"Y siempre que hablaba o pensaba sobre los Premios Nobel, contaba el caso de Van’t Hoff. Es más, es posible que por eso empezara a hablar o a pensar sobre los Premios Nobel, para después contar el caso de Van’t Hoff. Porque disfrutaba contando el caso de Van’t Hoff. Disfrutaba.
A Van’t Hoff le concedieron el Premio Nobel de Química en 1901. El primer Premio Nobel de Química. Del mundo. Jacobus Henricus. Van’t Hoff. Ése era su nombre completo. Jacobus Henricus. Van’t Hoff el apellido. Los amigos le llamarían de otra manera seguramente. Los de la familia, tíos madre hijos, de otra. Después murió en 1911, en Berlín seguramente. Con 59 años. [….] Pero a Mateo no le interesaban esas cosas. No eran más que datos. Todo eso. Datos. A Mateo le interesaba, sobre todo, una fotografía de Van’t Hoff. Una fotografía: Van’t Hoff aparecía solo en la fotografía, y no tenía, ni mucho menos, 59 años; ni siquiera 58. Tendría 35-40. O puede que dos más. Y eso quiere decir que la fotografía era una fotografía del siglo XIX. Y en el siglo XIX la gente no se hacía muchas fotografías. Media docena en toda la vida, como mucho. Como muchísimo. Por eso se ponían terriblemente elegantes para las fotografías. También Van’t Hoff aparecía terriblemente elegante en la fotografía. Pero no era eso lo más impresionante de aquella fotografía. Lo más impresionante de aquella fotografía era que Van’t Hoff no se había peinado. Van’t Hoff tenía el pelo todo revuelto en la parte izquierda de la cabeza. Con exageración. Como si se hubiese levantado de la cama siete segundos antes. Y una persona tiene que tener mucha personalidad para decidir no peinarse cuando sabe perfectamente que no se va a hacer más que una, dos, tres fotografías en toda su vida. Y Van’t Hoff aparece en todas las enciclopedias, biografías y libros de ciencia del mundo con el pelo revuelto en la parte izquierda de la cabeza, como si siempre se estuviese levantando de la cama siete segundos antes de que alguien abriese la enciclopedia o la biografía o el libro de ciencia. Y Van’t Hoff era Premio Nobel de Química y debía de dormir muy bien, porque si no es difícil tener el pelo tan levantado en la parte izquierda de la cabeza. En el siglo XIX.
Por eso le tenía Mateo tanto cariño a Van’t Hoff. Por su personalidad. Por la personalidad que había tenido Van’t Hoff, por no peinarse el día de la fotografía. Y Mateo solía decidir que le tenía tanto cariño a Van’t Hoff como a sus tías. A sus tías. No a las tías de Van’t Hoff, claro. A las suyas.”
Unai Elorriaga, El pelo de Van't Hoff.
Ay, qué delicia de texto. Me encantan estas narraciones que apenas cuentan nada, al menso aparentemente, pero que te embelesan con su lectura. Gracias, Jesús,
ResponderEliminarBesos,
Me alegro de que te guste, la verdad es que me pareció un texto curioso y me apetecía compartirlo. Gracias a ti por comentar. Besos.
ResponderEliminarMe ha encantado este fragmento, es muy divertido y dinámico. Un abrazo
ResponderEliminarEntonces la entrada ya ha servido para algo :) Un abrazo.
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