"Trilogía sucia de La Habana", de Pedro Juan Gutiérrez
Trilogía sucia de La Habana (Anagrama, 1998), de Pedro Juan Gutiérrez (Cuba, 1950), se compone de tres libros de relatos: Anclado en tierra de nadie, Nada que hacer y Sabor a mí. Se trata de relatos que funcionan más bien como novela, con el hilo conductor del personaje de Pedro Juan, álter ego del autor, que narra en primera persona. Esto cambia un poco en el tercer volumen, donde encontramos varios cuentos en tercera persona en los que no aparece esa voz del autor. Desde muy pronto resulta inevitable comparar a Pedro Juan Gutiérrez con Bukowski y su Henry Chinaski. El realismo sucio se hace palpable desde el mismo título, con ese adjetivo calificando la trilogía. Parece ser que su editor Jorge Herralde lo apodó "el Bukowski caribeño".
"El sexo es un intercambio de líquidos, de fluidos, saliva, aliento y olores fuertes, orina, semen, mierda, sudor, microbios, bacterias. O no es. Si sólo es ternura y espiritualidad etérea entonces se queda en una parodia estéril de lo que pudo ser".
Pedro Juan Gutiérrez, como puede verse, no evita los disfemismos. Narra sin tapujos la lucha por la supervivencia en la Cuba de Fidel Castro durante la década de los noventa; la miseria, las frecuentes hambrunas (en un momento dado comenta que ha perdido dieciocho kilos en apenas unos meses), los balseros que se lanzan al mar camino de Miami embarcados en simples neumáticos de camión. A la memoria del lector viene la crónica de un viaje a Cuba, también en los noventa, de Trapiello en uno de sus diarios (Do fuir), que también contaba cosas tremendas, como contrapunto a quienes aún hoy defienden que mientras vivió Fidel los cubanos vivieron bien.
Gutiérrez relata la Cuba callejera, del ciudadano de a pie. Escribe como se habla, sin retórica, con frases cortas y potentes ("en tiempos tan desgarradores no se puede escribir suavemente", leemos). Su visión de la vida está llena de sensorialidad, de pragmatismo, de desenfreno. Las escenas sexuales y escatológicas son frecuentes, en un mundo de machos y sementales, de roles genéricos tradicionales, donde las pulsiones sexuales siempre andan en primer plano, a veces hasta límites pornográficos. Leer Trilogía sucia de La Habana supone a walk on the wild side, por citar la canción de Lou Reed. Se trata de historias muy entretenidas, con mucha acción, contadas con encanto. Cae bien Pedro Juan. Sus cuentos no están exentos de sordidez, pero imagino que alguien que vive tan quemado y pasa hambre y comparte retrete con cincuenta personas (como cuenta en uno de los textos) es difícil que se ponga a escribir sobre la ontología del ser o la belleza floral del campo en primavera.
Hay historias de gran tremendismo (la del caballo muerto en un patio, que se está pudriendo, con un grupo de personas presionando al dueño para entrar a trocearlo y comérselo; o la que comienza con una mujer cortándole el pene a su amante), pero también, de forma puntual y excepcional, bien es cierto, momentos de un inusitado lirismo. Me recuerdo leyendo "en la claridad azul del plenilunio", o "será una noche clarísima de luna llena", y deteniéndome ante esas frases. Por un momento parece que a Pedro Juan, que a ratos se ríe de los sentimentalismos, le hayan jaqueado la máquina de escribir, o una amante le hubiera escrito esa frase a hurtadillas, sin que él se haya atrevido a quitarla. Estas trazas de lirismo destacan como cuando en el Poema de Mio Cid, al alejarse Díaz de Vivar de su familia e hijas, leemos que se separa de ellas como la uña de la carne (choca ese hallazgo expresivo en una obra de estilo narrativo y algo gris). Quizá exagero. El caso es que el libro de Pedro Juan Gutiérrez también se prodiga en algunas reflexiones profundas.
"Los débiles creen que ya hoy todo termina. En realidad es todo lo contrario: hoy es cuando todo comienza."
"En definitiva eso es lo único importante: desear algo. Cuando deseas algo, con fuerza, ya estás poniéndote en el camino".
"Cada día disfruto más el silencio y la soledad y no espero demasiado. No puedo explicar cómo es. Si me rodea el silencio yo soy yo. Y eso me basta."
Como se trata del primer autor que leo de ese país, he anotado algunos cubanismos: acere (amigo, colega), camaján (holgazán), tarecos (utensilios), churre (suciedad acumulada), templar (follar), fulas (dólares).
Me ha parecido un gran libro, repleto de experiencias de vida y con unas historias muy potentes, de una gran fuerza. Lo saqué de la biblioteca pero no descarto comprármelo en un futuro; me gustaría tenerlo. Se conoce que aprecio libros muy diferentes entre sí, no sé si es algo que le pase a todo el mundo.
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