Allá por los años ochenta, el inglés Julian Barnes se acercó
en uno de sus libros más exitosos a la figura de Gustave Flaubert, demostrando
que una obra en torno a cuestiones críticas acerca de un escritor decimonónico
podía resultar entretenida e incluso divertida.
Lo hizo a través de Geoffrey Braithwaite, un médico inglés
sobre cuya vida tendremos conocimiento conforme nos acerquemos al final de la
novela, pero que durante la mayor parte del libro permanece en un discreto
segundo plano, cediendo el protagonismo al autor de Madame Bovary. Con un desenfado que no impide el rigor de sus
consideraciones, Braithwaite nos acerca a Flaubert dando notables muestras de
perspicacia y mordacidad. Desenmascara los tópicos que han ido surgiendo
alrededor del escritor galo, nos alerta de los posibles vicios en los que caen
en sus análisis los críticos (a los que abiertamente dice odiar), ofrece datos
biográficos, informa de la visión de Flaubert acerca de la democracia, la
burguesía o la humanidad en general y nos habla, entre otras cosas, de la
relación del escritor galo con Louise Colet, a la que se da voz en uno de los
capítulos del libro. Tampoco podía faltar, cómo no, la historia del loro que
Flaubert tuvo sobre su mesa mientras escribía Un coeur simple, loro que se puede encontrar disecado en Rouen,
donde dos museos diferentes lo exponen (cada cual, por supuesto, como si fuese el verdadero).
Parece que Flaubert pidió antes de morir que no se
interesasen por su persona, por las circunstancias que rodeaban a su vida. Pero
claro, ahí están los críticos, que no contentos con los libros, indagan en la
biografía del autor, cotillean su correspondencia… E incluso escriben libros
como este, para regocijo de los lectores que gustan de las curiosidades en
torno a la figura de los grandes genios. El
loro de Flaubert es un híbrido de ensayo, novela o biografía, con numerosas
citas del escritor y una ironía que atraviesa todo el libro. A algunos se le puede atragantar un poco, pero para mí es un libro que no
tiene desperdicio.