Leí
mucho a Paul Auster
entre 2002 y 2008, unos diecisiete libros. Con el tiempo, me fui
distanciando de su obra: oía en entrevistas al autor a quien tanto
había admirado y encontraba su discurso (con perdón) un
tanto pretencioso, solemne y
vacuo, de una gran seriedad pero con poco que aportar. Imagino que
forma parte de la vida lectora de mucha gente que a los treinta te
desilusionen un poco aquellos autores que a los veinte te
encandilaron, así como que otros permanezcan incólumes. Auster,
para mí, ha sido del primer grupo, pero benditos los ratos pasados
entre las páginas de El palacio de la luna, La
trilogía de Nueva York, Leviatán, El libro de las
ilusiones, La música del azar o
La noche del oráculo,
por mencionar las obras que encuentro más destacables de su
producción. Su más celebrada
incursión en el cine, la
película Smoke,
con Harvey Keitel
y William Hurt, me
ayudó a
comprender mejor
en qué cuerda
tonal vibraban sus personajes.
Llegué
a este libro por
ser una de las lecturas del club de lectura que coordino en la
biblioteca donde trabajo.
Baumgartner, publicada
en 2023 y traducida en España al año siguiente, supone la última
novela publicada en vida por el autor de Brooklyn, su ocaso antes del
mutis por el foro causado por un cáncer de pulmón a los 77 años.
El libro
carece de la fuerza, la complejidad y el acierto de las
mejores obras de Auster. Se
diría que es un Auster
crepuscular pero
reconocible, que en
todo caso supera a otras
obras bastante olvidables como Viajes
por el scriptorium.
Hace
unas semanas oí la experiencia de Héctor Abad Faciolince,
el autor de la magnífica El olvido que seremos,
cuando se encontraba en Ucrania
durante la guerra que a día de hoy aún perdura. Sentado
a la mesa de una pizzería, se cambió de asiento con una escritora
ucraniana por motivo de ciertos problemas auditivos. Cayó un misil
sobre el local, Faciolince salió ileso, pero justo en el sitio en
que antes se encontraba a la escritora ucraniana le saltó una
esquirla y la mató. Me
pareció una de las casualidades tan propias de los libros de Paul
Auster.
Baumgartner,
que comparte apellido con el señor aquel que se arrojó desde
la estratosfera, es un
filósofo, profesor y escritor que encara el tramo final de su vida y
que lidia con el duelo por la muerte de su esposa, Anna
Blume (que comparte nombre con
la protagonista de El
país de las últimas cosas),
hace casi diez años. La novela se desarrolla entre 2018 y 2020,
aproximadamente. Contiene
varias historias intercaladas (a la manera de las del Quijote,
obra muy apreciada por el neoyorquino) que recuerda, si bien de una
forma más sencilla, el juego de muñecas rusas
o cajas chinas tan
recurrente en la obra de Auster. La trama principal no consta de
demasiada acción (o al
menos no de una trama de bombo y platillo),
como reflejo de la existencia de un personaje que vive entre
recuerdos. Entre esas remembranzas vitales se encuentra la historia
familiar y los orígenes europeos de Baumgartner, hijo de un judío
polaco emigrado a Estados Unidos, en los que se encuentran
concomitancias con los del propio Auster.
Sólo
un dato más, para terminar. Paul Auster, escritor de éxito desde
muy pronto, ganador del Príncipe de Asturias
en 2006, y muy leído en España, vio cómo (según cuenta él mismo
en un documental) veintisiete editores rechazaban su novela La
trilogía de Nueva York,
hoy considerada una de sus obras cumbres. Veintisiete.