José Manuel Caballero Bonald publicó este Examen de ingenios en 2017 (Seix Barral). Nació en 1926. Eso quiere decir que el libro ha visto la luz a sus noventa y un años. Bendita longevidad lúcida. En una de las anécdotas que jalonan este libro, Francisco Ayala, que murió a los 103, le confiesa al autor en un viaje en tren, al parecer, el secreto: cenas frugales consistentes en una manzana y dos whiskies. "Lo de la manzana no lo cuentes", dice que le dijo Ayala, con posible coquetería masculina.
Examen de ingenios se compone de un centenar de semblanzas, retratos de personajes célebres del mundo de la cultura con los que Caballero Bonald ha tenido ocasión de coincidir, en mayor o menor medida, a lo largo de su dilatada vida. Además de recoger anécdotas, opina y valora de forma ponderada la obra o la personalidad de los implicados. El título del libro tiene ecos auriseculares. Pretende esto decir que, como sabe el lector informado, existe otro de Juan Huarte de San Juan (1529-1588) de título casi homónimo: Examen de ingenios para las ciencias.
No hace mucho leí Somos el tiempo que nos queda, la obra poética completa de Caballero Bonald hasta 2004 (desde entonces, el jerezano ha publicado otros cuatro poemarios). Sus poemas unas veces me deslumbran y otras me dejan frío, pero siempre me llama la atención su rigor y riqueza lingüísticos, su manejo del idioma, que también es palmario en estas prosas. No se descubre nada hablando bien de un autor con tan reconocida obra (Premio Cervantes) a las espaldas, pero no por ello vamos a dejar de celebrar su fecundidad, sus aciertos. Como única pega, mencionaremos que a veces la sonoridad de su fraseo, tan conseguida, puede resultar un tanto campanuda, algo pomposa (pero supongo que son figuraciones mías), y nos puede alejar del goce estético. En cuanto a la nómina de personajes, sería prolijo mencionar sólo a los principales, de uno y otro lado del charco: García Márquez, Borges, Cortázar, Vargas Llosa, Muñoz Rojas, Gil de Biedma, Ángel González, Azorín, Baroja, Carmen Martín Gaite, Pepa Flores, Miguel Delibes...
Dejo otra anécdota, para concluir: "...salió a relucir una divertida historia relativa al topónimo original de Soto del Real, que era Chozas de la Sierra. Parece ser que a un natural del pueblo lo hicieron obispo y la corporación municipal, reunida en sesión monotemática, quiso mostrar su contento cambiando el topónimo de Chozas de la Sierra, que consideraban poco digno para cuna de un prelado, por el más vistoso de Soto del Real. Comentaban por ahí que lo que tenían que haber cambiado, en vez del acreditado topónimo del pueblo, era el defectuoso del obispo, que se llamaba -por chocante que parezca- Casimiro Morcillo."
De lo mejor que he leído en lo que va de año, junto al primer volumen del Cuarteto de Alejandría.
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