Por este teatro,
de fachada colorida,
pasó ayer un soldado
de Salamina.
El pasado viernes tuvo lugar, en el Teatro Cánovas de Málaga, un encuentro de clubes de lectura de bibliotecas rurales de la provincia (entre ellas la de mi pueblo, Cuevas Bajas) con el autor Javier Cercas, que presentó su nueva novela, El impostor, y al que tuve ocasión de asistir. Cercas resultó afable y dialogante. En su intervención comenzó presentando al protagonista de su libro, Enric Marco, un personaje real (aún vivo, con 95 años, y que esa misma mañana había estado hablando en la SER) que se hizo pasar, de la forma más convincente, por víctima de los campos de concentración nazis, llegando a pronunciar múltiples conferencias, a conceder entrevistas y a intervenir incluso en el Congreso de los Diputados, como representante de la asociación de víctimas que presidía, con un vibrante discurso que emocionó, entre otros, a la ministra Carmen Chacón. Hasta que, dos meses después, fue desenmascarado por el historiador Benito Bermejo y se descubrió que nunca había estado en un campo de concentración (aunque sí en Alemania, sí en la cárcel).
La novela, en la línea marca de la casa, funciona como un producto híbrido mezcla de crónica, biografía, novela, autoficción, historia... En ella, según oímos, como ocurría en Soldados de Salamina, de forma metaliteraria, se refleja el propio proceso de construcción del libro. Se habló de este tipo de obra, que Cercas emparentó con la novela cervantina (empleó la metáfora culinaria del banquete con muchos platos), en comparación con el tipo decimonónico (más centrado quizá en la peripecia: fulanita conoce a mengano, se gustan, se casan, tienen hijos, se separan...), que, bien es cierto, ha dado grandes títulos, pero que resulta, para Cercas (y para uno mismo), menos interesante y aún sobrevive, de forma algo trasnochada pero en algunos casos exitosa, hoy día.
Se criticó también el concepto contradictorio de memoria histórica (no sus pretensiones y propósitos), ya que la memoria es algo personal y subjetivo, mientras que la historia es colectiva y objetiva, o al menos aspira a serlo. Se habló de cierta industria o burbuja de la memoria histórica que hubo hace unos años y en la que, como caso paradigmático, encontramos al protagonista de esta novela.
Cercas en acción, flanqueado por distintas autoridades
Cercas expuso, además, su visión de la literatura, de la novela, como cartografía que nos ayuda a entender mejor la realidad, la condición humana en general, o a ciertas personas en concreto. Dado el caso de Hitler, ¿de qué nos sirve, por ejemplo, decir que es un monstruo y alejarnos de él sin tratar de entenderlo? Mientras más se conozca su caso, si llegáramos a comprenderlo enteramente (ojo: no a justificarlo), tendríamos la base para que la historia no se repita, vino a decir Cercas.
Se refirió el autor a la mediopatía, a ese afán del común de la gente, al menos en las sociedades consideradas "desarrolladas", por aparecer en los medios.
Resultó un acto bastante interesante, enriquecido por los comentarios atinados de los compañeros de mesa y de alguna asistente, que sería delirante tratar de compartir aquí de forma íntegra. Al final, me rasqué el bolsillo y me hice con un ejemplar de la novela, que me llevé firmada junto con las otras tres del autor que ya traía de casa. También me atreví a regalarle al autor un ejemplar de mi libro, El rayo que nos parta, a riesgo de ser considerado un petardo con afán de medro.
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