29 diciembre 2012

Buena, pero...



"-La novela es buena -dijo el Gordo, e hizo una pausa significativa-. Pero...

Podía habérmelo imaginado, porque sé desde hace unos cuantos años que mis novelas pertenecen a esa clase: buenas, pero... Los críticos se esfuerzan por clasificar mi literatura como perteneciente a tal o cual categoría, pero los editores son más realistas y unánimes; hay una sola categoría posible para mi literatura: buena, pero..."

Mario Levrero, Dejen todo en mis manos (incluida en Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo y otras novelas, DeBolsillo, 2012). Novela escrita en 1993.

19 diciembre 2012

La mujer zurda




De joven, Peter Handke escribió teatro experimental (como “provocadora” es calificada su Insulto al público). También ha escrito poesía, pero si lo conocemos puede que se deba principalmente a sus obras narrativas. En su faceta de guionista, cabe mencionar sus colaboraciones con Wim Wenders, que llevó al cine el año 72 la opera prima de Handke, El miedo del portero al penalty, una también muy breve novela en la que asistimos a la existencia errática del protagonista por una ciudad en un ambiente de aislamiento y un entorno a menudo hostil. La incomunicación y la soledad acaban arrastrándolo al crimen. La mujer zurda, publicada pocos años después, también está adaptada al celuloide (de ello se encargó el propio Handke), y puede que sea una de sus obras más apreciadas.

En la novela conocemos la historia de Marianne, la mujer del título, a la que con frecuencia no se menciona por su nombre sino, simplemente, como “la mujer”, y su marido, que acaba de regresar del extranjero tras un viaje de trabajo. El reencuentro se celebra con una cena. Todo parece marchar con normalidad, pero poco después ella le pide a su marido que se marche, que la deje sola, idea que ha recibido, dice Marianne, como una “iluminación”. La soledad es uno de los temas de la novela: “la soledad es causa del más gélido, del más repugnante de los sufrimientos: el de la inesencialidad. Después uno necesita gente que le enseñe que todavía no está del todo degenerado”. Soledad elegida por Marianne, que transmite cierta abulia, la apatía del hombre posmoderno de la que hablaba Gilles Lipovetsky en La era del vacío.

La mujer zurda es un libro intimista, sobrio, introspectivo, que emana una delicadeza reposada y puede llegar a conmover. Desde el principio se nos narran algunos detalles tiernos, escenas familiares que desprenden autenticidad. Al leer La mujer zurda uno piensa en esas películas propias del cine independiente en las que parece no ocurrir nada realmente significativo, películas llenas de silencios que transmiten al espectador sensaciones que acaban calando. Si El miedo del portero… se me hizo muy monótono, La mujer zurda me parece más interesante, aunque tampoco me acabe de maravillar. 

12 diciembre 2012

Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo



Aviso: este Nick Carter no es el de los Backstreet Boys, sino un detective famoso con sombrero, diminuto y esquizofrénico ayudante y secretaria ninfómana. Nick Carter protagoniza una historia de tintes paródicos tan alocada y disparatada como la frase que lleva por título. Ignacio Echevarría habla refiriéndose al libro de “una mezcla de ficción pulp, tira cómica y delirio onírico, con algunos delicados toques kafkianos”.

Yo sólo digo: qué bien se lo ha tenido que pasar Levrero escribiendo esto. Estamos de acuerdo en que seguramente no es su mejor libro, pero consigue lo que se propone y crea un mundo imaginativo y delirante, onírico por momentos, en el que, por ejemplo, los espejos no reflejan la imagen de Nick Carter sino que son como un mundo paralelo o trastienda mental donde tienen lugar cosas ajenas a su voluntad. 

Nick Carter... (escrito en 1973) es un libro ágil y diferente, atrevido (no sé si decir que Levrero le saca la lengua a las reglas de la verosimilitud) y lleno de acción, que uno encuentra emparentado, salvando las distancias, con el Rafael Reig de Sangre a borbotones o el César Aira de El congreso de literatura. En sus páginas encontramos casos de detectives, un lord inglés, villanos de cómic, una muñeca hinchable, innumerables extravagancias y un narrador que salta de la primera a la tercera persona según le dé.


Nick Carter es un personaje de ficción que cobró vida allá por 1886. Esta portada es de una publicación del estilo de las revistas pulp de 1933. Se vendía a diez centavos. Posteriormente ha sido objeto de distintas novelas, cómics, radioteatro y una trilogía cinematográfica. Una de las películas fue dirigida por Jacques Tourneur en 1939.

11 diciembre 2012

Portland Cello Project - Thousand words


Título del álbum: Thousand words.
Artista: The Portland Cello Project.
Año: 2010.
País: Estados Unidos.
Género: Clásica / Indie.
Títulos del álbum: 01 Denmark, 02 Halo, 03 Broken Crowns, 04 Take 5, 05 Taking a Fall, 06 1516, 07 The Dream: Transformation, Death and Birth, 08 The Dream: Midday Light, She Travels Effortlessly, 09 The Dream: Into the Twilight, 10 Hard (feat. Adam Matta), 11 Elegie. 
Duración: unos 46 minutos.



08 diciembre 2012

El papel de mi familia en la revolución mundial




El papel de mi familia en la revolución mundial nos acerca, desde la perspectiva de un niño, a la vida de una familia balcánica en un período histórico revuelto. Conocemos, a lo largo de las páginas, a un padre alcohólico que raros días permanece sobrio, unas tías fascinadas por las jóvenes estrellas del celuloide, un tío mujeriego y una madre harta de todos. Y el abuelo, claro, cuya visión de la historia queda reflejada en estas palabras: 

“A lo largo de la historia sólo existen matanzas, rapiña de oro y nada más.” 

Componen entre todos un elenco de personajes estrambótico y variopinto en torno al que orbitan historias a menudo terribles propias de tiempos de guerra. Por momentos el autor acumula escenas entre disparatadas y delirantes, entre horribles y divertidas. Se trata de un collage que puede asfixiar un poco, pero después la narración cobra otros vuelos. La novela fue publicada en su país de origen en 1969. En la contraportada de la edición de Minúscula, que la publicó en castellano en 2009, se habla de una edición artesanal que pronto se convirtió en libro de culto. Se trata de un relato, en todo caso, alejado de cualquier tipo de sensiblería. Segundo autor balcánico que descubro gracias a esta editorial si tenemos en cuenta la gran sorpresa de Svetislav Basara.

Fragmento:

"Mamá trajo una gallina que armó un gran escándalo y soltó plumas por toda la casa. Durante un tiempo yo arrastré la gallina con una cuerda, y luego mamá la cogió de un ala y le cortó la cabeza en la taza del retrete. Tiró de la cadena; la gallina sin cabeza temblaba en un rincón y manchó de sangre las zapatillas de mi madre. Fue horrible, pero divertido."

05 diciembre 2012

Garaje


Yabadabadú: ahora puedo ver el canal TCM. El otro día pusieron esta película de la que no había oído hablar, Garaje (2007). Y me llegó. Es intimista, humana y tiene buena fotografía. Gira en torno a un personaje solitario y cuasi marginal que trabaja en una desolada gasolinera del medio rural irlandés. Lleva el sello del cine independiente. La única pega el final, no me gustó el mensaje pesimista que intentaban meterme en vena. Aparte de eso, me recordó un poco a Vías cruzadas (The Station Agent). Dejo el tráiler (en inglés, eso sí).




26 noviembre 2012

La muerte lenta





Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca.
No arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.

Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce
o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.


Martha Medeiros, poeta brasileña.

23 noviembre 2012

El ángel Esmeralda




Si entráis a una librería podéis encontrar, aún calentito en la mesa de novedades, el último libro de Don DeLillo, que en mi caso he recibido por cortesía de PriceMinister dentro de su promoción para blogueros sobre los mejores libros del año.

Al igual que el libro de Salinger que estoy leyendo ahora, El ángel Esmeralda contiene nueve cuentos. Creo que decía Hipólito G. Navarro, escritor y cómo no defensor del relato corto, que así como hay autores que parecen escribir algún que otro relato entre novela y novela, digamos para descansar, algo que puede parecer poco considerado con el género del cuento, él lo que hacía en cambio era escribir, entre libro y libro de relatos, alguna que otra novela, porque para él lo más importante y lo más exigente eran los relatos. Quizá no lo esté explicando bien. El caso es que Don DeLillo parece de los primeros. En la contraportada leemos que este libro reúne los cuentos completos de DeLillo, así que teniendo en cuenta que son sólo nueve y que han sido escritos a lo largo de más de treinta años, no parece este el género predilecto del neoyorquino.

He de confesar que no me he sumergido demasiado bien en la lectura, no sé si por demérito del libro o por carencias personales. A ratos incluso me he aburrido. Estoy casi seguro de que no es de los mejores libros de DeLillo, aunque ya sabemos que es un hombre que escribe bien. Muy bien. Así que en cualquier momento es capaz de descolgarse con algo interesante, como a mi juicio resultan los diálogos entre dos extranjeros en Grecia durante un terremoto que encontramos en “La acróbata de marfil”, o las reflexiones de algún personaje en un relato futurista sobre la Tercera Guerra Mundial. Luego están las tramas. Si en un examen me preguntaran por los argumentos de todos los relatos del libro lo suspendería. Así de claro. Es el segundo libro que leo de DeLillo y, como Punto Omega (que ya sé que a muchos os parece grandioso), me ha dejado una sensación irregular, bien es cierto que con momentos ciertamente brillantes, ya que la escritura de este autor es de peso.

Seguiré haciendo incursiones en la obra de Don DeLillo. En el horizonte, no sé si muy lejano, libros como Ruido de fondo o Submundo.

Fragmento:
“-¿No sientes a veces un poder en tu interior -dice Vollmer-. Una especie de condición saludable extrema. Una salud arrogante. Eso es. Te sientes tan bien que empiezas a considerarte por encima de los demás. Una especie de fuerza vital. Un optimismo aplicado a tu propia persona que generas casi a costa de los demás. ¿No te sientes así a veces? (…) Seguro que hay palabra en alemán. Pero lo que quiero dejar claro es que esta sensación de poder es tan… no sé… tan delicada. Eso es. Hoy la tienes y mañana te sientes insignificante y perdido. Sale mal una cosita y te sientes perdido, te sientes débil más allá de toda medida, y derrotado, e incapaz de actuar poderosamente, por no decir con inteligencia. Todo el mundo tiene suerte, tú no la tienes, estás desamparado, triste, no sirves para nada, estás perdido.”

14 noviembre 2012

La realidad quebradiza



Juan Jacinto Muñoz Rengel (que no hace mucho publicó El asesino hipocondríaco) se encarga de la edición de esta antología de cuentos que hace unos meses vio la luz en Páginas de Espuma y que los aficionados al relato corto agradecerán. Abre el volumen (aunque me consta que algunos soléis leerlas al final) una introducción, atractiva por su planteamiento y desarrollo (“Viaje al centro de la mente de José María Merino”) tras la que encontramos los cuentos propiamente dichos, ordenados según la fecha de publicación de los libros a los que originariamente pertenecen. Cerrando el libro, encontramos una entrevista (también a cargo de Muñoz Rengel) en la que el académico José María Merino, entre otras cosas, menciona las posibilidades del cuento corto como instrumento para la animación a la lectura de los jóvenes.

Muchos de los cuentos de La realidad quebradiza (un título que celebro, me parece certero y atractivo) se adscriben al género fantástico. En “La casa de los portales” un grupo de colegiales ven su ciudad durante unas horas de una manera que no podrán olvidar nunca. En “Las palabras del mundo” un profesor universitario empieza a sufrir un extraño trastorno que le lleva a descomponer en sonidos las palabras que oye hasta el punto de ser incapaz de comprender su significado y que le suenen como el agua de un arroyo. Se trata del profesor Souto, personaje recurrente en la obra del leonés que aparece en varios de los textos de esta antología. “El viajero perdido”, uno de mis preferidos, nos recuerda que debemos tener cuidado con lo que imaginamos porque podría hacerse realidad. “El viaje inexplicable” nos sitúa en un tiempo futuro en el que los libros han desaparecido y es todo un elogio de la lectura. La mayoría de los cuentos son de extensión media, si bien encontramos un apartado de minicuentos en el que aparecen dieciocho microtextos (nanocuentos, creo que los llama Merino, y proliferan en su anterior libro La glorieta de los fugitivos).

Desde luego hay relatos mejores y otros no tan buenos para mi gusto, pero en general el libro da muestras de imaginación, de la fragilidad de lo real y la fantasía que se cuela entre los intersticios de lo cotidiano. La prosa es ágil y cuidada. Supongo que es fácil decirlo a toro pasado, pero se percibe que el autor ha escrito literatura juvenil. El terreno onírico también está presente a lo largo del libro.

La realidad quebradiza constituye el segundo volumen de la colección “Vivir del cuento”, iniciada con El pez volador de Hipólito G. Navarro, autor cortazariano que desde aquí no desperdiciamos la ocasión de recomendar.   

11 noviembre 2012

Anna Ternheim - Somebody outside


Título del álbum: Somebody outside.
Artista: Anna Ternheim.
Nacionalidad: Suecia.
Año: 2004.
Género: Acústica / Indie / Rock
Títulos del álbum: 01 To be gone, 02 Better be, 03 I'll follow you tonight, 04 Bring down like I, 05 I say no, 06 A french love, 07 A voice to calm you down, 08 Somebody outside, 09 My secret, 10 Shoreline.
Duración: unos 39 minutos.






03 noviembre 2012

Tres rosas amarillas




Decir que Carver es un maestro del relato corto no es ninguna novedad, pero tampoco está de más recordarlo. Su muerte prematura a los cincuenta años, a causa de un cáncer de pulmón, deja su producción en un número de libros muy inferior al que nos habría gustado leer. Se dijo que era el escritor que América no se podía permitir perder. A pesar de su relativamente escasa producción (cuatro libros de relatos publicados en vida, además de Si me necesitas, llámame, que vio la luz de forma póstuma), se le considera uno de los grandes del siglo XX y se le llega a comparar con Chéjov.

Tres rosas amarillas, aparecido en 1988, fue su último libro de relatos publicado en vida. Diez años después, consolidada de forma sobrada la fama de Carver, surge la polémica acerca de las correcciones que su editor, Gordon Lish, hizo de los dos primeros libros de Carver. A raíz de estudios de gente como Alessandro Baricco (véase su artículo “El hombre que reescribía a Carver”), que tuvo oportunidad de acceder a los textos originales del autor, sabemos que Lish aplicaba una gélida tijera a los relatos, reduciéndolos en extensión y cambiando numerosos finales e incluso algún título. Su segundo libro, por ejemplo, pasó de llamarse Principiantes a De qué hablamos cuando hablamos de amor. Anagrama publicó precisamente hace unos años el libro tal y como lo concibió Carver, con su título original.

Como sabéis los asiduos del autor, se incluye a Carver en la nómina de autores del realismo sucio. Suelen habitar sus historias alcohólicos, divorciados, desempleados a la deriva, matrimonios en crisis. Es lo que encontramos en Tres rosas amarillas, donde Carver vuelve a dar muestras de su grandeza. El séptimo y último relato de la colección, que da título al libro, es el único que se sale de lo normal, ya que retrata los últimos días de Ánton Chéjov. En los otros seis encontramos historias de parejas, madres quejosas, alcohólicos rehabilitados que se despiertan y se fuman un cigarrillo de madrugada mirando el vacío… Como Bolaño (otro que murió también con cincuenta años), Carver es sentimental. En sus relatos la gente se abraza, se coge de la mano, rompe a llorar. Sus personajes nos resultan extrañamente reales, de carne y hueso. El de Carver parece un mundo cercano y auténtico, como el aire que respiramos. “Redención” es otra de las palabras clave. Llevaba unos años sin leer nada suyo y el reencuentro ha sido una delicia. No cabe duda de que es de esos autores que tienen un sello propio.

Valoración: 5/5.

27 octubre 2012

Aterrizaje forzoso



Le gustaban los gatos, el parchís y las tormentas. Tenía miedo a pisar las alcantarillas, a los ascensores y a los conductores kamikazes. Pesaba ciento sesenta y cuatro kilos. Llevaba ocho años sin salir de casa. Veía Friends. Sobre todo veía Friends. Y adoraba a Rachel Greene. Aún más: se sentía parecida a ella, se identificaba con ella.
Eso fue hasta lo del mono, hasta el capítulo del mono Marcel. Ross deja a su mono con Rachel, para que se lo cuide. A ella, claro está, se le escapa el mono y temiendo a Ross (sí, ha leído usted bien, los seguidores de Friends no ignoran que es casi imposible temer a Ross, pero en este caso ella teme a Ross) se pone de los nervios. Lo buscan por todas partes, y en un momento dado llama a su puerta una guarda forestal o una protectora de los animales o algo. Lleva uniforme verde y está muy gorda. En realidad es gorda. Tiene órdenes de llevarse al mono, al que ya han encontrado. Rachel intenta por supuesto convencerla de que no lo haga. Parece que va a salirse con la suya, pero, cuando casi la tiene en el bote, la gorda de pronto recuerda algo. Conoce a Rachel. Fueron compañeras en el instituto. Ya está todo solucionado, piensa Rachel, una antigua amiga, ahora me dejará el mono y Ross no se enfadará conmigo. Y entonces Rachel se relaja. La gorda le pregunta si se acuerda de ella, y Rachel se relaja, se relaja tanto que empieza a reírse, a reírse como una tonta, puesto que en realidad no se acuerda pero que nada de nada de la gorda. La gorda le refresca la memoria: precisamente no éramos muy amigas en el instituto, le dice, y no porque ella, la gorda, no quisiera. Más bien era que Rachel pasaba olímpicamente de ella. Que era de los que la marginaban y la ignoraban hasta la náusea. Por ser gorda.
Suficiente: al presenciar la escena no pudo sino apagar el televisor. Con mucha serenidad, se levantó y se miró al espejo. Se vio a sí misma, tal y como era. Dejó de mentirse y fue consciente de la repulsión que podía causar en ciertas personas, en personas quizá más delgadas pero puede que también menos dignas que ella. Comprendió que Rachel era una de esas personas, y que ya nunca la miraría con los mismos ojos. Aterrizando de repente en la realidad, decidió dejar de creerse Rachel Greene. Es más, en un momento de arrebatada dignidad, se alegró de no ser como ella.
Pesaba ciento sesenta y cuatro kilos. Llevaba ocho años sin salir de casa. Le gustaban los gatos, el parchís y las tormentas. A veces veía las telenovelas. E incluso el pressing-catch.

2008

19 octubre 2012

La senda del perdedor



En la página ciento sesenta de La senda del perdedor un personaje le hace una paja a un perro. Un poco más abajo, en esa misma página, se mean en una botella de leche que a continuación vuelven a colocar en la nevera. Un poco antes, un alumno se masturba en plena clase. Cosas como estas haría de este un libro con posibilidades de éxito entre los adolescentes, aunque sólo sea por morbo, diversión o simple curiosidad. Pero me temo que somos ingenuos si pensamos así porque la mayoría de los adolescentes no están muy por la labor de leer a Bukowski. Ni de leer, en general.

“La primera cosa que recuerdo es estar debajo de algo”. Así comienza La senda del perdedor (1982), una novela que ofrece una visión desde la derrota dentro del país de los ganadores por excelencia, donde todo dios tiene la obligación de sonreír y ser feliz. El libro, de tintes autobiográficos, se caracteriza por la incorrección que destila la prosa de Bukowski, los disfemismos, la contundencia, una rabiosa mirada hacia el mundo fruto de la precariedad y déficits varios. Desde los márgenes.

Chinaski, el álter ego del autor, tiene un padre cabroncete. Nos relata sus primeros años de vida, en el contexto del crack de la bolsa de Nueva York en 1929, la Gran Depresión y todo ese período de entreguerras. No soy de los más partidarios de Bukowski, pero es una lectura más que entretenida que divertirá a muchos. Como sabéis los habituales suyos, no falta testosterona y valores “viriles” como pelearse, llamar “nena” a las tías o beber cerveza y whisky hasta la extenuación. Aunque, para ser justos, creo que reducir el libro de Bukowski a este tipo de cosas no le hace justicia.

También aparece en el libro esa preocupación tan española y se ve que universal de guardar las apariencias. Si en el Lazarillo los hidalgos pobres se esparcían migas de pan en la ropa al salir a la calle para que se viera que habían comido en abundancia, aquí el padre de Chinaski finge conducir hasta el trabajo cada mañana cuando en realidad está en paro.

Fragmento:

“Realicé varias incursiones prácticas por los barrios bajos para prepararme ante el futuro. No me gustó lo que vi. Entre los hombres y mujeres no había ninguna osadía o brillantez especial. Deseaban lo que todo el mundo deseaba. Existían también ciertos obvios casos mentales a los que permitían deambular sin perturbarlos. Yo había observado que tanto en el extremo muy rico o muy pobre de la sociedad, a menudo se permitía que los locos se mezclaran libremente con los demás. También sabía que yo no era completamente sano. Todavía sabía, como cuando era niño, que albergaba algo extraño en mi interior. Me sentía como destinado a ser un asesino, un asaltante de bancos, un santo, un violador, un monje, un ermitaño. Necesitaba algún sitio aislado para esconderme. Los barrios bajos eran desagradables. La vida del hombre normal y sano era tediosa, peor que la muerte. Parecía no haber alternativa posible. Y la educación también era una trampa. La poca educación a la que me había permitido acceder me había hecho más suspicaz. ¿Qué es lo que eran los doctores, abogados y científicos? Tan sólo eran hombres que habían permitido que los privaran de su libertad de pensar y actuar como individuos. Volví a mi cobertizo y bebí…”

Valoración: 4/5. 

11 octubre 2012

Ante la belleza de las cosas



"Se conmovía con verdadero entusiasmo ante la belleza de las cosas. Desde la nata de la leche hasta la superficie de una taza. De un tapón de lavabo seco y resquebrajado, de una mota de moho sobre una fruta, decía que eran bonitos y los señalaba con el dedo. Un día que estábamos en casa de la hermana de un amigo, reparó en la válvula de una olla al lado de los quemadores de la cocina. La tomó entre el índice y el pulgar y alabó sus cualidades plásticas, sin tener en cuenta la sorpresa de nuestra anfitriona. Hizo incluso un par de comentarios, extrañado de no encontrar más eco entre nosotros. (…) En el restaurante, admiró las tacitas con estrías azules en las que nos habían servido el té. Las sostuvo en sus manos con mucho respeto y me confesó que con sólo verlas deberíamos sentirnos felices."  

Fragmento de El agrio (Periférica, 2009), de Valérie Mréjen (París, 1969).

Chema Madoz














04 octubre 2012

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero



A veces es un título lo primero que nos acerca a un libro, lo que nos hace querer leerlo sin importarnos su género, argumento o temática. Ese puede ser el caso de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, el libro de Oliver Sacks que traemos hoy. Se trata de un libro de no ficción que recoge casos clínicos, historiales médicos de personas con las que el autor, profesor de neurología en Nueva York, ha tenido la ocasión de encontrarse.

En la introducción, Sacks nos da una idea de su propósito:

“En un historial clínico riguroso no hay “sujeto”; los historiales médicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida (“hembra albina trisómica de 21”), que podría aplicarse igual a una rata que a un ser humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se aflige y que lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento… [la cursiva es mía]”

Un total de veinticuatro historias componen el libro, que se divide en cuatro partes. La primera, con el título de “Pérdidas”, reúne trastornos neurológicos que afectan al yo, lesiones cerebrales como la del profesor de música que no conseguía identificar los rostros de la gente y confundió la cabeza de su mujer con un sombrero o el marinero cuya memoria reciente había sido afectada de gravedad hasta el punto de quedar detenida en una época pasada a partir de la cual no podía almacenar nuevos recuerdos. “Si un hombre ha perdido una pierna o un ojo”, leemos, “sabe que ha perdido una pierna o un ojo; pero si ha perdido el yo, si se ha perdido a sí mismo, no puede saberlo, porque no está allí ya para saberlo”.

En la segunda parte, “Excesos”, destaca la historia de Ray, afectado de síndrome de Tourette. Probablemente hayáis oído hablar de este trastorno, y seguro que os suena si habéis leído Huérfanos de Brooklyn, la recomendable novela de Jonathan Lethem. Ray, “el ticqueur ingenioso”, consigue canalizar sus numerosos tics y convulsiones en distintas actividades, como la de tocar la batería con virtuosismo en un grupo de jazz. Completan el libro la tercera parte, “Arrebatos”, y la cuarta, “El mundo de los simples”, en la que conocemos algunos casos de deficientes mentales con alguna habilidad extraordinaria, como el caso del artista autista o el de los gemelos John y Michael, que nos recuerdan al genial cuento de Borges “Funes el memorioso”, citado por el propio autor.

El conjunto del libro resulta como poco interesante. El tono es ameno, el estilo sencillo, no muy retórico, y el autor consigue entretener y por momentos hasta emocionar. Es increíble lo poderosa que es la mente y al mismo tiempo qué frágil, qué poco se necesita para que todo se venga abajo y no reconozcamos, por ejemplo, a nuestra pareja, o ni siquiera a nuestra pierna izquierda como propia, y gritemos desde la cama asustados porque hay una pierna, no sabemos de quién, con nosotros.

Polanski y la identidad


Título: El quimérico inquilino (Le locataire).
Año: 1976
Duración: 126 minutos.
País: Francia.
Director: Roman Polanski
Guion: Roman Polanski, Gérard Brach (basado en la novela de Roland Topor)
Reparto: Roman Polanski, Isabelle Adjani, Melvyn Douglas, Shelley Winters, Jo Van Fleet, Bernard Fresson...
Género: Terror. Thriller psicológico. Drama psicológico. Película de culto.

“En cualquier caso, creo que el momento más interesante de The Tenant tiene lugar cuando Trelkovsky busca refugio en casa de Stella. En medio del delirio psicótico y de una increíble borrachera discurre sobre dónde reside exactamente nuestra identidad. Se pregunta: ¿dejo de ser yo si me arrancan un diente, un brazo, el estómago o la cabeza?, ¿qué derecho tiene la cabeza a llamarse yo? El problema es que estas preguntas no tienen respuesta. Si profundizamos lo suficiente podremos observar que el yo es, y cito de nuevo a Sartre, un vacío, una nada. Son los otros los que nos otorgan la identidad con su mirada cosificadora, nos martirizan con sus etiquetas, nos fijan. La vida cotidiana es una agresión perpetua en la que se nos dicta quiénes somos.” Eugenio Sánchez Bravo en www.auladefilosofia.net.


01 octubre 2012

Matar a Platón




"escribir

para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos

escribir

para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa

(…)

escribir

para decir el grito
para arrancarlo
para convertirlo
para transformarlo
para desmenuzarlo
para eliminarlo
escribir el dolor
para proyectarlo
para actuar sobre él con la palabra

(…)

escribir

por no llorar tan dentro
tan a escondidas

escribir

hasta la extenuación
para que se derrame el dolor contenido
desde el inicio del mundo

escribir
para rebelarse sin provecho
a pesar de la derrota ya prevista

(…)

decir que a las once
de la noche de hoy
mientras la luz calienta
el lado izquierdo de mi almohada
y la sábana verde se desdobla
en el espejo del armario
estoy en mí
en el lugar en que acostumbro
a encontrarme

(…)

escribir inútilmente
para ejercer lo inútil
para abrazar lo inútil
para hacer de la inutilidad un manantial

(…)

-Volé esta madrugada
más alto que ninguna otra vez"

Chantal Maillard (Bruselas, 1951), Matar a Platón (Tusquets, 2004).


23 septiembre 2012

Peking by night



("En realidad, nunca sabemos lo que sucede; somos una brizna de paja en la tormenta de los acontecimientos...")

No exagero si digo que entre los autores más interesantes que he descubierto este año está el serbio Svetislav Basara. Hace unos meses hablaba por aquí, sin muchas intenciones de disimular mi entusiasmo, de una breve novela, Guía de Mongolia, de la que hablaba bien, entre otros, Enrique Vila-Matas. Pues bien, la editorial Minúscula me dio una alegría hace bien poco traduciendo al castellano otro libro del autor. En esta ocasión se trata de uno de relatos, Peking by night (2008).  

Desde la primera página del primer relato uno se da cuenta de que está ante un autor singular. Basara es un excéntrico genial. En su universo absurdo, imaginativo y delirante encontramos historias como la de un hombre que está cayendo desde lo alto de la torre Eiffel; una fiesta en la que los invitados van deshinchándose siguiendo un infalible efecto dominó, por voluntad propia, como si de una nueva moda se tratara; un hombre que busca a su madre, que pese a su edad ha sido secuestrada por los tratantes de blancas; alguien que se pierde en un supermercado o un hombre que tiene que volver a aprender desde su propio nombre a conceptos mentales que a todos nos resultan básicos. El componente metaliterario sigue estando presente en muchas de las historias de Peking by night, en las que uno encuentra un auto-cuestionamiento de los procedimientos empleados convencionalmente por los escritores, como si a la vez que escritor, Basara fuese un lector crítico en guardia ante las caídas de sus historias en lo convencional, de lo que rabiosamente intenta desligarse.

Ahora sólo queda que Minúscula vuelva a tener la osadía de traducir otro libro de Basara, aunque sólo sea por compasión hacia este triste reseñista. 

22 septiembre 2012

Max Richter - Memoryhouse


Título del álbum: Memoryhouse
Autor: Max Richter
Año: 2012
Nacionalidad: Alemania
Género: Ambiental / Clásica / Alternativa
Títulos del álbum: 01 Europe, after the rain, 02 Maria, the poet, 03 Laika's journey, 04 The twins, 05 Sarajevo, 06 Andras, 07 Untitled, 08 Sketchbook, 09 November, 10 Jan's notebook, 11 Arbenita, 12 Garden (1973) / Interior, 13 Landscape with figure, 14 Fragment, 15 Lines on a page, 16 Embers, 17 Last days, 18 Quartet Fragment.
Duración: unos 65 minutos.

17 septiembre 2012

Kitchen



(“…Cuando miraba el mar inmenso envuelto en la oscuridad, y la enormidad de las rocas que hacían resonar el rugido de las olas, me inundó un sentimiento dulce, extrañamente nostálgico.”)

Leyendo Kitchen (1988), el primer libro de Banana Yoshimoto, me acordé de otras obras japonesas y acabé pensando que me dejaban sensaciones parecidas. Tanto los Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu como La fórmula preferida del profesor de Yoko Ogawa, por poner un par de ejemplos, transmitían una tristeza reposada, una sencillez y una suerte de hermosura y “pureza” que en algunos momentos temía que acabara resultando algo ñoña. De Yoshimoto sólo había leído hace un par de años Sueño profundo, un libro delicado y melancólico compuesto por tres relatos de mediana extensión. Empezando a leer Kitchen comencé a pensar que Yoshimoto no era para mí, me parecía literatura a medio gas, no acababa de arder como me gustaría, no me removía las entrañas. Pero de pronto algo hizo clic y todo empezó a cambiar: he sentido algo y he sacado fragmentos para mí valiosos, así que es muy probable que siga leyendo a esta autora.

A Mikage, la protagonista, le chiflan las cocinas. Pues vale. Es huérfana y su abuela acaba de morir. La vida es dura, “ni siquiera el amor puede salvarte del todo”. Es acogida temporalmente en casa de unos conocidos, un chaval universitario y su madre, Eriko, que en realidad es un travestido. Y ese es el esqueleto de la acción. A este relato le sigue un segundo sobre una joven que pierde a su novio en un accidente de tráfico. La pérdida, la soledad y la muerte están presentes en todo el libro. Como Sueño profundo, Kitchen es un libro delicado, triste, de sentimientos. Para algunos de vosotros será un libro hermoso: no digo más.

16 septiembre 2012

Vidas prometidas




(“…aprendió que cada emoción tiene su silencio, que a veces el silencio es el lenguaje más íntimo.”)

Debo confesar que he disfrutado este libro de relatos. El autor se maneja bien con el idioma: algunos cuentos me han parecido más interesantes o complejos, otros sin demasiada tensión para mi gusto, pero todos ellos están pulcramente escritos. Vidas prometidas (2011) ofrece a lo largo de sus casi doscientas páginas un rato de lectura entretenida con algunas perlas dignas de anotar. En “La siesta de Odiseo”, uno de mis preferidos, un anciano transmite a su nieto el amor por las palabras y los libros:

"Los libros son los mapas de la vida. Te enseñan a imaginarte y reconocerte en otros, te abrigan del dolor y de la soledad más fría y son lo mejor que te queda después de haber vivido. En ellos he llegado a conocerme..."

En el relato que abre el libro, “Estrella sin ley”, vuelven a estar presentes las letras. Parte de la situación hegemónica y abusiva de una pandilla en el ambiente del colegio. Otros de los relatos están centrados en el mundo político, giran en torno a un limpiabotas, un echador de cartas, la vida de una maestra o reflexionan sobre cómo puede afectar el paro crónico a la vida de una persona.

Me pareció bonita la edición de Tropo. Sólo una pega: aparecen bastantes acentos mal colocados, más errores de los habituales en un libro que, como digo, me resulta como objeto satisfactorio. Para algunos, este es el mejor libro de cuentos de Guillermo Busutil (yo no puedo afirmar algo así porque es el único que he leído). Con Vidas prometidas, el  escritor granadino se hizo con el Premio Andalucía de la Crítica en la categoría de Narrativa, algo creo que destacable tratándose de un libro de cuentos.

“El amor, la convivencia dependen de tu estatus social, de lo que ganas, de lo que tienes, de lo que representas. Lo que ofreces como ser humano, lo que sientes cuenta poco. El amor, como la amistad, requiere esfuerzo, cuidados, atención y respeto. Pero también una buena imagen, un trabajo, una seguridad económica. ¿Se da cuenta? El amor por el amor, sin nada material a cambio, no existe. Una de las mayores causas de divorcio son los problemas financieros. Es jodido. Las relaciones entre personas sólo se basan ahora en que resulten agradables y útiles. Se parecen cada vez más a los cajeros automáticos. Has de tener crédito, liquidez y un fondo de ahorro para que la transacción de sentimientos no se quede en números rojos.”

07 septiembre 2012

Surtido cinéfilo



Me apetecía contaros un poco sobre las películas que he visto últimamente, aunque no son muchas. Lo más destacable es que he conocido por fin a Kieslowski. La trilogía Tres colores me ha gustado bastante, en especial Rojo (1994), que no sé si por las interpretaciones de Irène Jacob y Jean-Louis Trintignant, porque me sedujo desde el principio la escena del perro que da origen a la historia o por los innegables momentos de buen cine que desprende. El caso es que, de las tres, es con la que he llegado a cotas más altas de fascinación. No entraré en detalles que alguien más entendido sabría exponer mejor. Junto a Azul (1993) y Blanco (1994), cine íntimo para paladares exquisitos.


Por otro lado, hace unos días vi Un lugar en el mundo (1992) de Adolfo Aristarain. Es la segunda película que veo del director argentino, tras Martín (Hache), en la que como recordaréis los que la hayáis visto destacan grandes diálogos y grandes interpretaciones, más allá de que la trama caiga, en mi opinión, en algunos momentos tópicos. Grandes diálogos y grandes interpretaciones vuelvo a encontrar aquí (Cecilia Roth, Federico Luppi, José Sacristán…) La evidencia de la pobreza, la importancia de la educación, el fracaso como casi siempre de los idealistas o el nacimiento del amor son algunos de los temas que a mi entender aparecen en la cinta. Además, la manifestación eterna y en ocasiones tristísima y ridícula de que don dinero es un poderoso caballero. Un personaje decía: “dicen que lo importante es amar, no que te amen. Los que dicen eso son gilipollas”. Veinte años cumple ya esta película.


La última ha sido Take shelter (2011), una de las cintas independientes del año para algunos. Premiada en Cannes y en diversos festivales, las interpretaciones de Michael Shannon y Jessica Chastain (El árbol de la vida) me conmovieron. Nos muestra a un hombre solo y torturado. Tiene una mujer y una niña, sí, tiene un trabajo, pero de pronto empieza a tener pesadillas, pesadillas en las que aparecen tormentas terribles, apocalípticas, personas o animales que lo agreden, a él y a su hija pequeña. No le cuenta nada a su mujer, en realidad no le cuenta nada a nadie, pero decide ir al médico porque parece que delira. Lee los síntomas de la esquizofrenia y tiene dos. Mientras se va destrozando por dentro, empieza a construir en el jardín un caro refugio para tormentas para él y su familia, gastando un dinero que no tiene. La película me ha hecho pensar en la delgada línea que puede separar en ocasiones a un loco de un visionario. Os dejo el tráiler. Es una película más bien lenta, pero ha merecido la pena verla, me ha resultado muy estimulante.


Y con esto termino el repaso del cine más interesante que he visto últimamente (vi otras que no me gustaron mucho, así que las paso por alto). A esto habría que añadir que he retomado la serie A dos metros bajo tierra (me ha gustado mucho la segunda temporada, ahora estoy empezando la tercera) y he empezado a ver unas de esas que todo el mundo conoce: The Big Bang Theory. Voy por la segunda temporada, me suelo reír bastante.

Nada más, saludos a todos y buen fin de semana. Parece que voy a poder ver finalmente la exposición de Hopper en el Thyssen. :)

06 septiembre 2012

Morir es cosa seria




   "Tan pronto como el suicida se subió al árbol, los doce compañeros de clase decidieron que era el momento de salir del escondite para contemplar de cerca la escena. Él fingió no verlos, sacó del bolsillo una soga resistente y lo preparó todo para evitar fallos de última hora.
         Pero no sabía muy bien cómo ni dónde hacer los nudos. Era un suicida sin experiencia como todos pero bastante torpe, hasta el punto de provocar la risa. Además le fastidió sobremanera que entre sus compañeros no cundiese el pánico, que llegasen al extremo de troncharse de risa cuando era obvio que él estaba a punto de hacer algo muy serio.
          Al comprobar que el drama que tenía preparado había degenerado en simple comedia, el suicida saltó del árbol, tiró con rabia la soga y se alejó corriendo de allí."

2007

Texto incluido en el libro de relatos El rayo que nos parta (2013).