Desperté sobresaltado, pero con el último sueño aún fresco, y recordándolo, comencé a reírme muy bajito (porque era realmente estúpido lo que había soñado) para no despertarla.
Fue inútil. Ella se volvió, con los ojos cerrados me pasó una mano por el pecho y sonriendo dijo: "hay que ver las tonterías que sueñas".
Y se volvió a dormir.
Raúl Rubio Millares, Muestrario (Fundación Municipal de Cultura del Excmo. Ayto. de La Línea de la Concepción, 2007).
Gracias por rescatarlo, compañero.
ResponderEliminarGracias a ti por escribirlo.
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