A
veces, de noche, se embriaga uno
de
buena música, libros y,
cómo
decirlo,
siente uno tanto lo que siente,
que
en verdad es triste
que
se pierda ese momento
de
elevación, de iluminación, de anegación
cuasi
mística, de… (tranquilos, encontraré
una
forma más pedante de decirlo).
Y
piensa: qué bueno sería ahora
conseguir
verbalizar todo este
estallido
de silencio,
consciente
de que ese momento
de
plenitud pasará sin fruto
-como
nuestras vidas-,
y
coge el cuaderno
al
borde de una revelación
que
no llegará,
consciente
de antemano de que cualquier
cosa
que escriba parecerá mañana
una
soberana estupidez,
que
perderá toda su fuerza
como
un globo desinflado.
Tener
un momento así una noche
detrás
de otra,
y
otra…
Más
y más ceniza entre los dedos.
(¿Se
puede seguir diciendo ceniza?)
Y
pensar que esa suma de momentos,
al
fin y al cabo,
es
la vida,
momentos
en que nos sentimos
así
de plenos
y
acabamos,
como
siempre,
igual
de vacíos,
y
la tristeza es lo único
que
palpas,
y
la certeza de que estás solo,
y
el anhelo frustrado de.
©Jesús Artacho, 2014.
Pues sí.
ResponderEliminarMagnífico!!!! Te felicito por el poema. Saludos desde la bella Cástulo.
ResponderEliminarInma: Seguramente es exagerado decir que le haya pasado a mucha gente, como lo sería decir que sólo a mí me ha ocurrido. Pero bueno, a unos cuantos seguro que sí nos ha pasado. Gracias por la lectura.
ResponderEliminarRamón: Muchas gracias, amigo. Nos vemos.
La propia conciencia de ello también es algo bello, enhorabuena... (los paréntesis, geniales).
ResponderEliminarMuchas gracias. :)
ResponderEliminarAprovecho para decir que el poema (sic) forma parte de "Aproximación a la herida", un libro pendiente de publicación ya comprometido con una editorial.
Saludos.