¿Quién no ha tenido alguna vez un impulso violento, casi asesino? Haced memoria. Si en la vida real finalmente uno se contiene, en este libro de micro-historias muchos de esos impulsos se ven realizados, así que puede ser un saludable desahogo ver que ese odio llega a buen puerto, para regocijo de nuestro humor negro. Como en El libro de los conejitos suicidas, aquí encontramos decenas o cientos de muertes. Sólo que en este caso, en lugar de venir de una imagen, las carcajadas nos las proporcionan las palabras del exiliado Max Aub. Historias que no se van por las ramas y van al grano y a veces hacen gracia por su cercanía con el disparate.
"Soy peluquero. Es cosa que le sucede a cualquiera. Hasta me atrevo a decir que soy buen peluquero. Cada uno tiene sus manías. A mí me molestan los granos.
Sucedió así: me puse a afeitar tranquilamente, enjaboné con destreza, afilé mi navaja en el asentador, la suavicé en la palma de mi mano. ¡Yo soy un buen barbero! ¡Nunca he desollado a nadie! Además aquel hombre no tenía la barba muy cerrada. Pero tenía granos. Reconozco que aquellos barritos no tenían nada de particular. Pero a mí me molestan, me ponen nervioso, me revuelven la sangre. Me llevé el primero por delante, sin mayor daño; el segundo sangró por la base. No sé qué me sucedió entonces, pero creo que fue cosa natural, agrandé la herida y luego, sin poderlo remediar, de un tajo, le cercené la cabeza."
"Estaba leyéndole el segundo acto. La escena entre Emilia y Fernando es la mejor: de eso no puede caber ninguna duda, todos los que conocen mi drama están de acuerdo. ¡Aquel imbécil se moría de sueño! No podía con su alma. A pierna suelta, se le iba la morra al pecho, como un badajo. En seguida volvía a levantar los ojos haciendo como que seguía la intriga con gran interés, para volver a trasponerse, camino de quedar como un tronco. Para ayudarle lo descabecé de un puñetazo; como dicen que algún Hércules mató bueyes. De pronto me salió de adentro esa fuerza desconocida. Me asombró."
"¡Había empezado la lidia del primer toro! ¡Ya estaban los picadores en el ruedo! ¡Yo iba a ver torear a Armilla! ¡Los demás me tenían sin cuidado! ¡Aquel acomodador era un imbécil! ¿Voy a ser responsable de la idiotez de los demás? ¡A dónde íbamos a parar! Tenía el número veinticinco de la séptima fila y aquel asno con brazalete me llevó al doscientos veinticinco. ¡Del otro lado de la plaza! La gente empezó a chillarme. ¿Dónde me iba a sentar si aquel desgraciado se había equivocado y la plaza estaba llena a reventar? Reclamé, intenté explicarme. Se quiso escabullir. La gente me insultaba. ¡Y oí la ovación! ¡Y no había visto el quite! Me dio tal rabia que lo tiré tendido abajo. ¿Que se fracturó la base del cráneo? ¡Qué tengo yo que ver con eso! ¡Si cada uno cumpliera con su obligación! Bastante castigo tengo con no haber visto la corrida."
Solo leí una recopilación de cuentos y recuerdo que alguno me pareció interesante, creo que este me lo apunto, macabro como él solo pero puede no estar mal
ResponderEliminarCon estos fragmentos que he puesto te puedes hacer una idea general del libro. Es todo más o menos en ese estilo. A mí me ha hecho gracia. No he leído nada más de Aub, pero tendré que hacerlo. Saludos!
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