), que, bien es cierto, ha dado grandes títulos, pero que resulta, para Cercas (y para uno mismo), menos interesante y aún sobrevive, de forma algo trasnochada pero en algunos casos exitosa, hoy día.

Se criticó también el concepto contradictorio de memoria histórica (no sus pretensiones y propósitos), ya que la memoria es algo personal y subjetivo, mientras que la historia es colectiva y objetiva, o al menos aspira a serlo. Se habló de cierta industria o burbuja de la memoria histórica que hubo hace unos años y en la que, como caso paradigmático, encontramos al protagonista de esta novela.


Cercas en acción, flanqueado por distintas autoridades


Cercas expuso, además, su visión de la literatura, de la novela, como cartografía que nos ayuda a entender mejor la realidad, la condición humana en general, o a ciertas personas en concreto. Dado el caso de Hitler, ¿de qué nos sirve, por ejemplo, decir que es un monstruo y alejarnos de él sin tratar de entenderlo? Mientras más se conozca su caso, si llegáramos a comprenderlo enteramente (ojo: no a justificarlo), tendríamos la base para que la historia no se repita, vino a decir Cercas.

Se refirió el autor a la mediopatía, a ese afán del común de la gente, al menos en las sociedades consideradas "desarrolladas", por aparecer en los medios.

Resultó un acto bastante interesante, enriquecido por los comentarios atinados de los compañeros de mesa y de alguna asistente, que sería delirante tratar de compartir aquí de forma íntegra. Al final, me rasqué el bolsillo y me hice con un ejemplar de la novela, que me llevé firmada junto con las otras tres del autor que ya traía de casa. También me atreví a regalarle al autor un ejemplar de mi libro, El rayo que nos parta, a riesgo de ser considerado un petardo con afán de medro.


15 noviembre 2014

Otoño


OTOÑO

Noche. Calle mojada.
En la acera, bajo un paraguas,
un vejete con bulldog
al que te aproximas
en tu rato de jogging.
Te debates entre cruzar
la calle o seguir
por tu lado como si nada
(pero si los miedos
hay que afrontarlos,
qué mejor oportunidad que esta).
El perro empieza a ladrar
y a tirar (“no le gusta que la gente corra”,
dice incomprensiblemente el dueño),
y tú te apartas -temblorosas tibias-
medio metro a su paso
pisando algo de calzada -al tiempo
que esquivas un titular de periódico-,
no muy convencido de que el viejo
pueda retener a la fiera
(que, ahora ves, va sin bozal).
A duras penas mantiene 
el equilibrio mientras tú rezas
por que no resbale
con esa capa de hojas secas
(es un decir) y acabes por odiar
a perpetuidad
cualquier atisbo de poesía otoñal.

(un poema propio)
2014

08 noviembre 2014

Tenemos que hablar de Kevin


Incorrección política, cierta amoralidad, niños que todos nos arrepentiríamos de haber tenido y un notable desplazamiento de los roles tradicionales son algunos de los componentes que encontramos en Tenemos que hablar de Kevin (2003), la interesante novela de la estadounidense Lionel Shriver, que ha sido ya adaptada al cine en 2011 con la participación de Tilda Swinton, entre otros.

La novela se estructura en forma de cartas sucesivas que Eva envía a su marido, con el que ya no convive, tratando sobre diversos temas y contando la historia de su hijo Kevin, un adolescente particularmente rebelde que ha cometido, según se alude desde las primeras páginas, dejando con ganas al lector de querer saber más, un delito de cierta seriedad (no queremos desvelar demasiado del argumento). Eva, la madre, reconstruye la historia desde el principio de su matrimonio y el nacimiento de Kevin. 

Se trata de una mujer que revela una notable acidez, en ocasiones corrosiva, en su visión del mundo y manifiesta opiniones políticamente incorrectas, por ejemplo, sobre la maternidad, o sobre lo que se espera de una madre. Sarcástica y a veces también frívola, no es la típica mujer familiar y maternal del tópico, por eso hablábamos de desplazamiento de roles. Aparece también un cuestionamiento de determinados métodos escolares y educativos, del american way of life en general, y en concreto se plantea el debate de las armas de fuego en Estados Unidos.

En determinados momentos se vislumbra una amoralidad que recuerda a Del asesinato considerado como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey, libro del que ya hablamos en este blog. Véase este fragmento:

"…en cuanto asesino, hay que reconocer que Davis era todo un caballero. Dejó una nota en su coche, en la que aseguraba a sus padres y a su antigua novia que los quería mucho. Una vez cometido el crimen, dejó caer el arma, se sentó a su lado y se tapó la cabeza con las manos. Así se estuvo hasta que llegó la policía, momento en el cual, según informaron entonces los periódicos, “se rindió sin ofrecer resistencia”."

Hay cierta ambigüedad en la postura de la madre sobre la fechoría de su hijo. A veces habla de ello como del día en que se truncó su vida, y otras llega a mostrar orgullo por que su hijo haya tenido la cabeza de llevar a buen puerto lo que planeó. Otros libros que me han venido a la cabeza en la lectura han sido La cena de Herman Koch y El fin de Alice de A. M. Homes.

La novela tiene bastantes momentos brillantes y algunos diálogos demoledores entre madre e hijo. A pesar de sus seiscientas páginas, no se trata de un libro denso. La prosa no resulta muy elaborada y la lectura es ágil, absorbente y perturbadora. Algo que no vi como un acierto fue el retrato del adolescente como un pequeño monstruo inhumano desde que nació, pero pueden ser cosas mías. También eché en falta la postura del padre tras lo que hizo su hijo, pero al final entendemos que no aparezca.

Seguramente una de las mejores novelas que he leído este año. La recomendaré.

Valoración: 4/5.