07 octubre 2020

Nietzsche y el caballo de Turín (y Dostoievski) en un texto de Ricardo Piglia


"Una de las escenas más famosas de la historia de la filosofía es un efecto del poder de la literatura. Nietzsche al ver como un cochero castigaba brutalmente a un caballo caído se abraza llorando al cuello del animal y lo besa. Fue en Turín, el 3 de enero de 1888, y esa fecha marca, en un sentido, el fin de la filosofía: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Sócrates, es un acontecimiento inolvidable en la historia de la razón occidental. Lo increíble es que la escena es una repetición literal de una situación de Crimen y castigo de Dostoievski (capítulo 5 de la I parte) en la que Raskólnikov sueña con unos campesinos borrachos que golpean un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasión, Raskólnikov se abraza al cuello del animal caído y lo besa. Nadie parece haber reparado en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leída. (La teoría del Eterno Retorno puede ser vista como una descripción del efecto de memoria falsa que produce la lectura)."

Ricardo Piglia, Formas breves (Anagrama, 2000).

3 comentarios:

  1. Tampoco nadie que yo sepa parece haber reparado en otra cuestión.
    El episodio del caballo es tratado en todas las historias de la filosofía (e incluso en las biografías del filósofo) como una especie de anécdota producida por la enfermedad mental de este hombre.
    Supongo que no cuadra demasiado este acto de ternura con las famosas ideas que algunos creen haber propiciado años después otras ideologías crueles y sangrientas.
    La locura puede llevar a la agresividad o a la compasión. Para mí esto es lo importante.
    Nietszche pudo abrazar al caballo o también martirizar a un gato callejero.
    Esa es la diferencia en su fondo humano.

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    1. Opino que cuando la mente se desequilibra -o se rompe- puede suceder la crueldad hacia otros, pero también la agresión hacia uno mismo e incluso una reacción totalmente pacífica de replegarse o meterse en cama, o dar lugar a la compasión. A veces se cargan en la factura de la locura los platos rotos de la pura maldad, cuando parece ser que los enfermos mentales no suponen estadísticamente una mayor conflictividad o agresividad que la población "sana".

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