28 julio 2011

El barón rampante



La historia que cuenta este libro resulta cuanto menos llamativa: un niño se sube un día a una encina y decide que ya no bajará nunca más. Cósimo, el primogénito del barón de Rondó, se niega a comer un plato de caracoles, desobedeciendo a sus padres, y a continuación sale a la calle para encaramarse a un árbol del jardín. Comienza así su particular rebelión.

Y desde este punto de partida, Italo Calvino se las ingenia para montar una novela acerca de algo tan aparentemente anodino como puede ser la vida sobre los árboles. Conforme avanzan las páginas veremos a Cósimo familiarizarse con su nueva vida. Pasará de un árbol a otro como si de un primate se tratara, y se verá envuelto en mil aventuras. El hecho de no pisar tierra no le impedirá cuestiones tan elementales como alimentarse, dormir o abrigarse. Podrá leer desde lo alto los libros que su hermano le va pasando, y también tendrá la oportunidad de descubrir el amor:

“Se conocieron. Él la conoció a ella y a sí mismo, porque en realidad nunca se había conocido. Y ella lo conoció a él y a sí misma, porque aun habiéndose conocido siempre, jamás se había podido reconocer así.”

El libro está ambientado en el siglo XVIII, comienza concretamente en 1767, por lo que el barón vivirá los años de la Revolución Francesa y también conocerá en persona al mismísimo Napoleón (aquí el lector que recuerde la historia entre Alejandro Magno y Diógenes esbozará una tenue sonrisa). Pero no hay que pensar por todo esto que se trate de una novela histórica. La novela parece más bien emparentada con los cuentos infantiles, con la literatura juvenil, e incluso con los cuentos filosóficos típicos de la Ilustración (caso del Cándido de Voltaire), como apunta el propio Calvino en una introducción al libro que en su día firmó bajo seudónimo. En mi opinión la novela destaca más por lo que cuenta que por el estilo del autor.

Se trata de una lectura entretenida e imaginativa.

20 julio 2011

Jakob von Gunten



“Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada, es decir que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito. Éxitos interiores, eso sí. Pero ¿qué ventaja se obtiene de ellos? ¿A quién dan de comer las conquistas interiores?”

“Peter es, no cabe duda, el más tonto y lerdo de todos nosotros, los alumnos, y esto, en mi humilde opinión, lo cubre de laureles y de distinciones, pues los tontos me resultan increíblemente simpáticos. Detesto a los que quieren saberlo todo, a los que brillan y alardean de sus conocimientos y su ingenio.”

“Si fuera rico, ni en sueños se me ocurriría dar la vuelta al mundo. Cierto es que no estaría nada mal. Pero la perspectiva de conocer tan fugazmente otros países no me entusiasma en absoluto. En general, desdeñaría la idea de ampliar mis conocimientos, como suele decirse. Más que el espacio y las distancias me atraerían la profundidad, el alma. Indagar lo que tengo al lado me seduciría. Tampoco me compraría nada. Ni adquiriría propiedades. (…) Deambularía por las calles, entre la niebla humeante. (…) Quizás hasta estuviera nevando. Me daría lo mismo, o más bien me gustaría. Una suave nevada crepuscular entre las farolas encencidas. Aquello refulgiría fabulosamente. En la vida se me ocurriría subir a un carruaje. Eso lo hacen quienes tienen prisa o pretenden darse importancia. A mí, en cambio, no me atraería nada la idea de darme importancia, y menos aún la de ir con prisas. Me vendrían pensamientos al ir caminando.”

“¡Qué feliz me hace no hallar en mí nada digno de atención, de consideración! Ser pequeño y seguir siéndolo. Y si alguna vez una mano, una oportunidad, una ola, me levantase y me llevase hacia lo alto, allí donde impera la fuerza y el prestigio, haría pedazos las circunstancias que me han favorecido y me arrojaría yo mismo abajo, a las ínfimas e insignificantes tinieblas. Sólo en las regiones inferiores consigo respirar.”

“Nada mejor que Kraus para dar una idea de lo que en verdad significa la palabra “cultura”. (…) Siempre será considerado un hombre útil, pero inculto; aunque a mis ojos es justamente un hombre cultísimo, sobre todo porque representa una totalidad sana y compacta. (…) Kraus sabe poco, pero nunca, nunca actúa irreflexivamente; se somete siempre a determinadas normas que él mismo establece, y a esto llamo yo cultura. Lo que de entrañable y juicioso hay en un hombre, eso es la cultura. Y hay tantas cosas más. El hecho de estar tan alejado de todo egoísmo, por mínimo que sea, y tan próximo, en cambio, a la autodisciplina…”

“Con sentimientos como los que yo tengo frente al mundo nadie obtendrá jamás algo grande, a menos que se burle del brillo de la grandeza y llame grande a lo que es totalmente gris, silencioso, duro y bajo.”

“¿Será mi destino que todo lo que me gusta y prefiero no conduzca a nada?”

“Y si yo me estrellase y perdiese, ¿qué se estrellaría y rompería? Un cero. Yo, individuo aislado, no soy más que un cero a la izquierda.”


Fragmentos de Jakob von Gunten, de Robert Walser.

14 julio 2011

El lobo estepario


El lobo estepario es Harry Haller, una persona insociable y anacoreta que ronda los cincuenta: “era realmente, como él se llamaba a veces, un lobo estepario, un ser extraño y salvaje y sombrío, muy sombrío (…) Un lobo estepario perdido entre nosotros (…) Más convincente no podría presentarlo otra metáfora, ni a su misántropo aislamiento, a su rudeza e inquietud, a su nostalgia por un hogar de que carecía.”

Ave solitaria, vive aislado de un mundo burgués que le desagrada y que le resulta falto de espiritualidad, extraño. “En el curso de los años había perdido profesión, familia y patria; estaba al margen de todos los grupos sociales, solo, amado de nadie, mirado por muchos con desconfianza, en conflicto amargo y constante con la opinión pública y con la moral; y aunque seguía viviendo todavía en el marco burgués, era yo, sin embargo, con todo mi sentir y mi pensar, un extraño en medio de este mundo.”

Lleva una existencia espiritual marcada por la lectura (sobre todo de los escritores románticos alemanes) y también le gusta la música, sobre todo la de Mozart, mientras que manifiesta desinterés por las cuestiones de la vida práctica. “Nadie se le aproximaba espiritualmente, por ninguna parte surgía compenetración con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía el ambiente de soledad, una atmósfera de quietud, un apartamiento del mundo que lo rodeaba”.

Se habla de que es un hombre escindido, dividido entre el hombre y el lobo: “A un trozo de sí lo llama hombre; a otro, lobo (…). En el «hombre» mete todo lo espiritual, sublimado o, por lo menos, cultivado que encuentra dentro de sí, y en el «lobo» todo lo instintivo fiero y caótico.”

Durante el primer tercio de la novela, uno tiene la sensación de estar leyendo un tratado acerca de la personalidad, el yo y demás, y es que todo se centra en la idiosincrasia del lobo estepario. Se puede hacer algo pesado. Pero luego cambia. Harry Haller conoce a una mujer que le enseñará a reír, a bailar, a amar en una palabra. En definitiva, le hará retomar todo eso a lo que había renunciado. Entonces, el lobo estepario podrá decir: «Ya puede sucederme lo que quiera; ya he sido yo también feliz por una vez, radiante, desligado de mí mismo».

Un libro que merece la pena leer.

10 julio 2011

Películas vistas últimamente

El viaje del emperador (2005), de Luc Jacquet.

Un documental sobre la migración de los pingüinos en la Antártida. Se llevó el Oscar. Muy buena fotografía.


Adiós, muchachos (1987), de Louis Malle.

Un drama sobre la amistad entre dos alumnos de un internado católico en Francia en tiempos de la II Guerra Mundial. Obtuvo dos nominaciones a los Oscar, el César a la mejor película y el León de Oro en Venecia.


Up (2009), de Pete Docter y Bob Peterson.

Un viudo vendedor de globos conseguirá ver cumplido el sueño de su vida. Oscar a la mejor película de animación.



AzulOscuroCasiNegro (2006), de Daniel Sánchez Arévalo.
El debut de Sánchez Arévalo no pasó desapercibido: un drama de personajes con unos diálogos muy veraces y buenas interpretaciones. Ganadora de tres premios Goya. Con Marta Etura, Antonio de la Torre, Quim Gutiérrez y Raúl Arévalo.


07 julio 2011

En una estación del metro



En una estación del metro

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro

y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones

y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:

una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro

y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre

Óscar Hahn

05 julio 2011

Darlo todo por perdido


Fotografía de Dayanita Singh


Poesía vertical 24

Darlo todo por perdido.
Allí comienza lo abierto.

Entonces cualquier paso
puede ser el primero.
O cualquier gesto logra
sumar todos los gestos.

Darlo todo por perdido
Dejar que se abran solas
las puertas que faltan.

O mejor:
dejar que no se abran.


Roberto Juarroz.