18 agosto 2025

"Minimosca", de Gustavo Faverón Patriau

 

Minimosca (Candaya, 2024) es la tercera novela de Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966) tras El anticuario y Vivir abajo, de la que ya hablamos aquí con gran entusiasmo. El autor peruano también ha publicado varios ensayos, entre los que acaso destaque El orden del Aleph, sobre la obra de Borges. Minimosca (715 páginas) compone una especie de díptico con Vivir abajo (665 páginas), con varios personajes que se repiten, y leer estos dos libros en un mismo verano ha supuesto toda una experiencia. Diría, sin desmerecer a todos los grandes autores del panorama actual, que así como en el ciclismo actual está Tadej Pogaçar y luego todos los demás (algunos de ellos buenísimos), a veces uno piensa que en la literatura latinoamericana del presente está este señor y después el resto.

 

"Minimosca es un laberinto con forma de novela", es lo primero que se nos dice en la sinopsis de la contraportada. Y desde luego tiene algo de rompecabezas cuyas piezas aparentemente deslavazadas van encajando conforme avanzan las páginas, personajes que resultan ser otros (se produce alguna anagnórisis), viejos conocidos como el George Bennett que protagonizaba Vivir abajo, ese documentalista y asesino que viaja por América Latina en busca de una serie de venganzas. Los personajes se mueven entre Estados Unidos (Utah, Maine) y distintos países hispanohablantes, y esta vez también hay una parte que se desarrolla en París y en la que aparece el poeta César Vallejo (que como es sabido moriría allí "con aguacero"). Junto a él, otras personas reales en situaciones más o menos delirantes (la nota del autor nos avisa de que los hechos en los que se ven envueltos son inventados) como Stephen King, Allen Ginsberg o Marcel Duchamp

 

Humor y horror conviven en esta aventura, que se divide en siete partes: "El amnésico", "Minimosca", "Angus", "Momias", "Utah", "El museo de la Rue de Babylone" y "El Sur". La segunda, sobre un boxeador y poeta que susurra versos a sus oponentes en el cuadrilátero, entre otras muchas cosas, la encontré de una excentricidad y un sinsentido más gratuitos y me hizo temer por el resto de la lectura, pero el autor pronto retoma un gran nivel y Minimosca acaba siendo otro gran libro, esta vez con la influencia de Roberto Bolaño menos patente, con un conglomerado apabullante de historias de una inventiva y un manejo del lenguaje sobresalientes. En la contraportada se habla de "comedia del espanto", un término que encuentro acertado para definir el tono del libro. Hay momentos  hilarantes y el lector atraviesa con una sonrisa cómplice todo ese escenario donde no escasean los horrores. 

 

"...el Pintor Fugitivo dice que hay cosas que el ojo humano nunca debe ver porque si las ve no las entiende y además se quedan adentro de él. El ojo humano no puede arrncárselas de adentro y crecen y se enredan detrás de él como si fueran el nervio óptico. Lo peor es que esas cosas no siempre le causan horror o no solo le causan horror al ojo humano. A veces las ve y lo subyugan, lo hipnotizan y su pánico se transforma en placer y en medio del placer el ojo humano se pregunta quién soy, por qué me atrae lo abominable".

 

"...dijo que un artista que no estaba dispuesto a perder la visión en defensa de su arte no tenía visión del arte".

 

En Minimosca sigue habiendo nazis, manicomios, artistas, asesinos, pedófilos y ciertos ribetes de género fantástico, violencia y brutalidad en algunas escenas propias de película de Tarantino. La prosa, muy atenta e inteligente, imaginativa y juguetona, se prodiga en giros y hallazgos, ofrece mucho al lector. La primera parte, "El amnésico", tiene varios momentos de juego intelectual que me llevó a pensar en la obra de Enrique Vila-Matas. No escasean las referencias literarias y culturales, y se menciona a Cortázar, Miguel Ángel Asturias, Monterroso, Vallejo, Eliot, Sir Thomas Browne o el cineasta búlgaro Methodi Andonov.

 

En un momento dado se cuenta que George está leyendo la Antibiblia, o la Biblia al revés, en un procedimiento parecido al que utilizó Martin Amis en La flecha del tiempo a propósito del exterminio judío, y tal vez al que emplea Pedro Mairal en su gran novela El año del desierto

 

"Mentalmente resume el Génesis. Los judíos atraviesan el desierto en dirección a Judea y los dos mares forman un solo mar detrás de ellos y ellos se alegran, pero no saben que, en Egipto, los aguarda la esclavitud. El arca de animales marineros encalla una mañana en tierra firme y los animales se preguntan cómo van a vivir ahora que hay tanta tierra y tan poca agua, pero se van adaptando. En una torre, en Babilonia, los pueblos que hablan lenguas distintas aprenden un idioma común y deciden deconstruir la torre como filósofos derrideanos y tienen éxito porque al final hablan la lengua de Dios y Caín le saca a Abel la piedra de la locura y en un jardín, sus padres, tras compartir una manzana, reciben el Paraíso como recompensa y después se vuelven un solo cuerpo y Dios decide acabar la historia de la humanidad en ese momento feliz y disuelve el mundo en siete días y al final solo queda su palabra, como un monólogo interior, dicho a oscuras, en armonía con la nada...".

 

Aunque seguramente Vivir abajo me pareció una novela más redonda, con Minimosca Gustavo Faverón Patriau vuelve a escribir un librazo, otra obra diría que legendaria que, torrencial y abrumadora, sigue resultando un festival para el lector. Seguiremos leyendo al autor, aunque sólo teniendo en cuenta estos dos libros ya marca un hito en la literatura latinoamericana (y aun universal) del siglo XXI.

 

Valoración: 5/5. 

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