El otro día, a la vuelta del paseo vespertino, me topé con un zapato viejísimo clavado con una puntilla en el tronco de un árbol. Qué cosas.
Estas tonterías no las suelo pasar por alto, así que acabé por fotografiarlo: un zapato en sentido vertical, con la puntera hacia el suelo. No conocía la historia detrás de ese zapato (si es que había alguna), pero fantaseé, de forma algo ingenua, con la posibilidad de un incipiente artista conceptual en el municipio. En la película Buscando un beso a medianoche, uno de los personajes fotografiaba zapatos que encontraba abandonados y que habían perdido su par.
Esto era algo diferente, pero los caminos del arte contemporáneo son inescrutables. Un zapato clavado en un árbol -perfectamente integrado en él, valdría decir- en un pueblo de 1.400 habitantes, ya es algo que se sale de la triste rutina. Hace poco pusieron en televisión Amanece, que no es poco, esa ya mítica película de José Luis Cuerda, con un reparto antológico y un exquisito humor excéntrico. Siguiendo las palabras del Guardia Civil, verdaderamente indignado porque habían plagiado Luz de agosto de William Faulkner, aquí habría que decir: ¿es que no sabe que es VERDADERA DEVOCIÓN lo que en este pueblo hay por Duchamp?
En ese árbol con una rama cortada el zapato parece un fruto extraño, una hibridación creativa y rara.
ResponderEliminarCuando puse la foto en facebook, un amigo comentó en broma: "tronco, has encontrado la horma de tu zapato".
ResponderEliminarGracias por comentar, Sonia. Un saludo.