Conocí a José Carlos Rodrigo Breto a través de las redes sociales. En una de sus cuentas de Instagram, @literatura_instantanea, divulga literatura de la buena y da una pista sobre su vasto repertorio de lecturas. Con un doctorado y un máster en Estudios Literarios, me sorprendió conocer la circunstancia de que este hombre atraviese en la actualidad una delicada situación económica, tras varios años en paro. Casillero del diablo (2013) es su quinto y penúltimo libro hasta la fecha. El año pasado publicó Ismaíl Kadaré: la gran estratagema (Ediciones del subsuelo), y el artículo en Wikipedia sobre su persona indica que es el mayor experto en España en la obra de este escritor albanés candidato al Nobel de Literatura.
Me gusta el título de Casillero del diablo, que aparte de otras connotaciones alude a una bebida alcohólica, un vino tinto. Se trata una novela de apariencia autobiográfica, que juega con la frontera entre realidad y ficción, con un protagonista que es y no es el autor y que atraviesa por una crisis personal y creativa. En la trama encontramos ingredientes como el amor, los viajes, el nazismo, el esoterismo, las redes sociales y las ratas: el protagonista trabaja en un centro que monitoriza el subsuelo de Madrid, por donde pululan ratas de alcantarilla, que nos lleva a pensar en cierto cuento perteneciente a El gaucho insufrible de Roberto Bolaño, un autor que creo que no es santo de la devoción libresca que profesa Rodrigo Breto. La narración avanza de forma no lineal, con saltos en el tiempo que se suceden con naturalidad, en una estructura para nada alambicada.
En cuanto al estilo, el autor despliega un extenso ramillete de recursos, empezando por los hallazgos expresivos (metáforas, comparaciones, etc.), pasando por el juego con los espacios en blanco o la supresión de los signos de puntuación en ciertos fragmentos. Al mismo tiempo que la acción se desarrolla, leemos trozos de conversación entre el escritor y una lectora que, se supone, ha ido leyendo el libro conforme el narrador lo iba escribiendo y se lo enviaba en primicia, una lectora cero que sirve para introducir un interesante componente metaliterario que uno enclavaría en la estirpe cervantina, el de incluir una crítica o reseña de la propia novela que estamos leyendo, como sucedía, sin ir más lejos, en el Quijote. Las referencias literarias (Rulfo, Nabokov, Grass, Kafka) tampoco escasean, y es que Rodrigo Breto supura literatura por cada uno de sus poros.
Hay un momento del libro que creo que me costará olvidar, en el que el protagonista se encuentra frente a la tumba de Kafka y leemos:
"Y con los brazos en cruz, mientras la lluvia endurecida caía furiosa, en el dolor me hice eterno."
Aunque el tema del nazismo está demasiado transitado a estas alturas, y es difícil hallar un tratamiento que sorprenda o que aporte algo al lector actual, Casillero del diablo me ha parecido una novela muy disfrutable, escrita por alguien que conoce a la perfección el oficio literario. Un libro que se lee con gusto.
Recomendable.
Me gusta el título de Casillero del diablo, que aparte de otras connotaciones alude a una bebida alcohólica, un vino tinto. Se trata una novela de apariencia autobiográfica, que juega con la frontera entre realidad y ficción, con un protagonista que es y no es el autor y que atraviesa por una crisis personal y creativa. En la trama encontramos ingredientes como el amor, los viajes, el nazismo, el esoterismo, las redes sociales y las ratas: el protagonista trabaja en un centro que monitoriza el subsuelo de Madrid, por donde pululan ratas de alcantarilla, que nos lleva a pensar en cierto cuento perteneciente a El gaucho insufrible de Roberto Bolaño, un autor que creo que no es santo de la devoción libresca que profesa Rodrigo Breto. La narración avanza de forma no lineal, con saltos en el tiempo que se suceden con naturalidad, en una estructura para nada alambicada.
En cuanto al estilo, el autor despliega un extenso ramillete de recursos, empezando por los hallazgos expresivos (metáforas, comparaciones, etc.), pasando por el juego con los espacios en blanco o la supresión de los signos de puntuación en ciertos fragmentos. Al mismo tiempo que la acción se desarrolla, leemos trozos de conversación entre el escritor y una lectora que, se supone, ha ido leyendo el libro conforme el narrador lo iba escribiendo y se lo enviaba en primicia, una lectora cero que sirve para introducir un interesante componente metaliterario que uno enclavaría en la estirpe cervantina, el de incluir una crítica o reseña de la propia novela que estamos leyendo, como sucedía, sin ir más lejos, en el Quijote. Las referencias literarias (Rulfo, Nabokov, Grass, Kafka) tampoco escasean, y es que Rodrigo Breto supura literatura por cada uno de sus poros.
Hay un momento del libro que creo que me costará olvidar, en el que el protagonista se encuentra frente a la tumba de Kafka y leemos:
"Y con los brazos en cruz, mientras la lluvia endurecida caía furiosa, en el dolor me hice eterno."
Aunque el tema del nazismo está demasiado transitado a estas alturas, y es difícil hallar un tratamiento que sorprenda o que aporte algo al lector actual, Casillero del diablo me ha parecido una novela muy disfrutable, escrita por alguien que conoce a la perfección el oficio literario. Un libro que se lee con gusto.
Recomendable.
Una pena que alguien que de seguro tendría mucho que enseñar, por todo lo que cuentas que sabe, atraviese una situación así, Jesús. Respecto a la novela no parece un libro que deje indiferente.
ResponderEliminarGracias por la excelente reseña (como siempre).
Abrazo!
Hola, Sandra. Una auténtica pena, desde luego. Gracias por pasarte. Un abrazo.
EliminarYo también le sigo en las redes. Buscaré su libro. Gracias por compartirlo. Un saludo
ResponderEliminarHola, Esther. Me alegro. Si lo haces, puedes contactar directamente con el autor (de lo contrario, no sé si le llegará a él beneficio alguno). Un saludo.
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