Doscientas
ovejas quemadas en un incendio, reza
un titular de periódico.
El granjero les abrió la puerta antes de resguardarse
de
las llamas, pero aun con vía
libre las
ovejas no se arrancaron
a
huir y ni siquiera traspasaron
los
límites del
establo, como si algo más allá de nuestra comprensión (pensemos
en El ángel
exterminador de
Buñuel),
un muro invisible y
a un tiempo impenetrable,
les blindase el paso. Murieron, pues, como auténticas ovejas.
Cumplieron con el paradigma, y su condición borreguil se impuso al
espíritu de supervivencia. Obsecuentes, dóciles, timoratas, hasta
el final fueron gregaria grey.
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