30 diciembre 2011

Sueños itinerantes


("Es entregándose a otro, que se entrega a su vez, como se llega a la culminación de uno mismo")

Sueños itinerantes (2004) es la ópera prima de Irene Zoe Alameda, una joven autora que contaba treinta años cuando Seix Barral decidió publicar su novela. Filóloga y traductora, ha trabajado como guionista en varios cortometrajes en España y Estados Unidos, y en la actualidad es directora del Instituto Cervantes en Estocolmo. Apadrinada por Juan José Millás, esta novela nos acerca a la vida de Teo, un joven que, tras sufrir una irreparable pérdida, se verá abocado a huir de la capital española con destino a Bruselas, donde tratará de empezar una nueva vida trabajando como mecánico de vuelo. En uno de sus viajes conocerá a Noella, con quien mantendrá una intensa relación que se extenderá a lo largo de las páginas. 

Se trata de una historia construida a base de mucho diálogo y monólogos interiores, frases de conciencia del protagonista sin un narrador tradicional que relate lo que va ocurriendo, característica que ha cuestionado algún crítico por encontrarlo en exceso apegado al celuloide. Por mi parte, tengo que decir que los diálogos me han resultado creíbles y cercanos, y los personajes desde el primer momento muy naturales. De modo que coincido con Millás en sus halagos; también para mí ha resultado una novela absorbente, y desde la primera página ha sido un placer leerla. El libro destila frescura y sinceridad, además de cierto lirismo por momentos. 

La paternidad, el amor o las drogas son algunos de los temas que se encuentran en una novela que rehúye el tono grave y se acerca a lo cotidiano desde el lenguaje coloquial, sin que eso sea óbice para introducir partes que tienden diría que a lo metafísico. Me parece un buen debut este de Irene Zoe Alameda, el problema es que no ha vuelto a publicar un libro de ficción desde que estos Sueños itinerantes vieran la luz hace ya siete años.

(..."bajo toda forma de arte subyace la rabia por la inaprehensión de un momento que se escurre de las manos")

27 diciembre 2011

Favoritas de 2011

1. El árbol de la vida (2011), de Terrence Malick.

2. El verdugo (1963), de Luis García Berlanga.

3. Carretera perdida (1997), de David Lynch.

4. Balada triste de trompeta (2010), de Álex de la Iglesia.

5. El viaje a ninguna parte (1986), de Fernando Fernán-Gómez.

6. Irma la dulce (1963), de Billy Wilder.

7. State and Main (2000), de David Mamet.

8. Melancolía (2011), de Lars von Trier.

9. La nana (2009), de Sebastián Silva.

10. Tristram Shandy: a cock and bull story (2005), de Michael Winterbottom.

Y a vosotros, ¿qué películas os gustaron este año?

25 diciembre 2011

Silver Mt. Zion-He Has Left Us Alone But...


Título del álbum: He Has Left Us Alone But Shafts Of Light Sometimes Grace The Corner Of Our Rooms.
Autor: Silver Mt. Zion.
Año de publicación: 2000.
País: Canadá.
Género: Minimalista / Progressive / Rock
Títulos del disco: 01 Broken Chords Can Sing A Little, 02 Sit In The Middle Of Three Galloping Dogs, 03 Stumble Then Rise On Some Awkward Morning, 04 Movie (Never Made), 05 13 Angels Standing Guard Round The Side Of Your Bed, 06 Blown-Out Joy From Heaven's Mercied Hole, 07 For Wanda.
-Duración: unos 47 minutos.



20 diciembre 2011

Brooke Shaden








Brooke Shaden es una joven fotógrafa estadounidense. Entre sus intenciones están el transmitir emociones fuertes ("creo que hay verdadera belleza en el sufrimiento, en la historia que va con él"). La imaginación y cierto surrealismo creativo se dan la mano en sus imágenes. Tiene desde 2008 una cuenta en Flickr, donde podéis encontrar muchas más imágenes, y le gustan la poesía y el cine. También tiene un blog donde explica todo lo que rodea a sus creaciones. 

15 diciembre 2011

El árbol de la ciencia


Hay libros en los que uno avanza a duras penas, cuesta pasar páginas, ya sea por demérito del libro o porque simplemente se nos atraganta. Y hay otros que uno lee con rapidez, las letras se vuelven invisibles y todo parece marchar sobre ruedas. El árbol de la ciencia ha sido para mí de estos últimos.

Daré unas notas de la biografía de su autor. La vida de Baroja transcurrió sin grandes incidentes, se doctoró en Medicina y ejerció como médico poco más de un año (es decir, poco más o menos que el Gran Wyoming). Debutó en el panorama literario con los relatos de Vidas sombrías (1900) y se dedicó casi exclusivamente a la producción novelística, aunque también escribió algo de teatro y poesía. Llegó a ser académico. Como se dice en la introducción a la edición que he manejado, su lista de fobias es interminable. Se declara antimilitarista, antimonárquico, anticlerical, anfifascista, anticomunista, antisocialista, antitaurino… Nos podemos preguntar qué era entonces este hombre. Pues más que nada un gran inconformista que, por lo que cuentan, tenía el don de incomodar a casi todo el mundo. Una serie de experiencias negativas lo convirtieron en un inadaptado, inseguro y solitario.

El árbol de la ciencia (1911) es una de sus novelas más celebradas. Narra la historia de Andrés Hurtado, estudiante de medicina y álter ego del autor. A la par que se describe su vida de estudiante y sus amistades en Madrid, nos vamos adentrando en la psique de Hurtado. A través de las conversaciones con su tío Iturrioz, a Andrés se le presentan dos opciones: la acción en un círculo pequeño o la contemplación indiferente, que nos lleva a la ataraxia schopenhaueriana.

La novela es de una gran concisión, ágil y muy entretenida. Pasan muchas cosas, es difícil que aburra. Por ella desfilan muchos personajes, tipos populares que son descritos en pocas palabras, quedan perfectamente definidos con unos cuántos trazos. No hay muchos personajes buenos: la mayoría son o egoístas o explotadores o chulos, rencorosos, vanidosos, y algunos se dan ínfulas aristocráticas. El pesimismo parece evidente (“la piedad no aparecía por el mundo”) y da una visión descorazonadora de la enseñanza en España. En una palabra, irradia desesperanza.

Por mi parte, me lo he pasado muy bien leyendo el libro. Seguiré leyendo a Baroja.

Puede que también te interesen:
Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos.
La tía Tula, de Miguel de Unamuno.
"La aurora", de Federico García Lorca.

14 diciembre 2011

Aunque sea ceniza

Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre. 

El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora, 
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.

José Ángel Valente (1929-2000).

12 diciembre 2011

Maus


Cuánto he disfrutado con este libro. Sin duda, uno de los que más me han gustado este año. No he leído mucha novela gráfica (esta es la segunda que cae en mis manos), pero Maus es de esas que-hay-que-leer. Se trata, como sabréis, de una historia sobre el holocausto judío en la que los nazis están representados por gatos y los judíos por ratones (de ahí el título y que, por ejemplo, el famoso campo de concentración se llame Mauschwitz). Art Spiegelman ganó con este libro el premio Pulitzer (por lo que he leído, la única novela gráfica que lo ha conseguido). Ya sé que puede haber cierto hartazgo sobre el tema por las múltiples novelas y películas que abordan la cuestión judía, pero Maus es una de las referencias ineludibles para quien quiera acercarse a estos temas. Además, al tratarse de una novela gráfica, quizá resulte más atractiva para la gente que habitualmente no lee mucho.

El relato está contado por un superviviente polaco emigrado a Estados Unidos, que le cuenta a su hijo su historia con el fin de que obtenga material para un cómic, el cómic que estamos leyendo. Como no podía ser de otra forma, la historia atrapa: Spiegelman consigue que la intensidad no decaiga casi en ningún momento. Y quién lo diría, ¡cómo conmueven estos ratones! El resultado es un retrato muy humano; los personajes no son héroes de una pieza, tienen matices, aristas y defectos. 

Es difícil encontrar un libro que suscite un aplauso tan unánime por parte de la crítica y los lectores. Como decía Umberto Eco, una vez que uno empieza a leerlo es difícil dejarlo. Y a pesar de que por momentos se nos encoja el corazón, también tiene el libro algunas notas de humor. Es en definitiva uno de esos libros que no nos gustaría dejar de leer. Al terminar, no es de extrañar que uno acabe aquejado del típico episodio de depresión post-Maus, porque somos conscientes de que no vamos a poder leer libros como este todos los días.