30 agosto 2012

El paseo



"-Pasear -respondí yo- me es imprescindible, para animarme y para mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada. (…) En un bello y dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en casa, me arruinaría y secaría miserablemente. Para mí pasear no sólo es sano y bello, sino también conveniente y útil. Un paseo me estimula profesionalmente y a la vez me da gusto y alegría en el terreno personal; me recrea y consuela y alegra, es para mí un placer y al mismo tiempo tiene la cualidad de que me excita y acicatea a seguir creando, en tanto que me ofrece como material numerosos objetos pequeños y grandes que después, en casa, elaboro con celo y diligencia. (…) Sin el paseo y sin la contemplación de la Naturaleza a él vinculada, sin esa indagación tan agradable como llena de advertencias, me siento como perdido y lo estoy de hecho. Con supremo cariño y atención ha de estudiar y contemplar el que pasea la más pequeña de las cosas vivas, ya sea un niño, un perro, un mosquito, una mariposa, un gorrión, un gusano, una flor, un hombre, una casa, un árbol, un arbusto, un caracol, un ratón, una nube, una montaña, una hoja o tan sólo un pobre y desechado trozo de papel de escribir, en el que quizá un buen escolar ha escrito sus primeras e inconexas letras."

El paseo (1917), de Robert Walser. Traducción de Carlos Fortea.

Se cuenta que Robert Walser murió durante un paseo solitario. Encontraron su cuerpo sin vida sobre la nieve.

27 agosto 2012

El mapa y el territorio




Seguramente conoceréis a Houellebecq, el enfant terrible de las letras francesas, uno de esos autores a los que se podría aplicar el típico comentario de que no deja a nadie indiferente. Desde su primera novela, Ampliación del campo de batalla, ya se observaba su madera reflexiva, su tristeza y desengaño subyacentes y una tendencia al escándalo, a lo pornográfico, que seguramente espante a los lectores más timoratos. Las partículas elementales (1998), adaptada hace unos años al celuloide, causó polémica y lo aupó al estrellato. El mapa y el territorio (2010) es su última novela, que como casi todas las otras ha publicado en España Anagrama.

En este caso nos parece encontrar un Houellebecq más neutro, más contenido, en una novela que percibimos distinta a otros libros del francés. La novela se centra en el mundo del arte. Jed Martin, el protagonista, es un fotógrafo y pintor exitoso. A lo largo del libro se describen algunas de sus obras (tengo entendido que a este procedimiento lo denominan écfrasis), de hecho así es como arranca la historia.

Conoceremos cómo comienza a exponer, toda la evolución de su obra y sus relaciones personales y advertiremos algunas disquisiciones sobre el arte (“a veces se decía que el arte debería quizá parecerse a aquello, a una actividad inocente y alegre, casi animal…”). El propio Houellebecq, en calidad de escritor francés de renombre, pasea por las páginas del libro. Sobre él comenta uno de los personajes: “Me parece un buen autor. Es agradable de leer, y tiene una visión de la sociedad bastante acertada”.

El Houellebecq personaje, que tiene varias conversaciones y algún encuentro con Jed Martin, con quien conversa largo y tendido sobre cuestiones creativas, es descrito desde la perspectiva externa del narrador en tercera persona que nos cuenta la historia de Jed Martin. Otro autor que encontramos en las páginas de El mapa y el territorio es el también galo Frédéric Beigbeder, en esta ocasión como amigo del propio Houellebecq.  

En su tercera parte, la novela contiene una trama policíaca con crimen e investigación incluidos. La relación con su padre y la presencia de la muerte son otros temas tratados en el libro.

Igual habéis oído también algo sobre la polémica por la inclusión en el libro de fragmentos copiados de Wikipedia. No sé qué opinaréis los que lo habéis leído, pero por lo que he podido ver son cosas muy puntuales y el propio autor avisa al final de que ha utilizado algún artículo de la famosa enciclopedia en línea como “fuente de inspiración”, por lo que expresa su agradecimiento. Un libro recomendado a quienes les guste la buena literatura en general y el mundo del arte en particular. La novela, por cierto, ganó el Premio Goncourt.

20 agosto 2012

El día de la Independencia




Siempre había oído mencionar a Richard Ford como uno de los grandes nombres de las letras estadounidenses contemporáneas, pero hasta ahora no había leído ningún libro suyo. Así que pedí opinión a Oesido y de lo que me dijo, hace ya un tiempo, saqué en claro que tenía que leer El Día de la Independencia (lo próximo serán sus relatos). El libro, publicado en 1995, es una de las obras más celebradas de Ford, y para algunos una de las mejores novelas estadounidenses de finales de siglo.

El protagonista a la par que narrador de la novela es Frank Bascombe, a quien los lectores asiduos de Ford conocerán ya por El periodista deportivo. Bascombe es el paradigma del ciudadano medio norteamericano (no es un personaje heroico, pero tampoco llega a ser un antihéroe). Cuarenta y cuatro años, divorciado, con dos hijos, su vida pasa, según su percepción, sin pena ni gloria. En este momento trabaja como agente inmobiliario, y a lo largo de la novela se las verá con los Markham, unos clientes difíciles a los que ha enseñado más de cuarenta casas sin que se decidan por ninguna, y con los McLeod, que no parecen con muchas ganas de pagarle el alquiler. Si a uno no le atraen demasiado los pormenores de la profesión de Bascombe, esto no es problema porque hay que decir que el autor consigue que resulte ciertamente interesante. Sirva este fragmento de muestra: 

“Una economía de mercado, lo he aprendido, no está ni siquiera remotamente prevista para que una persona consiga lo que quiere. La premisa es que te ofrezcan algo que nunca habías imaginado que te pudiera gustar, pero que está a tu alcance, y en consecuencia lo aceptas y empiezas a encontrar modos de reconciliarte con esta solución y contigo mismo.”

Fino retratista del norteamericano medio, Ford nos ofrece aquí una novela de corte muy realista que nos acerca a la vida de Bascombe, a sus relaciones posteriores al divorcio o el siempre difícil oficio de ser padre. Todo ello sin heroísmos, como pedía Carver. El conjunto emana cierta tristeza y nos muestra a un escritor en plena madurez que obtuvo con esta novela los premios Pulitzer y PEN/Faulkner. Me ha gustado, me parece buena literatura.

11 agosto 2012

No habré vivido en vano



"Si pudiera impedir
que un corazón se rompa
no habré vivido en vano.
Si pudiera calmar
el dolor de una vida,
o hacer más llevadera una tristeza,

o ayudar a algún débil petirrojo
a que vuelva a su nido,
no habré vivido en vano."

Emily Dickinson (1830-1886), Algunos poemas más (La Veleta, 2005). Traducción de Carlos Pujol.

06 agosto 2012

Algún día este dolor te será útil



James Sveck tiene dieciocho años y al final del verano comenzará las clases en la universidad. O al menos, según lo que le dice todo el mundo, debería. Él en cambio no lo tiene tan claro, le parece un engorro tener que estar en contacto con gente de su edad, con la que no cree tener mucho en común, y opina que leyendo libros por su cuenta en un lugar apartado podría formarse de manera autodidacta sin el gasto que causaría a sus padres sus años en la universidad. James es un muchacho inteligente y sensible al que le cuesta relacionarse o que quizá no tiene mucho interés en relacionarse con la gente. Podría considerarse alguien especial, aunque sus padres están preocupados por él. No suele salir de fiesta por las noches, le encanta leer (entre sus referentes, Trollope y Denton Welch), se muestra crítico con las convenciones que a veces aceptamos sin cuestionar y visita a menudo a su querida abuela. 

“Estar solo es una necesidad básica para mí, tan básica como la de alimentarme y beber agua, pero observo que a los demás no les sucede lo mismo”

Durante el verano trabaja, o algo así, en la galería de arte de su madre divorciada, en la que se expone el trabajo de un peculiar artista japonés sin nombre.

El propio Sveck es el narrador del libro. Algunas de sus actitudes pueden recordar, salvando las distancias, a la frescura de Holden Caulfield. Otro de los libros en que pensé mientras leía la novela fue Tan fuerte, tan cerca de Jonathan Safran Foer. El grueso del libro transcurre durante unos días de julio de 2003 en Nueva York, si bien se retrocede en algunos capítulos a un episodio importante ocurrido en la primavera anterior y, al final, leemos algunas páginas fechadas en octubre de ese mismo año. Algún día este dolor te será útil (2007) no es un libro denso, resulta entretenido, divertido en ocasiones, inteligente siempre, y como lectores nos movemos por sus páginas con una fluidez nada desdeñable. Creo que Peter Cameron ha conseguido lo que se proponía al escribirlo. De ser él, yo estaría contento.

01 agosto 2012

Señales que precederán al fin del mundo




Señales que precederán al fin del mundo es la segunda novela del mexicano Yuri Herrera, cuya obra está publicando Periférica en España.

La frontera entre México y Estados Unidos es el territorio en el que se mueve el libro, tratando siempre de eludir los lugares comunes al respecto. El sustrato prehispánico está muy presente, en un ejemplo de novela transculturada: el mito indígena de Mictlán está en la base de esta historia en la que una mexicana, Makina, cruza la frontera para llevar un mensaje a su hermano (celebro en este inciso lo conseguido que está el personaje del hermano), que emigró hace un tiempo. El mismo mito determina la estructura en nueve capítulos de la novela, en la que asistimos al viaje de la protagonista. Las voces mexicanas que aparecen en el texto nos pueden hacer sentir por momentos que nos estamos perdiendo algo, pero algunas de ellas se comprenden por el contexto y con el transcurso de las páginas uno consigue sumergirse a pulmón libre en esta lectura que acaba conmoviendo.

Una amalgama de ideas y sensaciones se reúnen en la persona del lector: el imperialismo y el patriotismo estadounidenses, la política de inmigración (en la que no podemos evitar recordar las descorazonadoras ideas del sheriff Joe Arpaio) o la clásica dicotomía en las letras hispanoamericanas (desde el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento) entre civilización y barbarie. Quizá no esté de más destacar las palabras que un personaje pronuncia sobre lo que supuso para él ir a la guerra, a la que se refiere en estos términos:

"No es como en las películas (…) Ya sé que aquí todo parece como en las películas, pero allá no es así. Te pasas días y días encerrado y parece que no sucede nada hasta que un día sales pero no sabes contra quién peleas ni dónde te los vas a encontrar. Nomás de repente te enteras de que tu cuate se murió esa mañana sin que nadie supiera de dónde vino la bala, o te topas con una bomba que nadie vio arrojar, que estaba ahí, esperándote. Luego hay que ir a buscarlos. Pero cuando los encontramos no están haciendo nada y hay que creer que sí son ellos los culpables, porque si no te vuelves loco." 

La parquedad y exactitud del estilo de Herrera quizá recuerde a algunos a otro mexicano, Juan Rulfo, el gran Rulfo. Señales que precederán al fin del mundo ha supuesto para algunos lectores, entre los que me cuento, el conocimiento de un autor al que habrá que seguir en un futuro, buscando por ejemplo su primera novela, Trabajos del reino. Ambas han obtenido diferentes premios, tanto en América Latina como en España.