05 diciembre 2021

"An Elephant Sitting Still" (2018), de Hu Bo

 


An Elephant Sitting Still (traducida a veces como Un elefante sentado y quieto) es la primera y única película del cineasta chino Hu Bo, que se quitó la vida con 29 años apenas terminó el filme. Según el testimonio no sé si acreditado de Wikipedia, en la decisión del suicidio tuvieron que ver los conflictos con los productores de la película, que querían que Hu Bo acortara a dos horas el metraje de la película, que dura el doble. El año de su muerte, 2017, vieron la luz dos novelas suyas, en una de las cuales se basa para esta gran película estrenada en 2018 de forma póstuma. Que la historia se sostuviera antes sobre el papel acaso dote al producto audiovisual de una solidez en la urdimbre narrativa y emocional que nadie mejor que Hu Bo, por otra parte, habría conseguido trasladar al celuloide.

 

La primera hora de película se antoja una cartografía del desamparo: adolescentes con problemas que sufren al matón del instituto, un anciano al que quieren meter en una residencia sin su aquiesciencia, un marido que descubre a su mujer acostándose con su mejor amigo... El hecho de conocer que Béla Tarr, el aclamado director húngaro, fue mentor de Hu Bo, podía llevarnos a pensar en que la propuesta del director chino tendría poca acción; sin embargo, en An Elephant Sitting Still pasan muchas cosas. El cine del húngaro, primoroso y en ocasiones plomizo, ha dado por otra parte grandes resultados, como en Armonías de Werckmeister, adaptación de la novela de su compatriota y candidato al Nobel de Literatura Laszlo Krasznahorkai. El libro se titulaba Melancolía de la resistencia y no tengo problema en confesar que lo abandoné por la mitad, incapaz de entrar en la propuesta. La adaptación de Béla Tarr, en cambio, sí la he visto en algunos listados de lo mejor del séptimo arte en lo que va de siglo XXI, y me he alegrado de ello. A Hu Bo creo que llegué a través de David Pérez Vega, que en su Facebook y en YouTube la recomendó (de justicia es mencionarlo). Está disponible en Filmin.

 

La película diría que funciona como drama existencialista, de conclusiones devastadoras acerca de cómo somos las personas y el mundo que nos hemos dado, con momentos muy humanos dentro de una historia de frustración, venganza, humillaciones, conflicto. Se dan momentos de inesperada comunión entre personajes antagónicos. El peso de la vida se intuye en las miradas. Lo que en un principio parecen historias paralelas acaban confluyendo y todo queda interconectado. Al final, uno de los protagonistas pretende escapar, y otro, mayor que él, le advierte: "podéis ir adonde queráis, da igual el lugar. Cuando lleguéis todo seguirá igual". El drama ya lo dictaminó Campoamor con aquellos versos: "cambiar de destino no es sino cambiar de dolor" (cito de memoria y, probablemente, con inexactitud). Hay en varios personajes de la película una conciencia de la fatalidad, de que todo se echó a perder y no hay remedio, un pesimismo profundo no exento de desconfianza hacia el género humano. El estilo narrativo tira de planos secuencia, si bien en cada escena, no a lo largo de toda la cinta como en Birdman de Iñárritu o La soga de Hitchcock. El título alude a una historia que ha llegado a oídos de varios personajes, según la cual en Manzhouli -ciudad del noreste chino- hay un elefante que se pasa el día sentado y quieto. A pesar de que los visitantes del zoo le tiran comida, el animal se muestra impasible y no reacciona. Se trata de un relato que ejerce fascinación en los personajes, alguno de los cuales piensa en ir a verlo. Hay quien habla a raíz de esto de una alegoría con el país de China, "el gigante dormido". Yo lo asocié más bien a la vena hastiada y depresiva de la película, una inacción al estilo del absurdo de Beckett en Esperando a Godot.


Una película estupenda que entrará, me parece, en mi lista habitual de lo mejor del año. Primeriza y a un tiempo magistral. 

 

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