11 mayo 2020

Películas a vuelapluma



El muelle de las brumas (1938), de Marcel Carné. Película francesa enclavada en el género del realismo poético, en el que he de incursionar más y al que también pertenece esa joya que es L'Atalante de Jean Vigo. En ésta encontramos a un desertor del ejército y una huérfana, ambos marcados por su pasado, un pasado que enturbia y encallece la mirada de él (Jean Gabin), pero que, siéndolo desgraciado, deja incólume la de ella (Michèle Morgan). Borrachos, mafiosetes... Los márgenes de la sociedad. A un asesino -curioso- le gusta la música sacra. Corre entre ellos un perrete conmoviendo, aunque no llegue a los extremos de Umberto D de Vittorio de Sica. "La niebla está aquí dentro", viene a decir, señalándose la sien, el protagonista. Muy buena. Mejor en versión original.




El bosque animado (1987), de José Luis Cuerda. Sólida película con guión del gran Rafael Azcona. De una excentricidad más contenida que Amanece, que no es poco, con más narratividad y mejor factura visual (Aguirresarobe firma la fotografía). Humor y drama de la pobreza en los pueblos de España, con personajes que, según avanza el metraje, acaban enterneciendo. Memorable Landa en el papel de Fendetestas, ese bandido bonachón y algo ridículo que se pirra por un poco de tabaco. Reparto con grandes nombres del cine español. Adaptación de una novela de Wenceslao Fernández Flórez. Ganó cinco goyas, incluido el de mejor película.




Una mujer bajo la influencia (1974), de John Cassavetes. Una de las películas más desconcertantes que he visto en años, no puedo decir que me haya gustado. Sale Peter Falk, el de Colombo, y sobre todo Gena Rowlands, pareja del director, con un papel más protagónico. Un matrimonio de clase trabajadora, con hijos y una mujer con problemas mentales, bastante desequilibrada. El padre, bruto y primitivo, tampoco es que esté muy fino. Hogar ¿desestructurado?, familia ¿disfuncional? Comienza desagradable, aunque a ratos a uno le despierta bastante compasión observar a esta mujer. Hiriente y dolorosa, me dejó algo destrozado. La fotografía, a ratos, parece la de un vídeo casero de hace décadas, un tanto desaliñada. En la onda, diría, de la literatura del realismo sucio.