02 julio 2025

"Baumgartner", de Paul Auster

 



Leí mucho a Paul Auster entre 2002 y 2008, unos diecisiete libros. Con el tiempo, me fui distanciando de su obra: oía en entrevistas al autor a quien tanto había admirado y encontraba su discurso (con perdón) un tanto pretencioso, solemne y vacuo, de una gran seriedad pero con poco que aportar. Imagino que forma parte de la vida lectora de mucha gente que a los treinta te desilusionen un poco aquellos autores que a los veinte te encandilaron, así como que otros permanezcan incólumes. Auster, para mí, ha sido del primer grupo, pero benditos los ratos pasados entre las páginas de El palacio de la luna, La trilogía de Nueva York, Leviatán, El libro de las ilusiones, La música del azar o La noche del oráculo, por mencionar las obras que encuentro más destacables de su producción. Su más celebrada incursión en el cine, la película Smoke, con Harvey Keitel y William Hurt, me ayudó a comprender mejor en qué cuerda tonal vibraban sus personajes.


Llegué a este libro por ser una de las lecturas del club de lectura que coordino en la biblioteca donde trabajo. Baumgartner, publicada en 2023 y traducida en España al año siguiente, supone la última novela publicada en vida por el autor de Brooklyn, su ocaso antes del mutis por el foro causado por un cáncer de pulmón a los 77 años. El libro carece de la fuerza, la complejidad y el acierto de las mejores obras de Auster. Se diría que es un Auster crepuscular pero reconocible, que en todo caso supera a otras obras bastante olvidables como Viajes por el scriptorium.


Hace unas semanas oí la experiencia de Héctor Abad Faciolince, el autor de la magnífica El olvido que seremos, cuando se encontraba en Ucrania durante la guerra que a día de hoy aún perdura. Sentado a la mesa de una pizzería, se cambió de asiento con una escritora ucraniana por motivo de ciertos problemas auditivos. Cayó un misil sobre el local, Faciolince salió ileso, pero justo en el sitio en que antes se encontraba a la escritora ucraniana le saltó una esquirla y la mató. Me pareció una de las casualidades tan propias de los libros de Paul Auster.


Baumgartner, que comparte apellido con el señor aquel que se arrojó desde la estratosfera, es un filósofo, profesor y escritor que encara el tramo final de su vida y que lidia con el duelo por la muerte de su esposa, Anna Blume (que comparte nombre con la protagonista de El país de las últimas cosas), hace casi diez años. La novela se desarrolla entre 2018 y 2020, aproximadamente. Contiene varias historias intercaladas (a la manera de las del Quijote, obra muy apreciada por el neoyorquino) que recuerda, si bien de una forma más sencilla, el juego de muñecas rusas o cajas chinas tan recurrente en la obra de Auster. La trama principal no consta de demasiada acción (o al menos no de una trama de bombo y platillo), como reflejo de la existencia de un personaje que vive entre recuerdos. Entre esas remembranzas vitales se encuentra la historia familiar y los orígenes europeos de Baumgartner, hijo de un judío polaco emigrado a Estados Unidos, en los que se encuentran concomitancias con los del propio Auster.


Sólo un dato más, para terminar. Paul Auster, escritor de éxito desde muy pronto, ganador del Príncipe de Asturias en 2006, y muy leído en España, vio cómo (según cuenta él mismo en un documental) veintisiete editores rechazaban su novela La trilogía de Nueva York, hoy considerada una de sus obras cumbres. Veintisiete.