BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU
Empeñado en alcanzar el Paraíso, aquel hombre renunció a los placeres de la carne, a la sensualidad del conocimiento y a las certezas de la soberbia. Fue justo, bueno y humilde, y al morir le proclamaron santo porque además fue un gran penitente. Pero cuando llegó ante Dios no pudo interpretar sus preguntas y fue condenado a vagar toda la eternidad en la aridez de su ignorancia, como castigo a su pobreza de espíritu.
AIRE DE FAMILIA
Después de muchos años ha vuelto la vida a la vieja mansión familiar y todo me resulta nuevo y extraño: los cuadros, la vajilla, los muebles. Hay algo aterrador que me impide reconocer cuanto me rodea, pero lo peor es la niña que viene por las noches a mi cuarto para atormentarme de nuevo con ese horror azul en los ojos. Dice que es su cuarto, pero yo estaba aquí mucho antes.
LOS YERNOS
Me encantaba contemplar mis libros en las estanterías, acariciar sus lomos y meter la nariz entre sus páginas como si realizara una fantasía pecaminosa. Debo tener casi diez mil, atesorados desde la adolescencia y leídos sin pausa a través de los años. ¿Habrá placer más grande que poner nombre, fecha y lugar de compra en la primera página de un nuevo libro? Mi biblioteca es el atlas de mis lecturas, la memoria de mi caligrafía y el itinerario de mis conocimientos.
Cuando las niñas eran pequeñas sacaba un libro al azar y les explicaba dónde lo había adquirido, a qué edad lo había leído y cómo había influido su lectura en mi vida. Ellas reían y prometían cuidarlos mucho, pero ahora han crecido, se han puesto muy guapas y la casa se me ha llenado de moscones. No me importa que alguno de esos maleducados le meta mano algún día a mis hijas. Es ley de vida. No. Lo que no me deja dormir es que encima arramplen con la biblioteca.
Me sulfura suponer que dentro de veinte o treinta años un yerno la tire a la basura para hacerle sitio a un televisor más grande. "¿Hasta cuándo vamos a guardar la biblioteca del empollón de tu padre?", chillarán. Ay, mis libros, mis viajes, mi memoria. Por eso cogí un cuchillo y me escondí en el garaje hasta que salieron esos maleducados. No se dieron ni cuenta. ¡Pobrecitas! Eran tan guapas.
Fernando Iwasaki, Ajuar funerario (Páginas de Espuma).
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El imitador de voces, de Thomas Bernhard.
Desaforado, de Juan Varo.
"Amanecer", de Raúl Rubio.
Este libro es simplemente genial. Uno de los pocos libros de microrrelatos en el que no defrauda ni uno.
ResponderEliminarSaludos,
Carlos.
Se ve muy interesante el libro. Nunca he leído uno de ese tipo, así que sería interesante para comenzar...
ResponderEliminarSaludos.
Promete, seguro que no me defrauda, gracias Jesús.
ResponderEliminarNo soy muy de relatos y demás, pero este me llama bastante la atención por la temática =)
ResponderEliminarBesotes
Carlos: Ya había visto en tu blog que te gustaba este libro. Por mi parte, es el primero que leo de Iwasaki. Es irónico y humorístico, así que seguramente repetiré con él. Saludos.
ResponderEliminarPablo: Es corto, así que si por un casual no te gusta no te supondrá mucho tiempo. Seguro que te ríes con alguno. Un saludo.
Alcalali: Lo bueno de los microrrelatos es que si no te gusta uno pasas rápidamente al siguiente. Seguro que más de uno de este libro te gusta. Saludos.
Shorby: es en plan homenaje a la literatura de terror: mucho fantasma, asesinato... Es divertido y corto, así que si te interesa no te va a suponer mucho rato echarle un vistazo. Besos.
Guau, me ha gustado mucho el último párrafo. Creo que todos hemos pensado alguna vez algo relativo a qué sucederá con nuestros libros cuando ya no estemos (aunque ojalá se diera el caso de tener 10.000 libros).
ResponderEliminarPero no sé por qué, el apellido del autor no me llama. Jajaja. Prejuicios.
Probablemente uno de los mejores libros de micros de la Historia. (Por cierto sus dos hijas estudian conmigo en Madrid, son dos actrices increíbles y escritoras también, no las pierdas de vista)
ResponderEliminarLa hierba roja: Lo de los 10.000 libros lo veo un poco lejano, pero para qué engañarnos, también he pensado alguna vez qué será de mis libros cuando yo no esté, y como creo que no soy el único me ha dado por poner este microrrelato del libro, aunque hubiera podido poner otros que también tienen su gracia. No entiendo el porqué de tus prejuicios. Decía el autor con la sorna que lo caracteriza que a veces, debido a su apellido, lo ponían al lado de Murakami, cuando él es peruano (bueno, a decir verdad ya se le nota el acento sevillano, y encima es del Betis).
ResponderEliminarTalián: Yo no puedo afirmar eso porque no he leído tantos, pero se te ve contundente. No sabía nada de la descendencia de este señor, pero si sus hijas son artistas igual cualquier día las conocemos por los medios. ¡¡Si es que te mueves con la "crem" de la "crem", Talián!! Saludos.
Creo recordar que lo leí el año pasado, y me encantó. Hasta ahora es lo que he leído de Iwasaki pero me quedé con ganas de leer más.
ResponderEliminarbsos!
También yo pienso seguir leyendo, me gusta el relato corto y los suyos son muy entretenidos, y a veces divertidos. Un abrazo.
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