Biografía breve de Raymond Carver
Nace Raymond Carver en Oregón el año 1938. Su padre es leñador y es alcohólico. Su madre trabaja como camarera. A los tres años, se traslada con su familia a un pueblo de Washington. Se casa a los dieciséis con su novia del instituto, Maryann Burk, con la que pronto tiene dos hijos. Pasa por numerosos trabajos temporales, vive en la pobreza y su alcoholismo le genera problemas en casa y en los bares.
Cuenta Jaime Priede que a los dieciocho años, entregando un pedido de la farmacia en la que trabaja como repartidor, mientras espera en la puerta a que un anciano le pague, le llama la atención ver libros esparcidos por el interior de la casa, así como un ejemplar de la revista Poetry sobre la mesa del comedor. El anciano se la regala: “a lo mejor algún día escribes algo y no sabes adónde mandarlo”, le dice. Esa noche Carver apenas duerme, leyendo una y otra vez los poemas de Ezra Pound.
Poeta y escritor de relatos cortos que publica en revistas, su primera colección, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, ve la luz en 1976. La crítica acoge el libro con entusiasmo. Alaba la cuidadosa construcción de los relatos, despojados de adornos estilísticos, y señala que Carver posee un sello propio que se detecta en cada uno de sus párrafos.
Un año después Carver deja a su mujer. Ha encontrado a la poeta Tess Gallagher. Ella conseguirá que deje el alcohol, y con ella pasará los años más felices de su vida, hasta la muerte del autor a causa de un cáncer de pulmón, cuando contaba cincuenta años.
Se incluye a Carver en la nómina de autores del realismo sucio. Suelen habitar sus historias alcohólicos, divorciados, desempleados a la deriva, matrimonios en incidentes cotidianos. Desesperanza o escepticismo son palabras fáciles de encontrar en las contraportadas de sus libros.
Tras la publicación de su segundo libro en 1981 (De qué hablamos cuando hablamos de amor), los críticos coinciden en elogiar su estilo minimalista y lo consideran el creador de una nueva escuela.
Además de los poemarios Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), Carver publicó en vida otros dos libros de relatos: Catedral (1983), considerado su mejor libro, y Tres rosas amarillas (1988). De publicación póstuma es Si me necesitas, llámame, compuesto por cinco nuevos relatos.
Con esta obra relativamente escasa, Raymond Carver es considerado uno de los maestros del cuento en el siglo XX, “el Chéjov americano”. A su muerte ya estaba firmemente establecido en el canon estadounidense. Se dijo que era el escritor que América no se podía permitir perder.
Cuenta Jaime Priede que a los dieciocho años, entregando un pedido de la farmacia en la que trabaja como repartidor, mientras espera en la puerta a que un anciano le pague, le llama la atención ver libros esparcidos por el interior de la casa, así como un ejemplar de la revista Poetry sobre la mesa del comedor. El anciano se la regala: “a lo mejor algún día escribes algo y no sabes adónde mandarlo”, le dice. Esa noche Carver apenas duerme, leyendo una y otra vez los poemas de Ezra Pound.
Poeta y escritor de relatos cortos que publica en revistas, su primera colección, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, ve la luz en 1976. La crítica acoge el libro con entusiasmo. Alaba la cuidadosa construcción de los relatos, despojados de adornos estilísticos, y señala que Carver posee un sello propio que se detecta en cada uno de sus párrafos.
Un año después Carver deja a su mujer. Ha encontrado a la poeta Tess Gallagher. Ella conseguirá que deje el alcohol, y con ella pasará los años más felices de su vida, hasta la muerte del autor a causa de un cáncer de pulmón, cuando contaba cincuenta años.
Se incluye a Carver en la nómina de autores del realismo sucio. Suelen habitar sus historias alcohólicos, divorciados, desempleados a la deriva, matrimonios en incidentes cotidianos. Desesperanza o escepticismo son palabras fáciles de encontrar en las contraportadas de sus libros.
Tras la publicación de su segundo libro en 1981 (De qué hablamos cuando hablamos de amor), los críticos coinciden en elogiar su estilo minimalista y lo consideran el creador de una nueva escuela.
Además de los poemarios Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), Carver publicó en vida otros dos libros de relatos: Catedral (1983), considerado su mejor libro, y Tres rosas amarillas (1988). De publicación póstuma es Si me necesitas, llámame, compuesto por cinco nuevos relatos.
Con esta obra relativamente escasa, Raymond Carver es considerado uno de los maestros del cuento en el siglo XX, “el Chéjov americano”. A su muerte ya estaba firmemente establecido en el canon estadounidense. Se dijo que era el escritor que América no se podía permitir perder.
La polémica Lish
En 1998, consolidada ya la figura de Carver, un artículo publicado por D. T. Max en The New York Times Magazine vino a decir que el editor de Carver corregía sus relatos, hasta el punto de que eran más suyos que de Carver. Gordon Lish, que así se llama, además de editor fue profesor de escritura creativa en Yale y en Columbia, además de escritor de cuentos. Personaje controvertido, ha editado a escritores tan relevantes como Richard Ford o Don DeLillo
Tres años después de la muerte del autor, Lish vendió a una biblioteca de la Universidad de Indiana los escritos a máquina de Carver con sus correcciones. Cuando un estudioso los examinó e intentó publicar sus conclusiones, la viuda de Carver lo presionó para evitarlo.
Tanto Max como Alessandro Baricco han visitado el archivo, con idénticos grados de sorpresa. En De qué hablamos cuando hablamos de amor, último libro que Carver publicaría con Lish, el editor había eliminado casi la mitad del texto original de Carver, había rehecho los relatos y cambiado el final a diez de trece cuentos, además de modificar el título del volumen. El “Begginers” (“Principiantes”) de Carver se convirtió en De qué hablamos…, que como ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? toma como modelo a ¿Por qué no pueden decirte el porqué?, del también cuentista James Purdy.
Lo más sorprendente es, quizá, que tanto Max como Baricco corroboran que rasgos atribuidos a Carver, señas de identidad que le granjearon el reconocimiento de la crítica (minimalismo, frialdad impasible, uso de las mínimas palabras posibles, concepción del cuento según la teoría del iceberg de Hemingway, diálogos secos) no estaban presentes en los originales de Carver, sino que se debían a correcciones del editor. Carver se muestra más sentimental, sus relatos inspiran compasión (no escepticismo). En palabras de Baricco: “construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera la necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables. Humanos.” Por el contrario, Lish aporta a las historias gelidez, les confiere un efecto más abstracto y cerebral.
Cabe preguntarnos por la actitud de Carver en todo esto. Tras hablar con Lish, Max nos cuenta la historia. Al principio, Carver se mostró agradecido con la ayuda de Lish. Está hundido en el alcohol y la pobreza, y Lish lo ayuda a mejorar como escritor además de abrirle el camino a la publicación. En una carta de 1969, antes de convertirse en un autor publicado, escribe a Lish: “después de todo, la historia es ahora mejor que cuando te la envié, que es lo importante, estoy seguro” (se trata de una traducción aproximada -el original de Max, que sepamos, no está traducido-).
Esta actitud perdura incluso hasta después de la publicación de ¿Quieres hacer el favor…? (1976). Carver no se muestra molesto. Pero el choque es inevitable, y se produce con la publicación de De qué hablamos cuando hablamos de amor. Los cambios de Lish, como dijimos más arriba, son más acusados. La fama de Carver crece, y el editor llega a pensar en sí mismo como ventrílocuo de Carver. En 1980, Carver le escribe diciéndole que no puede permitirle publicar De qué hablamos… como Lish quiere. No da argumentos literarios. Explica que ha conocido a otros escritores a los que ha dado a leer algunos de los relatos del libro, por no hablar de su esposa, que también los conocía. ¿Cómo explicar las diferencias? Teme que se destape un escándalo y “por el amor de Dios” ruega a Lish que publique el libro como se lo envió. Pero al final, De qué hablamos cuando hablamos de amor fue publicado en 1981 como Lish quiso. Y los críticos lo celebraron.
La publicación de este segundo libro precipitó la ruptura de Carver con el editor. Enfadado, Lish se pregunta si debe hacer público su trabajo en las historias de Carver. El escritor Don DeLillo le aconseja que no se enfrente a Carver (no menoscabaría la fama del escritor y la gente guardaría rencor al editor), cosa que Lish hace, y además concluye diciéndole que tenga cuidado con los archivos. En 1991, tres años después de la muerte de Carver, Gordon Lish los vende, dando pie a que su influencia en la obra de Carver se haga pública.
Tres años después de la muerte del autor, Lish vendió a una biblioteca de la Universidad de Indiana los escritos a máquina de Carver con sus correcciones. Cuando un estudioso los examinó e intentó publicar sus conclusiones, la viuda de Carver lo presionó para evitarlo.
Tanto Max como Alessandro Baricco han visitado el archivo, con idénticos grados de sorpresa. En De qué hablamos cuando hablamos de amor, último libro que Carver publicaría con Lish, el editor había eliminado casi la mitad del texto original de Carver, había rehecho los relatos y cambiado el final a diez de trece cuentos, además de modificar el título del volumen. El “Begginers” (“Principiantes”) de Carver se convirtió en De qué hablamos…, que como ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? toma como modelo a ¿Por qué no pueden decirte el porqué?, del también cuentista James Purdy.
Lo más sorprendente es, quizá, que tanto Max como Baricco corroboran que rasgos atribuidos a Carver, señas de identidad que le granjearon el reconocimiento de la crítica (minimalismo, frialdad impasible, uso de las mínimas palabras posibles, concepción del cuento según la teoría del iceberg de Hemingway, diálogos secos) no estaban presentes en los originales de Carver, sino que se debían a correcciones del editor. Carver se muestra más sentimental, sus relatos inspiran compasión (no escepticismo). En palabras de Baricco: “construía paisajes de hielo pero luego los veteaba de sentimientos, como si tuviera la necesidad de convencerse de que, a pesar de todo aquel hielo, eran habitables. Humanos.” Por el contrario, Lish aporta a las historias gelidez, les confiere un efecto más abstracto y cerebral.
Cabe preguntarnos por la actitud de Carver en todo esto. Tras hablar con Lish, Max nos cuenta la historia. Al principio, Carver se mostró agradecido con la ayuda de Lish. Está hundido en el alcohol y la pobreza, y Lish lo ayuda a mejorar como escritor además de abrirle el camino a la publicación. En una carta de 1969, antes de convertirse en un autor publicado, escribe a Lish: “después de todo, la historia es ahora mejor que cuando te la envié, que es lo importante, estoy seguro” (se trata de una traducción aproximada -el original de Max, que sepamos, no está traducido-).
Esta actitud perdura incluso hasta después de la publicación de ¿Quieres hacer el favor…? (1976). Carver no se muestra molesto. Pero el choque es inevitable, y se produce con la publicación de De qué hablamos cuando hablamos de amor. Los cambios de Lish, como dijimos más arriba, son más acusados. La fama de Carver crece, y el editor llega a pensar en sí mismo como ventrílocuo de Carver. En 1980, Carver le escribe diciéndole que no puede permitirle publicar De qué hablamos… como Lish quiere. No da argumentos literarios. Explica que ha conocido a otros escritores a los que ha dado a leer algunos de los relatos del libro, por no hablar de su esposa, que también los conocía. ¿Cómo explicar las diferencias? Teme que se destape un escándalo y “por el amor de Dios” ruega a Lish que publique el libro como se lo envió. Pero al final, De qué hablamos cuando hablamos de amor fue publicado en 1981 como Lish quiso. Y los críticos lo celebraron.
La publicación de este segundo libro precipitó la ruptura de Carver con el editor. Enfadado, Lish se pregunta si debe hacer público su trabajo en las historias de Carver. El escritor Don DeLillo le aconseja que no se enfrente a Carver (no menoscabaría la fama del escritor y la gente guardaría rencor al editor), cosa que Lish hace, y además concluye diciéndole que tenga cuidado con los archivos. En 1991, tres años después de la muerte de Carver, Gordon Lish los vende, dando pie a que su influencia en la obra de Carver se haga pública.
Parece ser que, en España, la editorial Anagrama va a publicar los textos originales de Carver. Así todos sabremos cómo eran antes de que Lish les aplicara su gélida tijera.
Algunos de los textos a partir de los que está elaborada esta entrada:
ResponderEliminar-"El hombre que reescribía a Carver", de
Alessandro Baricco (1999).
-"The Carver Chronicles", de D. T. Max (1998).
-"Distancias cortas", en "Dejad que baile el forastero" de Jaime Priede (2004).
Qué interesante... ni conocía a Carver ni la polémica con Lish. ¿Te ha gustado? ¿Leerás las versiones originales?
ResponderEliminarSaludos.
Si a uno le gustan los relatos tiene que leer sí o sí a Carver, es de los autores estadounidenses fundamentales en este terreno. El primero que leí suyo fue "¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?", si es que eso significa algo.
ResponderEliminarMe parece muy interesante que se publiquen las versiones originales, así podremos ver las diferencias. De hecho, el texto de esta entrada es de un trabajo cuya segunda parte, que no he incluido aquí, consistía en analizar las diferencias existentes entre dos versiones de una misma historia que me llamó la atención encontrar en dos libros distintos de Carver. Es interesante observar cómo trabaja el editor con el material de Carver y cómo cambia el sentido del texto tras sus modificaciones. Fue bastante divertido hacerlo.
Uf, vaya parrafada...
Un abrazo.
Hola, me gustó tu reseña. No sabía nada de esta historia. He intentado leer a Carver, pero no lo disfruto. Ese minimalismo "gélido" como tu lo llamas. Así que, puede que el "verdadero" Carver sea más de mi gusto que la corrección de Lish.
ResponderEliminarMe pregunto: ¿Cuántos lectores hubieran preferido la versión original?
Pregunta 2: ¿qué opinará Carver -donde sea que se encuentre- de que X cantidad de gente prefiriera su intuición a la de otro con su nombre?
Y si Lish cobró por su "trabajo", pero fue Carver el que corrió el riesgo de publicarlo con su nombre, debería haber cerrado la boca y llevárselo a la tumba.
Mucha tela para un debate indudablemente jugoso.
Saludos
Gracias por tu lectura atenta. A mí Carver, sin ser mi autor preferido, la verdad es que sí que me gusta leerlo, como no tiene mucho publicado sólo me falta "Tres rosas amarillas". Quizá Lish debía haberse callado, pero también es cierto que resulta muy interesante que conozcamos toda la historia, a mí por lo menos me fascinó descubrir todo esto, y ya de paso está bien poder comparar la versión de Lish con el original de Carver. Como sabrás, Anagrama ya publicó "Principiantes", que es como Carver en realidad tituló el libro conocido como "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?".
ResponderEliminarUn saludo.
No sabía lo de la polémica de Lish Jesús, la verdad es que en estos casos no sabe uno con qué carta quedarse, tiendo a pensar que lo que me interesa es el resultado final, estos problemas de autoría, a todos los que nos gustan los libros, nos son familiares pero en este caso hay un morbo añadido, esos rasgos atribuidos a Carver que no están en los originales, es interesantísimo, a ver si lo podemos comprobar, ya llevo leídos bastantes relatos y me gustan mucho. Por otra parte, me ha gustado saber que a Carver le gustaba tanto Ezra Pound, para mí es de los imprescindibles :), a pesar de todo. Un abrazo
ResponderEliminarAún no he leído los relatos de "Principiantes", pero creo que tanto ese libro como el modificado por Lish deben ser buenos libros, si bien con diferencias significativas que habría que tener en cuenta a la hora de redefinir lo que entendemos por "carveriano". Me alegro de que te interese, yo reconozco que aún no he leído a Pound.
ResponderEliminarUn abrazo.