31 enero 2012

Guía de Mongolia



Uno de los culpables de que este libro cayera en mis manos fue Enrique Vila-Matas, y sin duda ahora comprendo por qué le gustaba tanto este libro. Me da a mí que los que estén en la órbita lectora del barcelonés pueden sorprenderse muy gratamente con Guía de Mongolia.

Y es que Basara es otro cultivador de la extravagancia.  Su libro es imaginativo y excéntrico, lúdico, absolutamente reacio a lo convencional y decididamente divertido. Juega con el género de la autoficción y es también metaliterario. Reconozco que el título del libro no me atrae, no me dice casi nada. Y sin embargo, Guía de Mongolia es una de esas novelas en las que desde las primeras páginas estás convencido de que has acertado al elegirla.

El motor de la trama es el suicidio de un amigo del narrador, que a su muerte le deja una carta en la que le comunica que una revista le ha propuesto viajar a Mongolia y escribir una guía, y que él, estando decidido ya a quitarse la vida, ha dado a la revista el nombre de su amigo, el narrador, para encargarse de tal fin. Con este pretexto se inicia un recorrido delirante por algunas de las peculiaridades del país, y, sobre todo, asistimos a las conversaciones metafísicas (reflexiones sobre el tiempo exterior y el interior, sobre la visión de la muerte en las sociedades actuales) entre el protagonista y un grupo de bebedores de vodka en el bar del hotel. Entre ellos se encuentran un oficial ruso que se ha hecho lama, el cadáver de un viejo, un obispo o el corresponsal de un periódico que ya ha desaparecido.

Por definición, algo que se hace llamar guía se supone verídico y real. Sin embargo, hay partes de este libro que parecen más propias del género fantástico. Así, Basara refiere algunas leyes y costumbres del país que podríamos adscribir al terreno de lo absurdo.

La del serbio es una voz que narra desde los márgenes, ajena a toda convención y academicismo, pero que tampoco descuida el entretenimiento. Todo ello hace valiosa esta breve novela que pide y merece una relectura. Basara se nos revela, en definitiva, como un autor de potente singularidad. Diría que este libro es una pequeña joya de no ser porque no me gustan las joyas. Ahora sólo queda esperar que Minúscula tenga a bien publicar otro libro suyo. 

29 enero 2012

Los descendientes


Tenía ganas de ver esta película, y finalmente ayer fui. Antes de entrar, el delicioso recuerdo de Entre copas en la memoria y cierta esperanza de que iba a ser una buena película (nominaciones en todos los premios, opiniones encomiásticas de críticos con los que sintonizo). Vamos, que iba decidido a que la película me confirmara a Alexander Payne como un grande.

Creía que ya estaba un poco visto el rollo “papá ocupado que no asiste a la obra de teatro de su hija en el colegio”, pero aquí lo volvemos a encontrar. Hay momentos en los que he pensado que estaba viendo una americanada, una película por momentos superficial para pijos con remordimientos. ¿El mensaje? El descubrimiento de que el dinero no es tan importante, de que las cosas tienen también un valor sentimental, y de lo decisivo de ser un buen padre y que la familia esté unida. La película es correcta, pero de ahí a tanto premio…

Nada más empezar, encontramos una mujer en coma. ¿Peligro de llanto? Ni eso. Mujeres en hospitales en situaciones durísimas hemos visto unas cuantas (me acuerdo de Million Dollar Baby). Intuyo que cuando me muestran la cara dormida con la boca medio abierta de alguien que se va a morir están apelando a emociones muy primarias y trilladas, así que sencillamente no he sentido nada (quizá tenga un problema, o quizá sea que desde el minuto uno, salvo la fugaz escena de la moto acuática, vemos al personaje en coma sin que hayamos empatizado antes con él). De modo que parte del pretendido drama que plantea la película se me hace previsible, se me cae.


Me gustó, eso sí, el momento dramático de la piscina, cuando a la hija le dan la noticia y se sumerge y tal. Me pareció un acierto. Me gustaron también algunos momentos cómicos de la película. Aunque a Payne se le corte la mayonesa en algunos momentos, me reencontraron con el feliz recuerdo de Entre copas, única película suya que hasta el momento he visto. Tampoco está mal lo de la música hawaiana y algunos planos de paisajes, parece que Payne tiene buen tacto para estas cosas.


Pero, ¿Clooney mejor actor? No sé, lo hace bien, pero me parece exagerado lo de “el papel de su vida”. Qué pasa, ¿alguien de su renombre no ha tenido papeles mejores que este? Casi seguro que sí.


Película correcta, pero en mi opinión sobrevalorada: no es para mí una de las mejores del año. 

27 enero 2012

Ajuar funerario


BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU
Empeñado en alcanzar el Paraíso, aquel hombre renunció a los placeres de la carne, a la sensualidad del conocimiento y a las certezas de la soberbia. Fue justo, bueno y humilde, y al morir le proclamaron santo porque además fue un gran penitente. Pero cuando llegó ante Dios no pudo interpretar sus preguntas y fue condenado a vagar toda la eternidad en la aridez de su ignorancia, como castigo a su pobreza de espíritu.

AIRE DE FAMILIA
Después de muchos años ha vuelto la vida a la vieja mansión familiar y todo me resulta nuevo y extraño: los cuadros, la vajilla, los muebles. Hay algo aterrador que me impide reconocer cuanto me rodea, pero lo peor es la niña que viene por las noches a mi cuarto para atormentarme de nuevo con ese horror azul en los ojos. Dice que es su cuarto, pero yo estaba aquí mucho antes.

LOS YERNOS
Me encantaba contemplar mis libros en las estanterías, acariciar sus lomos y meter la nariz entre sus páginas como si realizara una fantasía pecaminosa. Debo tener casi diez mil, atesorados desde la adolescencia y leídos sin pausa a través de los años. ¿Habrá placer más grande que poner nombre, fecha y lugar de compra en la primera página de un nuevo libro? Mi biblioteca es el atlas de mis lecturas, la memoria de mi caligrafía y el itinerario de mis conocimientos.
Cuando las niñas eran pequeñas sacaba un libro al azar y les explicaba dónde lo había adquirido, a qué edad lo había leído y cómo había influido su lectura en mi vida. Ellas reían y prometían cuidarlos mucho, pero ahora han crecido, se han puesto muy guapas y la casa se me ha llenado de moscones. No me importa que alguno de esos maleducados le meta mano algún día a mis hijas. Es ley de vida. No. Lo que no me deja dormir es que encima arramplen con la biblioteca.
Me sulfura suponer que dentro de veinte o treinta años un yerno la tire a la basura para hacerle sitio a un televisor más grande. "¿Hasta cuándo vamos a guardar la biblioteca del empollón de tu padre?", chillarán. Ay, mis libros, mis viajes, mi memoria. Por eso cogí un cuchillo y me escondí en el garaje hasta que salieron esos maleducados. No se dieron ni cuenta. ¡Pobrecitas! Eran tan guapas.

Fernando Iwasaki, Ajuar funerario (Páginas de Espuma).

Puede que también te interesen:
El imitador de voces, de Thomas Bernhard.
Desaforado, de Juan Varo.
"Amanecer", de Raúl Rubio.

22 enero 2012

Purga


Esta novela de la finlandesa de apariencia freak Sofi Oksanen ha cosechado una serie de premios tanto en su país como en el ámbito europeo, donde en 2010 fue considerada la mejor novela del año. Al parecer, Purga nació como una obra de teatro que la autora desarrolló después, dado su éxito, para convertirla en una novela. En España fue publicada por Salamandra el pasado 2011, y se ha colado en alguna de esas listas que elaboran los críticos con lo mejor que se ha publicado en el año (a Alberto Olmos, por ejemplo, le gustó).

En mi opinión, considerar Purga una obra maestra parece un poco exagerado. Y no quiero decir con esto que el libro sea malo (sinceramente, creo que no lo es), pero de ahí a decir que todo el mundo debería leerlo, como ha dicho algún crítico, hay un mundo. He leído por ahí que el estilo de Oksanen anda a caballo entre Asa Larsson y Hertha Muller. Supongo que habrá que leer más libros suyos para hacerse una idea global de su obra, ver cómo evoluciona y tal.

La acción transcurre en 1992. Aliide, una vieja que habita en una zona rural estonia, encuentra en su jardín a una joven que parece aturdida y desorientada. Tiene el rímel corrido por las mejillas, el labio hinchado y carreras en las medias. ¿Quién es? ¿Cómo ha llegado allí? ¿Qué quiere de ella? La escena inicial confiere al libro cierta intriga. Paralelamente, se nos habla de la juventud de Aliide y del año previo en la vida de Zara, y conoceremos el nexo que une a ambas. Pronto intuimos una historia relacionada con el tráfico de mujeres y con pasadas traiciones y rivalidades familiares. La trama sirve para conocer un poco la historia de un país del que al menos yo poco sabía, Estonia, que llegó a formar parte del Tercer Reich durante la ocupación nazi y sufrió luego el mando de Stalin hasta conseguir a comienzos de los noventa independizarse de la Unión Soviética y, posteriormente, incorporarse a la Unión Europea. La catástrofe nuclear de Chernóbil también aparece tratada en algunas páginas de la novela.

El libro está construido a base de capítulos cortos que contribuyen a una lectura ágil. La narración es fluida. Me ha parecido una novela entretenida, cuyo último tercio ha conseguido atraparme especialmente. La verdad es que, haciendo un pequeño ejercicio de empatía, la situación de Zara puede considerarse desoladora. Eso de verse atrapada en un mundo del que quizá nunca pueda salir, el hecho de saber que no tiene ayuda posible, que está sola… La sensación de orfandad y desamparo tiene que ser bestial. Terrible.

Puede que también te interesen:
-El año que trafiqué con mujeres, de Antonio Salas.
-Flores de verano, de Tamiki Hara.
-El vano ayer, de Isaac Rosa.

17 enero 2012

Paisaje en la niebla



Título original: Topio stin omichli
Año: 1988
Duración: 127 min.
País: Grecia
Director: Theo Angelopoulos
Género: Drama
Premios: León de Plata al mejor director en Venecia (1988), Premio Félix a la mejor película europea (1989)
Mi valoración: 4/5

Dejo una opinión con la que coincido bastante. Está sacada de Filmaffinity y su autor es Quim Casals:

"Angelopoulos es uno de esos directores que, por alguna extraña razón, tienden a provocar reacciones extremas: por un lado los que le consideran un indiscutible maestro del cine europeo y, por otro, los que piensan que es un aburrido pedante al servicio de la pseudointelectualidad.

Aunque personalmente creo que Paisaje en la niebla es una obra maestra, no extiendo esta consideración al conjunto de su producción. La mirada de Ulises, por ejemplo, me parece una estupenda película con secuencias realmente magistrales; sin embargo justo es reconocer que su excesivo metraje alberga también momentos de morosidad autocomplaciente y algo pretenciosa. Lo mismo podría decirse de La eternidad y un día, aunque para mi gusto es mucho más lograda que la anterior. 

Así, pues, no me sitúo ni en el grupo de los defensores acérrimos ni en el de los detractores que hacen una “enmienda a la totalidad”. Para mí, Angelopoulos es un gran director al que de vez en cuando se le va la mano, por lo que teniendo capacidad para hacer obras redondas, le acaban saliendo ovaladas. Ello no quita, reitero, que sigan siendo magníficas, superiores en todo caso a la media.

La excepción es Paisaje en la niebla, la única suya donde percibo que nada sobra, que todo está en su sitio, que la cámara se mueve como el poeta escribe y que la lectura simbólica no es un guiño para iniciados sino una profunda, bella, introspectiva reflexión sobre la condición humana."







14 enero 2012

Tiempo de vida


Puede que la primera vez que tuve noticia de este libro fuese en una de esas listas que a final de año elaboran los periódicos (en este caso, creo que El País) con los mejores libros del año (en este caso, el 2010). No había leído nada de Marcos Giralt Torrente, salvo alguna crítica positiva en revistas literarias. Sabía que era nieto de Gonzalo Torrente Ballester, sabía que había ganado el premio Herralde, pero poco más.

Tiempo de vida nace a raíz de la muerte de su padre, el pintor Juan Giralt. En las páginas iniciales, el autor explica su idea de escribir un libro acerca de su relación con él, analiza las vías que tiene para hacerlo y empieza citando libros de autores que dedicaron una obra a hablar de sus progenitores (desde Richard Ford a Hanif Kureishi, desde Philip Roth a Paul Auster). En un momento del libro, se nos hace partícipes de las dudas del autor “acerca de si lo escrito trascendería el interés que para mí tenía y cobraría entidad literaria”. Son esas mismas dudas las que este que escribe albergaba al principio del libro, cuando se empezaba a hablar del matrimonio de sus padres, su posterior nacimiento y demás. Sentía que estaba leyendo algo íntimo y personal que sólo tenía relevancia para el propio Giralt Torrente y allegados. Esta sensación es justo la que me producía la foto de portada, en la que el padre del autor aparece sentado con su hijo sobre una pierna y lo sostiene rodeándolo con el brazo. Me parecía una foto privada que transmitía poco a un lector ajeno al círculo de conocidos del autor. Sin embargo, conforme fueron pasando las páginas, esa sensación se fue diluyendo hasta acabar pensando, sin ninguna duda, que ciertamente Giralt Torrente ha conseguido lo que se proponía y, desde luego, su libro ha adquirido entidad literaria, ha trascendido lo personal para alcanzar lo universal. De modo que mi opinión del libro no puede ser sino positiva, me parece un ejercicio lleno de honestidad, maduro, mesurado y con múltiples matices, que refiere las luces y las sombras de la relación entre ambos, pero siempre sin cargar las tintas. Emana el libro una tristeza contenida pero honda que termina calando. En una palabra, conmueve, algo que no todos pueden decir. Este libro fue galardonado con el último Premio Nacional de Literatura.

“En el fondo, mi padre afrontó la muerte como había vivido: callándoselo todo, en silencio, fiel por entero a la idea que siempre quiso transmitir de sí mismo, una idea nada sentimental, aunque él lo fuera, enemiga de cualquier engolamiento, alérgica a provocar compasión. (…) Sólo me hizo una petición: que, llegado el momento, no celebrara un funeral sino una fiesta en la que sus amigos pudieran tomar una copa.”

11 enero 2012

La maravillosa vida breve de Óscar Wao


(“…el deseo inextinguible de estar siempre en otro lugar.”)

La maravillosa vida breve de Óscar Wao es el título del libro con el que el dominicano Junot Díaz ganó hace unos años el premio Pulitzer de novela. Lo primero, supongo, es decir quién es Óscar Wao. Pues bien, Óscar es un dominicano residente en Nueva Jersey, sobrado de kilos y fanático de la ciencia ficción. Las mujeres, como comprenderéis, no le hacen mucho caso (se habla de su “triste y asexuada adolescencia”), y los demás niños acostumbran a romperle las gafas. Vamos, lo típico en lo que llaman un nerd, un freak que de niño prefiere leer a jugar en la calle. Es introvertido y le gusta Tolkien, por lo que en la novela hay bastantes referencias a El señor de los anillos. En un momento dado, le pregunta a su madre: ¿soy feo? Ella le responde “bueno, a mí no te pareces”. Vamos a ver, Óscar, si ni siquiera tu madre te ve guapo, la cosa está realmente mal, tío, para qué engañarnos.

Si algo define al libro puede que sea el desenfado con el que está narrado, su desparpajo. Desde el principio resulta un libro entretenido, con cierto tono jocoso y lleno de vida. La novela no se centra únicamente en Óscar (en ocasiones he echado de menos que no se hable más de él, como me pasó con Ignatius en La conjura de los necios), y se ocupa de distintos personajes en cada capítulo. Aparece, cómo no, la triste historia dominicana, que no se puede contar sin el dictador Trujillo, protagonista de La fiesta del Chivo de Vargas Llosa, libro que recomiendo. Es en uno de estos capítulos donde mi impresión de la novela mejoró, pero para ser sinceros igual esperaba un poco más del libro. Me da la impresión de que se centra demasiado en la cuestión de si Óscar rapará o no con alguna jevita, que la única intriga consiste en saber si morirá o no virgen. Me esperaba a un loser con más personalidad, creo que no me ha dejado demasiada huella.

Había oído que el libro tenía un montón de palabras en spanglish que dificultaban la lectura. Mi impresión al leerlo no ha sido esa: aparecen algunas, pero se puede seguir perfectamente, incluso desconociendo el significado de alguna palabra. A pesar de todo, a ratos me lo he pasado bastante bien leyendo el libro y no quiero disuadir a nadie de que lo lea.

No quería dejar pasar la ocasión de agradecer a La hierba roja por compartir la lectura. Su entrada sobre el libro, aquí.

09 enero 2012

Aunque tú no lo sepas

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuando te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

Luis García Montero, Habitaciones separadas (Visor).


05 enero 2012

Lecturas de 2011


-Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald.
-La historia del amor, de Nicole Krauss.
-La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.
-El árbol de la ciencia, de Pío Baroja.
-La tía Tula, de Miguel de Unamuno. 
-Antología poética, de Juan Ramón Jiménez.
-La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.
-El extranjero, de Albert Camus.
-Un hombre que duerme, de Georges Perec.
-Helada, de Thomas Bernhard.
-Franny y Zooey, de J. D. Salinger.
-La colmena, de Camilo José Cela.
-La vorágine, de José Eustasio Rivera.
-La gramática descomplicada, de Álex Grijelmo.
-San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno.
-Los cuernos de don Friolera, de Ramón del Valle-Inclán.
-La conjura de los necios, de John Kennedy Toole.
-La quinta de Palmyra, de Ramón Gómez de la Serna.
-Sunset Park, de Paul Auster.
-Doña Rosita la soltera, de Federico García Lorca.
-Desaforado, de Juan Varo Zafra.
-Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez.


-Los heraldos negros, de César Vallejo.
-La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa.
-Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos.
-El Día de la Independencia, de Richard Ford.
-El tragaluz, de Antonio Buero Vallejo.
-Rodeo, de Lluïsa Cunillé.
-La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa.
-Mínimas manías, de José Carlos Rosales.
-Nadie encendía las lámparas, de Felisberto Hernández.
-Del cielo a casa, de Hebe Uhart.
-Flores de verano, de Tamiki Hara.
-Las desventuras del joven Werther, de Goethe.
-El vano ayer, de Isaac Rosa.
-Jakob von Gunten, de Robert Walser.
-Habitaciones separadas, de Luis García Montero.
-Maus, de Art Spiegelman.
-El barón rampante, de Italo Calvino.
-A bordo del naufragio, de Alberto Olmos.
-Casi una leyenda, de Claudio Rodríguez.
-Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski.
-Boxeo sobre hielo, de Mario Cuenca Sandoval.


-La casa encendida, de Luis Rosales.
-Londres es de cartón, de Unai Elorriaga.
-El túnel, de Ernesto Sábato.
-Blanco nocturno, de Ricardo Piglia.
-Un momento de descanso, de Antonio Orejudo.
-Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo.
-Nocilla Lab, de Agustín Fernández Mallo.
-La maravillosa vida breve de Óscar Wao, de Junot Díaz.
-Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato.
-La cámara oscura, de Georges Perec.
-Sueños itinerantes, de Irene Zoe Alameda.
-Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente.
-Cuentos carnívoros, de Bernard Quiriny.
-El frente ruso, de Jean-Claude Lalumière.
-El desorden de tu nombre, de Juan José Millás.
-Los perros de Tesalónica, de Kjell Askildsen.
-El último encuentro, de Sándor Márai.
-La montaña mágica, de Thomas Mann.
-Agosto, octubre, de Andrés Barba.
-Ejército enemigo, de Alberto Olmos.


04 enero 2012

Favoritos de 2011

1. Maus, de Art Spiegelman

2. El vano ayer, de Isaac Rosa

3. La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa

4. El túnel, de Ernesto Sábato

5. Franny y Zooey, de J. D. Salinger

6. Desaforado, de Juan Varo Zafra

7. La montaña mágica, de Thomas Mann

8. Crimen y castigo, de Fiódor Dostoievski

9. Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez

10. Cuentos carnívoros, de Bernard Quiriny

11. Agosto, octubre, de Andrés Barba

12. Un momento de descanso, de Antonio Orejudo

13. Helada, de Thomas Bernhard

14. El árbol de la ciencia, de Pío Baroja

15. Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos

16. Jakob von Gunten, de Robert Walser