23 octubre 2022

"Diario de cabotaje. Una inmensa soledad", de Rafael Gª Maldonado

Hay quien considera que para publicar un diario hay que ser alguien importante, salir con frecuencia -o poco menos- en la televisión. Como lector, no necesito un yo eminente para disfrutar de un diario: me basta con la calidad literaria. Por eso me alegro cuando se publican los de gente no tan mediática, como es el caso, me parece, de este Diario de cabotaje de Rafael Gª Maldonado, aunque igual me equivoco y estoy rebajando la figura del autor, que cuando en 2020 se publicó este libro ya había dado a la imprenta dos novelas, un libro de relatos y un ensayo sobre la figura de Juan Benet, además de colaborar de forma puntual en prensa en ciertos medios de renombre. También conocemos a lo largo de estas páginas que mantiene relación, o conoce en persona al menos, a autores como Andrés Trapiello o Justo Navarro.

 

Maldonado parece seguir el célebre aserto de Rimbaud ("yo es otro") y escribe este diario en tercera persona, al estilo del portugués Miguel Torga, cuyos diarios igual no estaría mal que se reeditasen. Debido a su profesión de farmacéutico en un pueblo del sur, Maldonado ha de ver cada día ante sus ojos, imagino, un perpetuo desfile de tipos humanos, como manifiesta esa anécdota del nonagenario que se niega a celebrar la fiesta de cumpleaños que le pide la familia porque, siendo creyente, comenta que a Dios se le ha de haber olvidado ya que sigue vivo, pero a poco que arme un poco de jaleo va a caer en el error y lo mandará sin demora para el otro barrio. El autor mira a sus congéneres de forma empática y compasiva.

 

"No me interesan las ideas, sólo los hombres, dijo Faulkner. Si no le interesasen los hombres (y las mujeres), el farmacéutico no escribiría un diario como este."

 

Este primer tomo, Una inmensa soledad, publicado por la editorial sevillana Anantes en 2020, abarca los años 2014 y 2015. Las entradas no tienen fecha del día, pero sí del mes. Algunos nombres los vela el autor con una X, al estilo Trapiello, o con iniciales. Entre los referentes literarios de Maldonado se encuentran Faulkner, Conrad, Lobo Antunes o Caballero Bonald. Permean el texto algunas fotografías antiguas y también dibujos y caricaturas realizadas por el autor en los cuadernos en que, con pluma, va componiendo su diario. También incluye el libro dos artículos de prensa: uno con argumentos antitaurinos y otro con reflexiones sobre la publicación del Quijote "traducido" al español actual por Andrés Trapiello, que el autor en principio no ve con demasiados buenos ojos.


Maldonado (Málaga, 1981) se muestra como un tipo culto, muy trabajador (contrasta en este sentido con la actitud que expresa Iñaki Uriarte en su magnífico diario), con la ambición de ser un gran escritor, que da de lado a cosas que puedan distraerlo de esa vocación literaria (rechaza una colaboración habitual en prensa, por ejemplo). Está casado y estas páginas dan cuenta también, entre algunos viajes y repetidas visitas al rastro (sin mayúsculas, porque no se trata del de Madrid), de su experiencia como padre primerizo. Sabe narrar con tino, y toca un buen ramillete de temas contando cosas de interés.


He encontrado en el libro algunos errores gramaticales. Como esta falta de concordancia: "Es posible que su vuelta al ruedo d elas palabras en el dietario se deban a una especial alegría que ilumina el espíritu..." O este queísmo: "está convencido que..." O cuando escribe: "delante nuestra". También comparte un soneto en el que no todos los versos miden lo mismo. Pequeñeces, en realidad, en un conjunto bastante aseado.

 

He disfrutado bastante con la lectura, me parece esta primera entrega un libro meritorio, jugoso, enriquecedor. Imagino que seguiremos leyendo al autor. 

 


 

13 octubre 2022

"El acontecimiento", de Annie Ernaux

 

Qué obedientes somos con las recomendaciones de la Academia Sueca. Menos de una hora después de la concesión del Nobel de Literatura, ya tenía en mi libro electrónico, a través de un préstamo legal vía eBiblio, dos obras breves de la autora francesa.

 

"Lo guay es el derecho a abortar, no abortar", escribía el otro día en Twitter Eduardo Laporte. En el año 63, con unos veintitrés años, siendo estudiante aún, Annie Ernaux tuvo un embarazo no deseado y decidió abortar en una sociedad donde el hecho se penaba con cárcel y multas. Estuvo totalmente sola en esta aventura, todo un rito de iniciación, una experiencia que marca un antes y un después.

 

Se trata de un relato autobiográfico con tintes sociales y feministas, provisto de profundidad y verdad. Un tema controvertido, eso sí, con el que cierto tipo de lector tendrá escrúpulos morales, y no apto tampoco para hipersensibilidades hacia lo oscuro o desagradable de la vida, pues la legislación vigente conduce a la joven Ernaux a la clandestinidad y la sordidez durante unas semanas en las que prima la indefensión y el desamparo. Durante la lectura me venían flashes con la cara de Imelda Staunton en aquella película de Mike Leigh, El secreto de Vera Drake (2004). El abortismo clandestino lo hemos conocido más a través del cine, aunque tal vez me equivoque (de hecho, la película es posterior al libro de Ernaux). 

 

"Es posible que un relato como este provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo" 

 

El estilo es directo, agudo y certero, sin apenas retórica. En algunos párrafos entre paréntesis, de caracter metatextual, la autora reflexiona sobre el propio relato. Entre otras cosas, sobre la responsabilidad del autor a la hora de velar los nombres reales de aquellas personas implicadas en la historia, por mucho que hayan pasado décadas. No son ociosos estos incisos en un género, el de la autoficción o la literatura egográfica en general, donde la mentira es tan tentadora. Se agradece esa muestra de respeto al lector, cierta apariencia de honestidad. 


"...y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros" 

 

Según he leído, Cabaret Voltaire, la pequeña editorial madrileña que ha publicado mayoritariamente a la autora en España, ha comunicado que los cuatro libros de Ernaux aparecidos en Tusquets verán la luz en su sello en 2027, por lo que tendrán a Ernaux en exclusividad y proseguirán publicando su obra. Así nos libraremos de estas portadas de Tusquets tan frías e impersonales, tan horrendas. 

 

 

Si El acontecimiento (2000) es un libro que está bien, sin que genere grandes dosis de admiración, Pura pasión (1992) por el contrario se presenta como un libro trivial en el fondo e insulso en la forma. Poca chicha puede extraerse de este relato en el que Ernaux narra su historia de amante de un diplomático casado al que ve de forma esporádica. Francamente prescindible. 

 

Hubiéramos preferido otro Nobel de Literatura. Ese pensamiento, por otra parte, se repite casi cada año, desde Patrick Modiano a Kazuo Ishiguro pasando por Bob Dylan. Por otra parte, cabe agradecerle a los suecos, en este siglo, descubrimientos como los de Coetzee, Alice Munro o Svetlana Alexievich.